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el gato en la talega / OPINIÓN

Zonificación de usos en playas, un nuevo incentivo

5/07/2022 - 

MURCIA. Todos los veranos la concentración de personas en las localidades del litoral, bien sea pernoctando o pasando unas horas, se triplica invariablemente, y aún me quedo corta. El mar con su acción reguladora de la temperatura y su brisa, con su belleza de horizonte azul, es capaz de calmar incandescencias. Y de encender otras.

Sin ánimo de ofender a nadie y desde el más estricto criterio de mi experiencia personal, como habitante permanente de su ribera creo que podríamos irnos planteando la zonificación por usos en determinadas playas. Me refiero a la importancia que tendría crear zonas de playa, principalmente de arena y no de mar, para quienes vienen a comer en ella, y otras zonas para los que solo vamos a nadar, bañarnos, leer un libro, o tomar el sol, e incluso a comer en los locales de restauración.

Resulta bastante desagradable que, al lado de una simple toalla, cuando una sale del agua y vuelve a su trocito de tela, se encuentre con unas colchas de 1,90 por 1,50 m en número de una a dos en las que nadie se ubica, de dos a tres mesas, varias neveras y bolsas gigantes de tela (Mercadona bate récords), tres o cuatro sombrillas y de 4 a 6 sillas enormes, además de los juegos de arena y agua de los pequeños, de haberlos. La superficie puede alcanzas los 25 metros cuadrados. Esta situación es aún superada por las diabólicas pérgolas de dimensiones faraónicas que además te tapan todo el horizonte e incluso se colocan en los lugares de acceso a la propia playa. Reconozco al menos ser afortunada por no poder escuchar el ruido atronador que semejante infraestructura humana debe hacer, porque una vez observado el ruido visual insoportable, puedo imaginarme sus irritantes ondas sonoras.

Hay otro problema añadido, que implica a los sentidos de la vista y el olfato, además de los criterios educativos y de armonía: el dimensionado de los puntos de recogida de residuos, (papeleras la mayor parte de las veces) que ya a mediodía están a rebosar como vestigios de una acción playera cuya misión principal es comer, beber y depositar el mayor número de plásticos en la playa. Y de botellas de alcohol. 

En el verano de 2014 en España se contabilizaban 15 playas libres de humo, este año la cifra asciende a 549 y la prohibición viene acompañada de multas. Si hay algo peor que tener una chimenea al lado, es soportar a una persona alcoholizada. Y en un contexto donde si se le ocurre ir al mar, podemos tener un serio problema. Es absolutamente inhumano tener que aguantar eso y con comederos y bebederos de litros y litros de barra libre casera. Ya son varias las veces en las que he tenido que abandonar la playa por tener algún vecino o vecina de arena absolutamente hasta arriba de alcohol antes de las 16h. El consumo de alcohol en horario de baño en las playas fuera de los locales habilitados para ello, es otra de las reformas valientes que se deberían acometer.

Es curioso observar como en estos comedores y bebederos humanos sus integrantes, excepto en el caso de haber niños y niñas en el grupo, tienen un contacto con el agua del mar reducido a la mínima expresión. Es más bien una visita a la playa tipo zonas de picnic, áreas recreativas y merenderos en espacios naturales, generalmente en pinadas perfectamente señalizados, equipados y autorizados para tal fin, y para nada una visita de mar, con el agravante de que en las playas no hay control para estos usos. 

Los que somos residentes no estacionales en la costa convivimos con estas situaciones acopiando contención. Si las visitas fuesen buenas para nuestros comercios, hostelería y demás, aún tendríamos un plus. Pero no es el caso. La inversión de estas visitas se ha realizado en sus localidades respectivas y aquí llegan incrementando el gasto local en recogida de residuos, con inversión mínima. Y eso suponiendo que no espanten al turismo estacional residente, que al tener casa en propiedad o alquilada no se lleva el salón comedor a la playa y que cuando llega se encuentra el espectáculo, pagando sus impuestos.

Un turismo inteligente debería ser capaz de gestionar situaciones así, fuera de lugar se miren por dónde se miren. No creo que venda mucho hoy día el “typical spanish” transformado en “soez spanish” que expongo líneas arriba, sino que sería más inteligente innovar con el espacio compartido según sus usos. Hay cosas difícilmente compatibles si no se organizan bien porque los requisitos de cada una son diferentes. Habilitar zonas para personas que van a la playa a comer de lo que se traen de casa, con sus contenedores de dimensiones apropiadas, y bajo el lema alcohol free en horario infantil. 

Y otras de personas que vamos a bañarnos y, o bien comemos en nuestra casa, o bien invertimos en nuestra hostelería local. En ambos casos, todos felices. Hablando de felicidad, los y las profesionales de la psicología aconsejan visitar la playa para recuperar el equilibrio, evadirse y conectar con el medio natural. Estoy segura de que no se han dado una vuelta por aquí.

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