ALICANTE. Los años noventa pasaron, pero ellas quedan en nuestra memoria desde que aquel 6 de junio de 1998 llegaron a las pantallas. En una media de treinta minutos, la coherente de Carrie, la deslenguada de Samantha, la racional de Miranda y la fascinante de Charlotte nos hablaron mucho más que de sexo y la ciudad: dieron lecciones de vida a una sociedad que trataba de ser moderna sin conseguirlo. Nadie podría decir que nunca las ha visto u oído hablar de ellas. Son míticas, tanto en el cine como en la moda.
Fueron las primeras que hablaron con desparpajo de sexo a través del principal papel de Samantha y los 41 hombres –y una mujer– que pasaron por su cama. “Soy try-sexual. Pruebo todo al menos una vez”, decía. Su forma desinhibida de ver el sexo ayudó a toda una generación a no idealizar a los hombres –y no, no nos referimos a odiarles, sino a dejar de creer en los príncipes azules–, a perder el miedo a la masturbación y el porno, a hablar de sexo sin tapujos y a llevar la soltería con orgullo. En general, nos enseñó a romper con los estereotipos de género y lo sigue haciendo con las generaciones de hoy, que siguen acudiendo a la serie cuando la necesitan. Porque sus historias siguen siendo tan actuales que parecen reales.
Carrie nos habló por su cuenta de amor propio a través de aquella mítica frase que me viene a la mente mientras escribo este artículo: “la relación más excitante, significativa y desafiante de todas es la que mantienes contigo misma." Y si le sumamos el “te quiero, pero me quiero más a mí misma” que soltó Samantha al primer hombre con el que se veía en una relación seria cuando tuvo que hacer de tripas corazón y volverse a Nueva York porque no aguantaba seguir lejos de su gente por amor, se crea una combinación difícil de discutir: lo primero eres tú.
Enamórate de ti mismo y luego ya vendrá lo demás. Existe la felicidad en la soledad y, aunque a veces no sea por decisión propia, debemos de aprender a quererla y respetarla. Esto también me invita a reflexionar sobre la frase que dijo Vivienne Westwood –que aunque no lo parezca, tiene mucho que ver en esta historia, ¿quién no recuerda aquel vestido de novia punk en el que Carrie salió corriendo de la Biblioteca de Nueva York tras su boda fallida con Mr. Big?– y nos dio una lección: “la autoconfianza es el mejor complemento de moda”.
No podría seguir escribiendo sin pensar en el poder del que Miranda se convirtió en abanderada, siendo brutalmente honesta, pero a la vez tan vulnerable que convirtió al personaje en un role model que parece que siga vivo y encarnado en la que fue –y sigue siendo– su actriz. Nunca tuvo miedo a decirle que no a un chico: “Y por cierto, nunca, nunca me llames otra vez. Ten un buen día”. Ni de decirles unas cuantas verdades a sus amigas o de desbancar los mitos de los cuentos de hadas.
Jamás se disculpó por tener éxito. Ni por envejecer y llevar las canas al aire –que parece que sea algo por lo que en pleno siglo XXI las mujeres todavía deban de dar explicaciones–. A decir verdad, cada una de las protagonistas nos enseñó el poder que nos da el estar vivos. Samantha demostró que no hace falta estar en pareja para ser feliz. Carrie nos enseñó que la moda es liberadora y que vestirse como a cada uno le venga en gana es equivalente a poder y expresión, definir quien somos en el mundo, a lo que hemos venido. Y Charlotte confirmó que, por más que estemos enamorados del amor, no debemos sacrificar nuestro bienestar por otra persona.
“La moda es otro personaje de 'Sexo en Nueva York'. Ayuda a hacerlo real. Somos cinco protagonistas, nosotras cuatro y ella.”, aseguraba Cynthia Nixon, la inolvidable Miranda, hace unos años en la revista 'People'. Y razón no le faltaba a una de las estrellas de la serie. Para cada episodio, se podían llegar a crear más de 50 estilismos distintos, y la primera película de la saga llegó a requerir más de 300 combinaciones de vestidos para mantener el nivel al que nos había acostumbrado su estilista, Patricia Field. No debemos olvidar que cuando Manolo Blahnik empezó a salir a través de sus zapatos en los episodios, se triplicaron sus ventas. Y cuando Mr. Big le pidió matrimonio a Carrie con aquellos Hangisi de seda azules se reventó el stock de la web del diseñador canario. Lo mismo sucedió con el baguette de Fendi –un must have en el armario de Carrie–.
Pero si de algo nos hablaron aquellas neoyorkinas y lo siguen haciendo en sus últimos capítulos es que la amistad está siempre por encima de cualquier otra relación. “Estábamos vestidas de arriba a bajo de amor, la única marca que jamás iba a pasar de moda” terminaba diciendo en la primera película Carrie, mientras estaba sentada en una mesa con sus amigas en derredor. Porque nada debería importarnos más, tan solo el amor de los nuestros. No hay bolso, blusa o zapato que pueda con eso.
Y así, sin más, aprendí que las chicas de Sexo en Nueva York nos habían dado lecciones de mucho más que estilo y sexo.