MURCIA. El amor y las relaciones personales son un buen motor para la creación literaria: amores grandilocuentes, otros más mundanos, desamores, intrigas… El amor da para tantas horas de lectura que no tendríamos tiempo para todas. Pero, ¿qué pasa cuando el amor únicamente parece un simple trámite para casarse? Algo así tuvo que pensar Luisa R. Bueno cuando comenzó a escribir su segunda novela, Pequeñas cicatrices. El arranque de no deja lugar a dudas; no estamos ante otra novela de amor tradicional. Celia, la protagonista, no acepta la petición (algo tosca) de matrimonio que le ofrece su novio. Tras esto, él decide que ella se vaya de casa. Celia comienza una nueva vida con el corazón roto.
“Un desengaño es una sacudida lo suficientemente fuerte como para hacernos abrir los ojos a muchas cosas”, comenta la autora. “En Pequeñas cicatrices, Celia se enfrenta a una petición para la que no está preparada y en la que ni siquiera cree por culpa de sus vivencias personales. En la vida real hay muchas cosas que nos enfrentan en algún momento con nosotros mismos y es entonces cuando nos paramos a ver si lo que estamos viviendo es realmente lo que nos hace felices”, señala.
Está claro que este tipo de sucesos sorprendentes pueden hacernos regresar al suelo, ya sea de modo relajado o en caída libre “Pequeñas cicatrices parte de una situación no deseada para llevar a la protagonista a enfrentarse con su vida anterior y tratar de resolverla”, sentencia. El amor romántico no es el único que trata Bueno en la novela, sino también del desengaño en una amistad, otra de las patas de nuestra vida emocional. Escribir sobre un sentimiento puede ser muy complicado.
“Lo difícil no es escribir la historia, lo difícil es tratar de mostrar un hecho desde distintos puntos de vista”, comenta. “En Pequeñas cicatrices he intentado transmitir que nadie posee la verdad absoluta sobre nada. El mundo no es blanco o negro, sino un conjunto de colores llenos de infinitos matices”. Intentar ver el ángulo de vista de cada personaje siempre es un reto. “Traté de ponerme en la piel de todos los personajes que sufren las consecuencias de los actos de Adrián, el padre de la protagonista, y de ver hasta qué punto podía entender la postura de cada uno de ellos. Intenté mostrar las cicatrices que la vida les había ocasionado, de ahí el título, y, sobre todo, quise transmitir que esas heridas pueden cerrarse”, añade.
Esta es su segunda novela, ya tuvo bastante éxito con Pinceladas de nosotros, su primer libro publicado; toda una victoria en estos tiempos. “La primera publicación es sin duda, por lo menos para mí, la más bonita”, dice. “La escribí sin pensar publicarla, lo hice para divertirme y para demostrarme que era capaz de escribir una novela. Había escrito relatos, cuentos, y hasta me había atrevido con la poesía, pero jamás me había enfrentado a una carrera de fondo como es escribir una novela”, recuerda la autora.
Una de las maravilla de escribir un libro es el proceso creativo, cómo le dan forma a los personajes, los dotan de vida y de sentido. “Resultó muy divertido, los personajes vivían a mi alrededor todo el día, casi podía verlos, llegué a conocerlos muy bien y ellos mismos me mostraron cuál era su historia. En Pequeñas cicatrices me pasó lo mismo. Me metí en la mente de cada uno de los personajes y traté de entender sus posturas para poder transmitirlas con verosimilitud”, comenta. Con todo, es imposible no sentir un escalofrío cuando algo que ha salido de tu mente se ha transformado en libro. “La sensación de ver publicada tu primera novela es casi de asombro, no acabas de creerte lo que te está pasando, pero, al mismo tiempo, sientes una gran satisfacción por haberlo hecho. En esta segunda ya sabía un poco mejor lo que podía esperar, pero no por eso deja de ser sorprendente todo”, reconoce la autora.
La creatividad no para en la mente de Luisa R. Bueno, que ya tiene en el horno otra nueva novela. “Está muy avanzada. Se titula «Una casa en la vía cuatro», o por lo menos esa es la idea. Es la historia de tres generaciones de una misma familia”, adelanta. “La primera generación tiene de protagonista a un niño de la posguerra enamorado de los trenes, que sin embargo acaba siendo médico. Él fue quien construyó, por amor, la casa junto a la vía cuatro de la estación de San Basilio, un pueblo ficticio en el que se desarrolla la historia”
Como muchos escritores, Bueno también ha escritos relatos y se siente cómoda en ese género y con esa estructura. “El mundo del relato me gusta mucho”, apunta. “He participado en dos antologías y va a salir muy pronto la tercera, también escribo relatos en mi página web https://luisaruizbueno.com”. La inmediatez del relato, en tiempos de carencia atencional, está mucho más extendido por eso mismo. “El relato tiene de bueno que con pocas palabras puedes decir mucho, y llegar también a los que no son lectores habituales”. Es otro modo de transmitir. “Puedes desmenuzar un sentimiento, una sensación, una historia breve pero mucho más intensa, de un modo que en la novela no tendría cabida. Es otra herramienta más para contar, para narrar y para llegar al lector”, remata la autora.
El 2020 será recordado por muchas cosas, y una de ella ha sido las dificultades, o directamente imposibilidades de realizar presentaciones de libro. Se ha perdido pues, esa cercanía con el autor, esas conversaciones sobre la obra. Bueno no ha sido ajena a ello. “Si, por motivos obvios este año no ha habido presentaciones. Hay quien si las ha hecho, pero yo he preferido esperarme, ya habrá tiempo”, comenta. Aun sin presentaciones de por medio, la autora ya tiene seguidores y el libro se está vendido.
“Sin embargo la novela está funcionando muy bien. Las críticas que me han llegado sobre Pequeñas cicatrices son muy buenas y eso ya me llena de alegría”. Las presentaciones tienen muchas cosas buena, aparte del trato con el lector, también está la promoción directa y sin intermediarios. “Respecto a lo que más me gusta de las presentaciones, sin duda las caras de los que acuden a ellas. Ver que te miran con simpatía, que apoyan tus palabras con una sonrisa y que han ocupado un ratito de sus vidas en ir a escucharte es algo impagable”.
Bueno ha tenido que autoeditarse, algo que antaño cargaba con un estigma y que hoy es lo más común del mundo, y gracias a ello hemos conocido a grandes escritores y escritoras. “La autoedición tiene una cosa buena y otra mala. La buena es que hay mucho talento escondido en sus casas y, gracias a la autoedición, podemos conocer sus obras”, señala. La autora se siente cómoda con la autoedición, esa absoluta libertad que te aporta. “Yo soy escritora autoeditada, lo cierto es que jamás he mandado un manuscrito a ninguna editorial tradicional, eso no quiere decir que no lo haga algún día, porque está bien probarlo todo. Me gusta considerarme autora indie y la verdad es que de momento estoy bien así”. Aunque todo tiene su cara negativa. “La parte mala de la autoedición es que también se publican obras de muy poca calidad y eso hace desconfiar al lector que se ha tropezado con alguna de ellas”.