MURCIA. Nacido en la época georgiana y fallecido en la victoriana, Henry Temple, vizconde de Palmerston, ocupó en dos ocasiones el puesto de primer ministro del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda. Hoy los incultos que rigen nuestras políticas lo tildarían de tránsfuga, pues empezó militando en el partido conservador (tory), luego se pasó al progresista (whig) y finalmente fundó el partido liberal británico. Sin embargo, el irlandés lord Palmerston dirigió la política exterior del Reino Unido durante más de tres décadas. Y en esas décadas el imperio británico se hallaba en su cima. Así que, tránsfuga o no, fue el tipo más poderoso del mundo en lo que a relaciones internacionales se refería. Como luego el estadounidense de origen judío Henry Kissinger, que estudió a fondo el pensamiento del británico. Inventor del nacional-liberalismo, la reina no le tenía simpatía porque pensaba que se excedía en su protagonismo internacional, pero el pueblo lo aclamaba, hasta el punto de que le adjudicó el cariñoso apodo de Pam (nada que ver con la pontevedresa de Podemos que se queja de que algunas mujeres prefieran el coito a masturbarse). Dejó plasmado su pensamiento en una suculenta frase: los británicos "no tenemos aliados eternos, ni tenemos intereses perpetuos. Nuestros intereses son eternos y perpetuos, y nuestra obligación es vigilarlos". Llevado por esa idea, perjudicó mucho a España. Los políticos españoles deberían conocerlo siquiera un poquito porque es de temer que la política internacional de nuestro principal aliado, Estados Unidos, se inspire en el método palmerstiano. Y así nos va; metidos en la guerra de Ucrania sin que el Parlamento lo haya autorizado y regalando el Sahara a Marruecos sin que nadie sepa por qué.
"En política no hay matrimonios indisolubles por amor, sino ligues efímeros por interés"
Desde luego, los que parece que no han leído a Palmerston son los de Vox. Se nota que, fallecido Sánchez Dragó, la fundación Disenso ha dejado de sembrar semillas ideológicas de interés. Allá ellos. Pero deberían saber que, al igual que las naciones, los partidos políticos no tienen amigos, sino intereses. Los separatistas que apoyan al presidente Sánchez no lo hacen por simpatía o amistad, sino porque viene bien a su programa de expulsar de sus regiones (ellos las llaman naciones) todo lo que suene a español, empezando por el idioma. Y los quince partidos que han conformado Sumar no lo han hecho porque se adoren, sino para maximizar los escaños y las subvenciones de cada uno de sus miembros. En política no hay matrimonios indisolubles por amor, sino ligues efímeros por interés. Y esa norma rige también para las relaciones entre el Partido Popular (PP) y Vox.
Si algunos de Vox se han creído que el PP iba a tratarles como a colegas un poco intensos estaban en un error. Al igual que el PSOE, el PP no tiene amigos perpetuos, sino intereses constantes. El principal de ellos, en ambos casos, hacerse con los gobiernos. En consecuencia, Vox debe darse un baño de realismo político y afrontar el porvenir asumiendo sus resultados electorales en las regiones y municipios. Si en Valencia ha sido posible un pacto de gobierno solo ha sido porque el PP no tenía más escaños que la suma de los partidos del tripartito. O compartía el Gobierno con Vox o seguía el tripartito. Pero ese no es el caso de Murcia. Aquí los resultados han sido endiablados. Por una parte, la suma de escaños del PSOE y Podemos es inferior al número del PP y, por tanto, el PP gobernará salvo que Vox se alíe con el PSOE y Podemos para impedirlo. Y, por otra parte, la diferencia en escaños entre el PP y la suma del PSOE y Podemos no alcanza a que Vox supere a las izquierdas si el PP se los cede. En números: los 21 escaños del PP es un número mayor que los 15 del tándem PSOE-Podemos, pero el PP solo podría cederle 5 escaños a Vox sin perder la mayoría (16 frente a 15), los cuales no le bastan a los 9 de Vox para superar a las izquierdas (14 frente a 15). Así que con esos bueyes tiene Vox que arar.
En la pasada legislatura la portavoz del Podemos se enfadó mucho cuando llegaron al Grupo Mixto varios diputados procedentes de otros partidos. Se había acostumbrado a que el Grupo Mixto era solo de Podemos y no asumía que habían sido los electores los que habían denegado a su formación el grupo propio al no haberle concedido los tres escaños necesarios. Algo así pasa ahora con Vox: no asume que el peso que le han dado los electores en Murcia da para influir, pero no para imponer.
"Vox no asume que el peso que le han dado los electores en Murcia da para influir, pero no para impone"
En la línea de Palmerston, habría dos posibles soluciones. Una sería la andaluza. Resulta que el reglamento andaluz exige que todos los grupos tengan al menos un representante en la Mesa del Parlamento. Ocurrió que, celebradas las elecciones, no salía ningún representante de IU para la Mesa al cubrir los puestos siguiendo el mismo reglamento. Solución: dotaron en la Mesa una plaza extraordinaria, con voz, pero sin voto, para IU. Eso se podría examinar en Murcia: ¿podrían aliarse el PP y Vox para dotar una plaza extraordinaria con voz, pero sin voto? En suma, una Mesa con Vox, pero sin Voto. Ya lo tienen en la junta de portavoces.
La otra posibilidad es la valenciana. Han firmado PP y Vox un acuerdo de 50 puntos que podría imitarse en nuestra región. Se burlan los izquierdistas de que hayan nombrado consejero a un torero. Omiten que, además, finalizó sus estudios de Derecho y se ganó la vida como abogado. ¿Son preferibles Iceta y López, que abandonaron sus grados en el primer curso y siempre han vivido de la política, aliándose sistemáticamente con separatistas, a Barrera, que ha vivido de la abogacía y el toreo, defendiendo siempre a España? Si yo tuviese elegir, preferiría con mucho al que vive de su trabajo y es un patriota. Pues bien, en Murcia tenemos a un jugador de baloncesto igualmente patriótico. ¿Por qué no toma ejemplo del abogado y ofrece a Miras un pacto de legislatura basado en un documento firmado por ambas partes? Si el PP se negase, entonces Vox estaría legitimado para cumplir su amenaza de repetir elecciones, pero si aceptase, Vox influiría mucho, aun sin mandar directamente. Es lo que han dicho los electores. Y ese lo que, supongo, recomendaría Palmerston.
PD: entre los tres libros que me piden los editores, uno de ellos versará sobre el nacional-liberalismo como programa para España.
También plantea una consulta sobre la inmigración ilegal