MURCIA. Decía Jane Austen que hubiera preferido no volver a tener jamás éxito antes que vivir sin ser ella misma quien escogiera su propio camino. "Estoy segura de que fracasaría si hiciera cualquier otra cosa”, pensaba con creencia la escritora británica. Y no estaba para nada equivocada. Austen no solo es uno de los grandes clásicos de la literatura universal, es una autora absolutamente vigente, porque el retrato irónico que hizo de su época todavía sirve para entender la nuestra . "Despierta ecos conocidos en las mujeres y permite que los hombres comprendan mejor el mundo", señala Espido Freire. La también escritora, con gran trayectoria e importantes galardones a su espada, ha publicado un profundo ensayo titulado Tras los pasos de Jane Austen (Ariel, 2021). En él se pueden recorrer los lugares ficticios y reales que siguió la novelista de Orgullo y Prejuicio. Pero no es este un libro de viajes, va mucho más allá; comprende infinidad de datos, matices y documentación que Freire quería compartir tras años de investigación sobre la que es, como ella misma asegura, la escritora que más conoce, que más ha estudiado y cuya obra ha leído en más ocasiones.
-Este libro tiene la intención de conectarnos con una Jane Austen más real y mucho menos idealizada. ¿Es una especie de deuda o un homenaje a la escritora?
-Es mi mirada sobre ella. Creo que todas las miradas anteriores tenían la intención de homenajearla, pero no siempre estoy de acuerdo com ellas Es una visión altamente subjetiva, y que no aspira a ser ni la única, ni siquiera la mejor.
-¿Cómo llegó a su historia y por qué comienza a indagar en ella?
-Primero llegaron sus novelas, luego los viajes, luego el primer ensayo, luego más viajes, artículos, conferencias… ha sido una inmersión progresiva y en aumento, y que no creo que haya acabado tampoco, y que se une a mi interés por muchas otras escritoras. De hecho, cuanto más se sabe sobre ella, tengo la impresión de que más me queda por descubrir.
-¿Algún lugar de los que recorrió Austen en su vida que le calara especialmente?
-Depende del momento vital en el que me encuentre. En el primer viaje Winchester me impresionó mucho. Fue el lugar en el que murió, donde está enterrada. Durante otros viajes ha sido Bath o Steventon. Ahora creo que mi sitio preferido es la casa museo de Chawton, y sobre todo, sus alrededores.
-Divulgar el trabajo de otras escritoras es uno de los denominadores comunes de su obra. Así lo ha hecho con las Sin Sombrero, Virginia Woolf o Carolina Coronado. ¿Cree que para seguir cultivando es importante no olvidar lo que escribieron generaciones pasadas?
-O Teresa de Jesús. Creo que es importantísimo contar con referentes, y que estos sean variados, interesantes y si puede ser, contradictorios, con diferentes niveles de éxito. Contrarrestan el vacío actual; y no olvidemos que recogemos lo que ellas, a veces sin saberlo y otras conscientemente, sembraron.
-A pesar de lo idealizada que pueda estar la figura de estas mujeres hoy, no aparecen en los planes de estudio de ningún instituto. ¿Es este un vacío que nunca se va a resolver?
-Sí, algunas de ellas sí aparecen. Pero me importa mucho más que sean conocidas y leídas fuera de las aulas que dentro, por muy importante que sean los programas educativos. Estos varían, y el peso de lo literario, ahora mismo, es muy bajo en la prioridad de la educación. El gran problema es a quién se lee y a quién no, no a quién se estudia.
-¿Y a usted, cuánto le cambió poder conocer desde tan joven lo que escribían todas estas mujeres?
-No lo sé. No puedo saber cómo hubiera sido no leerlas. A muchas de ellas las entendí en años posteriores. Otras no han tenido ninguna influencia directa en mi obra. Igual que muchos otros autores varones.
-Continúa siendo la escritora más joven en ganar un Premio Planeta, por su novela ‘Melocotones Helados’, con 25 años. Pero antes de esto fue cantante de ópera. ¿Qué le hizo decantarse por la escritura?
-No fue una elección entre dos posibilidades: ya entonces quería ser escritora, si bien por unos años me dediqué a los estudios musicales, y eso me permitió cantar, viajar y conocer otra realidad cuando no era más que una adolescente. Mi vocación literaria no competía en aquellos momentos con nada. Ahora tampoco, la verdad.
-No parece que ganar un premio tan importante le haya hecho perder el horizonte. Pero, ¿en alguna ocasión ha temido que le pudiera la presión?
