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como ayer / OPINIÓN

Unos zagales casi centenarios (segunda resurrección de una añeja taberna)

23/09/2021 - 

MURCIA. Cuando tantos y tan entrañables comercios han sucumbido al paso de la pandemia y sus restricciones, volver a ver abrirse las puertas de ‘Los Zagales’, tras un año y medio cerradas a cal y canto, ha sido una gran alegría para su nutrida clientela y, desde luego, para quienes hemos frecuentado el establecimiento desde hace cerca de medio siglo.

Hablamos, claro, del edificio anterior al actual, pero del mismo sitio, y de muchos elementos que pasaron de uno a otro para que el establecimiento mantuviera, en la medida de lo posible, su apariencia peculiar, con esa gran vitrina llena de fotos de futbolistas y toreros, sus grandes barriles en el interior (que antes dividían las dos estancias), su larga barra, su aún más larga y exquisita carta de platos típicos y tapas… y su pertinaz ausencia de cafetera.

"siempre ha sido un bar de barra; SU prohibición llevÓ a las dueñas, cuarta generación de propietarios, a un cierre prolongado"

Aunque cuente con unas cuantas mesas en el interior, 'Los Zagales' siempre ha sido un bar de barra, y la prohibición de las mismas, a la vez que su estrechez, llevó a las dueñas actuales, cuarta generación de propietarios del establecimiento, a un cierre prolongado. Tanto, que de no ser por un cartelito que anunciaba que volverían y porque una de las dueñas me lo aseguró personalmente, habríamos caído en la desesperanza.

Ahora, con la feliz reapertura, ofrecen algo insólito a lo largo de la extensa historia del establecimiento: unas cuantas mesas, a modo de terraza, en el anchurón que presenta la calle Polo de Medina en su confrontación con la de Organistas. Una compensación a las limitaciones que aún persisten en el interior.

Abrió en 1926

Cuando digo extensa historia, me refiero a los cerca de un centenar de años que atesora tan acreditado negocio desde su apertura en 1926, cuando el bisabuelo de Carmen y Victoria Bastida comenzó a servir vino tinto de Jumilla y blanco de Tomelloso, amén de coñac, licores, aguardiente, vermut, cerveza y refrescos, como podía leerse en el cartelón situado sobre el portalón de entrada allá por los años 30 del pasado siglo.

Los zagales que dan nombre al establecimiento eran el abuelo y el tío abuelo de las propietarias de hoy, que andaban por el local cuando eran eso, unos zagales, dando lugar a que los parroquianos bautizaran con este apelativo el bar-bodega, que había nacido como sucursal de La Cosechera, afamado negocio sito en la calle de la Rambla que muchos tuvimos la suerte de conocer aún en su estado primitivo. Pero no eran estos dos los únicos lugares donde servían sus caldos cosecheros, pues según un anuncio de prensa de 1929, también se encontraban por entonces al final de la calle de la Gloria, en la Alameda de Colón y en la calle de Cartagena.

Santuario del tapeo

De bar-bodega, 'Los Zagales' se fueron trasformando en santuario del tapeo, y allí tomaron fama, y la siguen teniendo, rebozados como las empanadillas, gabardinas, berenjenas… o las diversas ensaladillas, y lo michirones, caracoles, zarangollo, bocadillos de lo que haga falta… y singulares nombres que se usaron, aunque en gran medida se han perdido, para designar especialidades de la casa, como los talones de muerto (patatas asadas), recortes de quirófano (pulpo), la transfusión con anestesia (sangre de cordero frita con cebolla) o el Pedro Jerez (pequeño bocadillo con tortilla, anchoa y ajo).

En 1986, coincidiendo con su 60 aniversario, y como reconocimiento a sus indudables merecimientos, la Cámara de Comercio de Murcia concedió a 'Los Zagales' uno de sus premios anuales. Fue el de promoción turística, y en esa edición lo recibió también el Hotel Siete Coronas, nada menos.

Poco antes, el penúltimo día de enero de 1984, 'Los Zagales' había estrenado sus actuales dependencias, en el sitio de siempre, tras permanecer cerrado algo más de dos años por el derribo del edificio antiguo y la construcción del que hoy ocupa. Quiere esto decir que aquél cierre fue algo mayor que el provocado por la actual pandemia.

En el anuncio de aquel cierre provisional (aunque se dio como definitivo en la prensa), escribía Carlos Valcárcel en Línea: "Era variada la clientela de Los Zagales, aunque últimamente abundase la juventud. Funcionarios municipales, antes y después de contar con su propio establecimiento, bomberos en especial; traficantes, gentes del mercado (cuando éste se celebraba en la Glorieta y orilla del río), cobradores, recaderos, paseantes sin mejor oficio solían llenar, a todas horas, ésta simpática taberna, situada en lo que antes fuese taller del diario ciervista El Tiempo, de la familia de grandes periodistas y mejores caballeros que fueron los Ortega Pagán y Ortega Lorca".

Y Baldo no dejó de ofrecer su comentario: "¿Dónde se darán cita aquellas rancias fotografías de los ídolos populares de antaño? ¿Dónde los añosos anaqueles, los valetudinarios cromos, los antiguos barriles, el mármol achacoso del mostrador, chorreante de cerveza, los vetustos fanales protectores de las desportilladas escudillas colmadas de fritangas, las destartaladas mesas de pino en la trastienda, bajo un toro moribundo de Párrága, en donde cantar amores y rebeldías de estudiantes y jornaleros?"

Por fortuna, en aquella ocasión 'Los Zagales' sobrevivieron al derribo y reabrieron su negocio renovado, pero con el sabor de siempre, del mismo modo que ahora, Carmen y Victoria vuelven a la carga tras el paréntesis impuesto por las circunstancias dispuestas a comerse o el mundo… o que el mundo coma de lo mucho y bueno que ofrecen, como siempre, 'Los Zagales'

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