La compositora de las bandas sonoras de Joker y Chernobyl detalla en la Berlinale sus procesos creativos
MURCIA. Hay una puerta en la central nuclear lituana de Ignalina que crea unos ritmos tan singulares al abrirse y cerrarse que la compositora Hildur Guðnadóttir (Reykjavik, 1982) se sintió empujada a incluirlos en su banda sonora para Chernobyl. “Dimos con ella accidentalmente: el cuarto al que íbamos a entrar no tenía electricidad y nos movimos a otro, donde se nos abrió una puerta, en el sentido literal y figurado, a todo un universo de sonidos. Cuando los aislé, la sensación fue la de estar escuchando un solo de batería de jazz, así que aquel acceso se convirtió en un solista de mi composición”, ha compartido la chelista islandesa con los asistentes a un encuentro en torno a su intuición musical durante las jornadas Berlinale Talents del festival internacional de cine.
La creadora se hizo tanto con el Emmy como con el Grammy a la mejor banda sonora por su composición para la serie de HBO, convirtiéndose en la primera mujer en ganar este último premio en solitario. Ese mismo hito se ha repetido tanto con su Globo de Oro como con el Bafta y el Oscar por la música de Joker (Todd Phillips, 2019).
“Ha sido una experiencia energética y positiva. Todos estos galardones llevan entregándose durante décadas. Resulta ridículo mirar las estadísticas y comprobar la ausencia de mujeres, así que es una llamada de atención. De hecho, ya ha habido varios supervisores de sonido que me han pedido que les recomiende compositoras”, ha revelado Guðnadóttir en su charla en la plataforma que la Berlinale dedica a profesionales emergentes del cine y la televisión.
Hildur procede de una familia de músicos: su madre es cantante de ópera y su padre, compositor, director de orquesta y clarinetista. En el pasado ha colaborado con grupos como Pan Sonic, Throbbing Gristle y Múm, y ha salido de gira con Animal Collective. De hecho, nunca pensó en dedicarse a la composición de bandas sonoras. Y en la jungla de Hollywood, ese desinterés inicial ha sido una ventaja.
“Antes de canalizar la voz de otros, es importante encontrar la tuya propia. Y para cuando me contactaron en el mundo del cine, yo ya había recorrido mi propia senda creativa personal. Por otro lado, he tenido la suerte de trabajar con directores fuertes, con una personalidad marcada, que me han aislado del ruido de la industria del cine y de sus políticas”, completa.
En su trayectoria como chelista, ha trabajado para directores como Denis Villeneuve (Prisoners (2013), Sicario (2015) y La llegada (2016), y Alejandro González Iñárritu, al que secundó en El renacido (2015). Curiosamente, la violencia, tanto psicológica como gráfica, se halla omnipresente en sus proyectos.
“Mi personalidad es muy diferente de mi música. Hay un gran contraste. Cada persona tiene su lado oscuro y su lado luminoso. Y es muy positivo para mi familia que mis tinieblas solo asomen en mi chelo”, se ríe.
Su inclinación por el audiovisual más feroz proviene de un consejo que le dio su abuela: la única forma de desconectar es leer novelas de crímenes. “Era una científica increíble, maestra, comunista, cabezota, fuerte… una de esas personas absorbidas por su trabajo. Seguí su ejemplo y leí todo Sherlock Holmes. Me perdía en sus libros”.
Las suyas son creaciones que rehúyen lo convencional, ya sea grabar el reactor, las puertas y las máquinas de una planta eléctrica porque “la radiación es un personaje más” en Chernobyl, ya recrear el viaje personal en Joker de comediante fracasado a líder de la rebelión de los repudiados cuando Joaquin Phoenix todavía no formaba parte de la ecuación.
Cuando Todd Phillips le confío su idea de narrar el origen de la némesis de Batman, Guðnadóttir se mostró reacia a participar: “Le dije que si se trataba de una película de acción, no creía ser la persona adecuada, pero cuando leí el guion me di cuenta de que era una visión actual, en la que se miraba más allá de la máscara. El personaje me conmovió. Quería entrar en su cabeza y acompañarlo en su evolución. Es una trama que subraya cómo estamos dando la espalda a los que necesitan ayuda.”.
En la banda sonora del drama ganador del León de Oro en Venecia no hay ni rastro de ordenador. Hildur se encargó de tocar todo el chelo y lo grabó en un estudio de Berlín, donde vive. La orquesta se registró en Nueva York, y los sonidos y ruidos que salpican la composición fueron hechos en vivo por ella misma.
Empezó a componer en las primeras fases del proyecto, extremo nada habitual en la creación de banda sonoras. Tanto es así que Phillips filmó muchas secuencias con la música de la islandesa ya compuesta. Su favorita es la turbadora escena de baile de Arthur Fleck en el cuarto de baño, tras asesinar a tres personas en el metro: “Es un momento muy colaborativo, en el que Joaquin reacciona a mi música”.
El clímax final también lo disfrutó mucho, pero de una manera más lúdica: “Fue como escribir una ópera con choques de coches”.
La chelista y compositora se sintió contrariada con la polémica generada en el estreno de la película, que muchos medios señalaron como una celebración de la violencia: “Es una malinterpretación de nuestro proyecto. Con esta historia intentamos mostrar a nivel humano cómo puede sufrir una transformación así alguien, qué es lo que estamos haciendo mal”.