Madre del amor hermoso, que ya está aquí la Navidad. O eso dicen. Los más espabilados han encendido las luces en las ciudades, tratando quizás de transportarnos a las fiestas con anticipación. Demasiada. Han fulminado el adviento, sin más. Hablando de luces, a ver ahora cómo hacemos para decorar nuestras casas, sin incurrir por ello en un gasto excesivo causado por los precios desmedidos de la luz. Tendremos que tirar de espumillón y bolas de colores, y encender el árbol lo justito, solo cuando vengan las visitas. A este paso nos va a tocar celebrar las fiestas en plan minimalista y frugal, como manda el ministro de consumo. De hecho, dada la subida de los contagios, tengo muchas dudas de que realmente la añorada estampa familiar se vaya a producir finalmente este año: en mi familia están convocados, aparte del regimiento que somos, varios canes y hasta una inglesa que tenemos medio adoptada, por eso de la integración con terceros países de fuera de la UE. Nos pasamos los límites numéricos por todos los lados. Es cierto que la tasa de contagios en España sigue en niveles muy inferiores a la de otros países de nuestro entorno, pero es mejor que no cantemos victoria y vayamos día a día viendo cómo progresan las cosas. Preparémonos para lo que venga, incluido un posible gran apagón como fin de fiesta de 2021, y compremos unas cuantas velas por lo que pueda suceder.
En Rusia fallecieron 1.200 personas el sábado. España y Portugal ahora somos de los mejores en cuanto a la tasa de contagios se refiere, después de haber estado tristemente en el puesto de cola de la pandemia durante mucho tiempo. Esto no hay quien lo entienda, palabra. Los austríacos, entre otros gobiernos, quieren obligar a que se vacune la población y esta imposición me resulta ya per se preocupante y una manifestación de ese nuevo "orden mundial" orwelliano, en el que no se respeta la libertad individual. Este pensamiento me lleva al siguiente, ¿ha de primar dicha libertad, o es la salud un bien superior, que se ha de anteponer a todo lo demás, y que justificaría la imposición de las vacunas por ley? La ONU ha alertado al respecto y ha cuestionado que se pueda confinar a los que no se hayan vacunado, o imponer la vacuna para frenar la covid-19. Dentro de este fenomenal problema filosófico, me parece correcto lo de exigir la vacunación para poder acceder a los hospitales a visitar a los enfermos. En nuestro país, como de costumbre, hay falta de coordinación entre las diferentes autonomías en cuanto a las decisiones a este respecto y cada una va por libre.
Quedan menos de cuarenta días para el final del año, un plazo breve que nos causa cierta ansiedad por todas las cosas que nos gustaría dejar terminadas antes del cambio de almanaque. No me refiero solo a la lotería, el Black Friday -costumbre que hemos adoptado, como tantas otras ajenas a nuestra cultura, como unos verdaderos borregos-, los regalos y demás; hablo de los temas de trabajo pendientes y tantas otras cosas que prometimos hacer, en nuestro sempiterno optimismo de principios de año, y que hoy vemos que se nos pueden quedar en el tintero. Otra vez.
Mientras las calles se engalanan y hacemos repaso del fin de año, las noticias nos alertan de las diferencias entre ricos y pobres, que se han agudizado a causa de la pandemia. Cada vez hay más personas sin vivienda propia, mientras también se ha incrementado el número de los que tienen tres o más. El encarecimiento actual de los precios obra también en contra de los más desfavorecidos. Hay cada vez más niños por debajo del umbral de la pobreza. Teniendo en cuenta, además, que las cifras del paro están tan altas, ¿qué piensan hacer nuestros políticos para solucionar los problemas reales de las personas, aparte de cargarse la reforma laboral sin consenso, si esto es una solución? ¿De qué manera piensan fomentar el crecimiento económico y del empleo? Las ayudas sociales prometidas no han llegado ni al 50% a la población a la que estaban destinadas y tampoco han alcanzado los importes previstos. El IPC está subiendo a niveles que hacía varios lustros que no se alcanzaba. Da la sensación de que nuestros políticos estén más pendientes de hacer política y del postureo, de su silla y de que no se la mueva nadie, que de la gobernanza del país. Al postureo no se sustraen ni los monarcas, que hasta se han subido a un autobús municipal en estos días, en su afán por aparentar más cercanía con la gente corriente. Que nadie nos trate de vender duros a dos pesetas -pardiez, cómo suena de antiguo este refrán que nos trae bellos recuerdos de nuestra añorada moneda- y, ya que todo se está adelantando este año, voy a pedir como deseo navideño que nuestros políticos se remanguen, se pongan a currar y se dejen de tanto congreso y tanta mandanga.
Mónica Nombela