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¡De Óscar, Toni!

30/03/2021 - 

MURCIA. Cuando se anunció la moción de censura en la Región de Murcia, muchos se apresuraron a alabar la jugada maestra perpetrada por el presidente, Pedro Sánchez, y su jefe de gabinete, el asesor político Iván Redondo: con ese movimiento, el PP perdía Murcia, una comunidad autónoma con sólida mayoría conservadora desde hace décadas, y se evidenciaba que Ciudadanos pasaba de ser muleta del PP a constituirse en partido bisagra, capaz de pactar tanto con el PP como con el PSOE. Y eso, dado que en esos momentos sólo había alcanzado pactos con el PP, lógicamente sólo podía jugar en beneficio del PSOE.

Sin embargo, los acontecimientos se torcieron desde el principio. El PP logró revertir la moción a base de comprar con consejerías a varios diputados de Ciudadanos y a los tránsfugas de Vox; Isabel Díaz Ayuso convocó elecciones en Madrid, provocando un terremoto político en España; y esta misma semana hemos visto cómo la moción de censura presentada por el PSOE en Castilla y León también fracasaba. En este contexto, la consecución de la moción de censura en el ayuntamiento de Murcia resulta un premio de consolación claramente insuficiente.

El PP ha jugado muy bien sus cartas y ha conseguido que la operación de "diabólica inteligencia" orquestada por Ciudadanos y PSOE (en sí sucia, porque partía de una moción de censura firmada por un partido contra el Gobierno del que seguía formando parte) se haya vuelto en su contra. Además, en el imaginario colectivo del votante ya no quedará el resultado de las elecciones en Cataluña, pésimo para el PP (último partido, por detrás de Vox y Ciudadanos), sino el de Madrid, donde Díaz Ayuso previsiblemente gane las elecciones rozando la mayoría absoluta, mientras Vox se estanca y Ciudadanos se hunde y quizás desaparece. 

Pero es difícil saber qué aporta a esta estrategia la línea de compras que ha lanzado el PP ahora con políticos de Ciudadanos, ahora que están de rebajas; el PP ha respondido a la amenaza de la moción extremando, a su vez, el juego sucio. El afán por "fichar" a políticos de Ciudadanos, enarbolando obscenamente el precio que estaban dispuestos a pagar, pero sólo para los primeros que vengan, como en un bazar, nos retrotrae a una de las razones por las que el PP pasó de ser el único partido del centroderecha a compartir dicho espacio con una formación centrista y otra de ultraderecha: la corrupción, en los usos y costumbres de este partido, una de cuyas manifestaciones es la querencia por el transfuguismo siempre que les beneficia. Estas cosas dan réditos en el corto plazo, pero también desgastan. Ya veremos cómo se lo toman los votantes, que no sólo están en Murcia y Madrid.

Mientras tanto, en el corto plazo pueden felicitarse. Gracias al transfuguismo lograron conservar la Comunidad de Madrid en 2003, con un Tamayazo que con el tiempo convertiría a Esperanza Aguirre en la esperanza (valga la redundancia) del ala derecha de la derecha española. Ahora, previsiblemente, conservarán Murcia durante veinte años más, si no les sobrepasa Vox. Pero en el pecado llevan la penitencia, y además de Murcia y la previsible victoria en la Comunidad de Madrid, el PP también preservará un peligroso activo: Toni Cantó.

Cantó ha interpretado estos días, una vez más, el papel de su vida: la del político con valores y convicciones, que, asqueado por los juegos de política sucia de su partido, decide abandonar la política y dedicarse a su verdadera profesión: actor. El único problema es que este papel, hay que decirlo, ya está muy trillado. Ya lo vimos hace seis años, cuando abandonó UPyD con lágrimas de cocodrilo, diciendo que volvería a la actuación. Y, en efecto, así fue: volvió a la actuación de "actor decepcionado por la política que en realidad ve cómo se hunde el barco y busca otro apresuradamente para seguir en el candelero", porque muy pronto se fue a Ciudadanos para continuar ahí su carrera política, durante otros seis años. 

Ahora, con Ciudadanos herido de muerte, Cantó ha vuelto a recordar sus profundas e íntimas convicciones, esas que durante más de una década le llevaron a hilar un discurso enormemente crítico con el PP, por su corrupción, sus malas prácticas, su viejunismo político. Se ha mirado en el espejo y se habrá dicho "¿acaso estoy de acuerdo con esta deriva sanchista-leninista de Ciudadanos con Inés Arrimadas que pone en peligro la hegemonía del centroderecha en Madrid y, por qué no decirlo, también mi carrera política, mi capacidad para estar en el candelero y mi sueldo? ¡Yo digo NO!".

FOTO: EUROPA PRESS

Así, Cantó dijo "No" y, como en 2015, afirmó que estaba decepcionado con la política, que volvía a su carrera laboral como actor y que estaba dispuesto a recibir ofertas. Estas solemnes declaraciones fueron recibidas con bastante sorna y cachondeo, pues casi todo el mundo recordaba el show de Toni Cantó cuando lo representó por primera vez en su paso a Ciudadanos. Y, en efecto, Cantó no decepcionó: no ha tardado ni una semana en irse al PP, en esta desaforada carrera lanzada por la cúpula de Génova (aún en Génova, hasta que se muden de edificio) para destruir a Ciudadanos. ¡Como si hiciera falta poner tanto empeño para destruir a este partido, a estas alturas!

Tal vez en esto el PP se esté pasando de frenada. Porque Cantó es un político demasiado significado, desde dos puntos de vista: primero, por sus críticas al PP, habituales y a veces muy duras, como se corresponde con alguien que lleva más de diez años en proyectos alternativos al partido hegemónico en la derecha. Pero, en segundo lugar, por su capacidad para saltar y saltar de partido en partido, siempre con la misma interpretación de "estoy indignado con mi actual partido, que atenta contra mis profundos valores, y me voy a otro ahora que mi partido se hunde", que a estas alturas ya está muy vista. Es dudoso lo que su fichaje aporta al PP (especialmente en Madrid, donde no necesitan visibilidad mediática), y les puede causar problemas. 

Esto es algo que ya ha visto Isabel Díaz Ayuso, que al parecer no está tan convencida como Pablo Casado del acierto de este fichaje -tal vez tema si no será más bien un Robert Prosinecki en toda regla-, y que desde entonces da largas al asunto, en la esperanza de que la Junta Electoral impida el trasvase del actor valenciano a las listas del PP de Madrid. Y, sobre todo, Ayuso no dejará de observar la implacable trayectoria de Cantó, un auténtico killer de la política: partido que pisa, partido que hunde para irse a otro partido... para hundirlo a continuación. Estaremos atentos en 2027 para ver dónde recala esta vez, siempre en pos de preservar inalterables y puras sus convicciones políticas, sean éstas cuales sean, y en las que sólo está siempre claro que conllevan un puesto de salida en las listas.

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