Dramaturgo, poeta y, por encima de todo, icono. Hoy, 18 de agosto, se cumplen 85 años de la muerte de Federico García Lorca. Parte de su inmortal legado lo ha recogido ahora la murciana Ilu Ros en Federico (Lumen, 2021), una obra ilustrada que nace desde la más profunda admiración. Y es que Federico, defiende Ros, "solo hay uno"
MURCIA. Ilu Ros (Murcia, 1985) tiene muy claro por qué Federico García Lorca sigue cautivando 85 años después de su muerte: "Nos remueve", afirma, contundente. El dramaturgo, poeta e icono granadino es insustituible: único. Es el protagonista, además, de Federico (Lumen, 2021), el último proyecto de esta ilustradora y una nueva oportunidad para poner en valor su legado. Un legado eterno. Porque, por más que pase el tiempo, "Federico te ve por dentro", asegura Ros a Murcia Plaza.
Ella no es la primera, ni tampoco será la última, que se deshace en halagos hacia García Lorca. "Cuando se estaba con Federico, no hacía ni frío ni calor, hacía Federico", que decía el también poeta Jorge Guillén. El granadino es un símbolo: un mito. Por su obra, indiscutiblemente, que le situó junto a nombres como el de Pedro Salinas, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre o Rafael Alberti en la aclamada generación del 27. Pero también por su forma de ser y por su compromiso con las causas sociales. El 18 de agosto de 1936, cuando Federico tenía apenas 38 años, fue fusilado por el franquismo durante los primeros días de la Guerra Civil. Sus restos, en pleno 2021, todavía no se han localizado. Afortunadamente, su herencia sí perdura.
"Sabemos más de él que cualquier otro autor", opina Ros. La documentación que envuelve a su figura es tal que la ilustradora reconoce que sintió "vértigo" cuando le propusieron dedicar un libro al poeta desde la editorial. "No sabía qué podía aportar yo", reconoce. Pero, para su sorpresa, zambullirse en la vida de Federico resultó todo un viaje. Ros, como otras tantas personas, se dio cuenta de creía saber más de él de lo que realmente conocía. Uno de los aspectos que más le llamó la atención fue su infancia.
"Me gustó descubrirle siendo niño, algo que cuentan su hermano Francisco y su hermana Isabel. Había mucho en el Federico adulto del crío que fue", expresa la ilustradora. Ya de muy pequeño, por ejemplo, Lorca profesaba un gran amor hacia los "teatricos"; una devoción que pudo ser el germen de La Barraca, la iniciativa que capitaneó Lorca durante la Segunda República para llevar el teatro a las zonas más humildes y analfabetas de España. "Pensaba que el teatro era una manera de educar al pueblo", corrobora la ilustradora.
Y si se habla de pueblo y de educación, la mirada regresa al ayer. Porque hablar de Lorca, de alguna manera, también es hablar sobre la memoria. "Me resulta absurdo que puedas ir a un museo sobre el Holocausto en Alemania; a un museo sobre la reconstrucción de Polonia… y que luego aquí no tengamos un lugar que hable sobre la Guerra Civil española y explique qué pasó", medita Ros, preguntada por la deuda que tenemos, de alguna manera, con nuestro pasado. Cicatrices de la Historia que todavía no han sanado.
Federico se gestó a lo largo de un año; concretamente, el de 2020. Durante el confinamiento, el poeta se convirtió en el compañero inseparable de Ilu Ros. Tanta afinidad sentía con él que, a la hora de estructurar la obra, la ilustradora decidió hacer un guiño a la devoción de Lorca por el teatro. Por eso su libro está compuesto por telones y escenas –a modo de capítulos– que presentan las distintas épocas de la vida del dramaturgo. Desde su infancia hasta su indiscutible éxito internacional pasando por su estancia en Madrid –en la Residencia de Estudiantes– y en Nueva York.