-No. Lo he contado muchas veces, por mucho que haya gente que no se lo creyera entonces. Mucha gente gana, ganó y ganará premios importantes siendo jóvenes. Algunos desaparecen tras una o pocas obras, otros continúan. Lo importante, lejos de uno u otro premio puntual, es la trayectoria que un autor sigue, si logra convertirlo en su profesión y si tiene libertad para escribir a su ritmo y lo que desea. Y eso lo que he conseguido, al menos hasta ahora, en gran parte por haber ganado ese premio y por no haber perdido el horizonte.
-"La literatura rara veces habla de sus autores; habla de nosotros, sus lectores", ha comentado en alguna ocasión. ¿Trata de hacerlo así en sus obras? ¿Prefiere escribir para el lector que para sí misma?
-Efectivamente, así trato de hacerlo. Lo que da sentido a la obra es que exista un lector, un destinatario; lo que escribo para mí misma puede no tener el menor interés literario. Lo publicado, en cambio, requiere otro trabajo, una intención y una historia compartida. Espero explicarme bien…
-¿Alguna vez han intentado imponerle un tema sobre el que escribir?
-No, claro, pero sí he recibido sugerencias, encargos o ideas. En su mayoría, para relatos y antologías. Es un hábito común, y a mí me gusta escribir con pie forzado. En novelas no se ha dado el caso, y con los ensayos muchas veces se llega al tema tras un diálogo y una reflexión con el editor, si este es bueno. Y no digamos ya en otro tipo de escritos como artículos, reportajes o guiones. Hay una cierta idealización de la libertad del autor, su inspiración y la rebeldía respecto a los temas y obras, pero en el día a día las variantes son muchas.
-En múltiples ocasiones ha defendido que las redes sociales son imprescindibles también para los escritores, sin embargo, hay quien piensa que es una frivolidad. ¿Es porque continúa idealizada la figura del 'genio escritor' que vive apartado del mundo?
-No creo que sean imprescindibles para los escritores, pero sí lo son para mí, y creo que para quien sepa emplearlas resulta una herramienta más, perfecta para comunicarse de manera directa con lectores o curiosos. Para crear contenido, compartirlo, o indagar en formas diferentes de creación. Respecto a la frivolidad, este es un oficio tan aspiracional que está sujeto a diversas esclavitudes, como la opinión ajena constante y el juicio gratuito. “Un escritor, una escritora, debe, no debe...” A mi juicio, una escritora debe hacer lo que considere más adecuado y más provechoso. De otra manera no haríamos nada, no probaríamos nada, no nos distinguiríamos unos de otros.
-Además de para proyectar su trabajo, ¿qué más le resulta interesante de las redes sociales? ¿Las utiliza para involucrarse en otras causas?
-No, mi relación con las causas con las que estoy involucrada viene de mucho antes y de hecho intento no dispersar mi atención ni mi mensaje, precisamente para no desvirtuarlas. Me sirven para el contacto directo con el lector, para mandar mi mensaje sin intermediarios, para comunicar mi agenda, para generar contenido, directos, cursos on line o trabajar en publicidad, para recomendar lecturas o a otros creadores, para medir el pulso de lo que les gusta a mis seguidores o no… no sé. Cada poco tiempo aparece alguna función nueva. Esa es la gracia de todo este sistema.
-En una entrevista pasada dijo que para usted "la felicidad es un esfuerzo". Y, de hecho, me atrevería a decir que para (casi) todas las personas lo es. ¿Cree, en cambio, que se ha fomentado una visión edulcorada de la vida?
-Sí, sin duda. Sobre todo del amor romántico, de la familia, del rol de la mujer, y del éxito merecido. Es decir, de pilares esenciales que no todos tenemos la suerte o de disfrutar, o de obtener, o de encajar. Pocas veces se habla de la mala suerte, del azar, la manipulación, las diferencias de clases o económicas, la enfermedad o las circunstancias y expectativas que facilitan o dificultan la felicidad. Por eso prefiero hablar de lucha, de esfuerzo. O de proceso, si las otras dos palabras les parecen demasiado fuertes, y no de una varita mágica que reparte esa felicidad.
-Ha pensado muchas veces que se ha dado una imagen de Espido Freire distinta a la que es. ¿Cuesta salir de los moldes en los que a una encajan?
-Lo cierto es que no sé que imagen se da de mí, en general; ni cuál capta la gente, que supongo que no será ni homogénea ni la misma. Sé la que yo creo dar; y no será porque no hablo con claridad o no desmiento creencias erróneas… ¡Tampoco pasa nada! Que cada uno piense lo que quiera. Siempre he recibido mucha atención y muchísimo cariño por lo que hago y lo que escribo, y estoy muy agradecida por ello. Solo faltaba que además quisiera imponer que me vieran como yo deseo.
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