Una vida ilustrada por la que también transitan aquellas personas que quisieron y a las que quería Federico. "Me pareció que era necesario que una persona tan social, que necesitaba y había aportado tanto a los demás, estuviera contado por las personas que le quisieron y él quiso", reflexiona Ilu Ros. Su hermana Isabel y su hermano Francisco; las artistas Maruja Mallo y Margarita Xirgu; escritores y poetas como Rafael Martínez Nadal, Luis Rosales o Vicente Aleixandre; e, incluso, el cineasta Luis Buñuel son algunas de las personalidades que, entre fragmentos de obras y retazos de la vida de Lorca, llevan la batuta en Federico. "Son los que, al fin y al cabo, nos han hecho no olvidar quién fue", subraya la ilustradora.
Los colores y los símbolos, por otro lado, también entrañan diversas lecturas en Federico. Al principio, cuenta Ros, el poeta le evocaba al verde. "El “verde que te quiero verde”, el verde albahaca, la vega de Granada…”, reconoce. Finalmente, sin embargo, se decantó por el amarillo. "Por lo brillante, lo llamativo, por ser el centro de atención", reconoce la ilustradora. Todas las personas que conocieron a Federico coincidían: cuando entraba en una habitación, acaparaba todas las miradas. Y ello bien merecía una paleta cálida que solo se extingue, eso sí, cuando llegan los tonos grises para representar el desenlace del poeta.
Más allá de los versos de Lorca, la obra del granadino resulta para Ros universal. Su producción artística "habla de los sentimientos más dolorosos y la alegría más absoluta", concreta la ilustradora. "Por eso se entiende en cualquier parte del mundo", agrega. Bodas de sangre, Yerma, La dama boba, La casa de Bernarda Alba; y también sus metafóricas lunas y sus caballos. "El universo lorquiano es muy visual", apunta Ros. "La luna, como símbolo de la tragedia; el caballo, como la virilidad y el deseo…", ejemplifica.
Antes de que llegara Federico, Ilu Ros vivió ocho años en Londres. Después de terminar Bellas Artes y Comunicación Audiovisual, no encontraba trabajo y decidió poner rumbo al extranjero para probar suerte. A los cuatro años de estancia en la capital británica, mientras se dedicaba a la hostelería, se dio cuenta de que quería ser ilustradora. Y apostó por ello. Por una profesión que, confiesa, "es difícil"; aunque, eso sí, quizá cada vez un poco menos.
Preguntada por el actual sector de la ilustración en España, Ros comenta que "ha mejorado" y tiene "cada vez más valor". "Desde Maus, Persépolis… veo más lectores que se han ido acercando al mundo del cómic. Ya no se tiene tanto la percepción de que un libro ilustrado sea infantil", apunta.
Recientes publicaciones ilustradas demuestran, precisamente, que no solo los niños disfrutan con ellas. El público adulto, cada vez más, las celebra. Y eso que muchas de ellas, como Federico, abrazan el género biográfico, que podría, a simple vista, resultar más denso que otros. La divina comedia de Oscar Wilde, de Javier de Isusi, por ejemplo, se centra en los últimos años de vida del escritor irlandés; una obra por la que el dibujante vasco obtuvo en 2020 el prestigioso Premio Nacional del Cómic concedido por el Ministerio de Cultura.
"Al final, cuando quieres señalar u homenajear a alguien como autor cualquier expresión artística es válida", valora Ros. "Quizá mediante un libro ilustrado un tipo de lector que no se acercaría normalmente a una biografía sí lo haga", reflexiona. La ilustración, en ese sentido, se erige como una disciplina que ha llegado para quedarse. Porque, como bien decía Lorca hace más de 100 años, algunas personas nacen "poetas y artistas" como las que nacen "cojas", "ciegas" o "guapas". Y, frente a ello, solo hay una petición posible: "Dejadme las alas en su sitio, que yo volaré bien".
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