MURCIA. El otro día una de mis amigas me recordó una frase. Creo que es una canción de Love of Lesbian que le encanta, pero me hace más gracia atribuírsela a ella, por lo que en mi mente quedará así. A veces tenemos que tomarnos la libertad de crear nuestra propia realidad mientras que la de los demás no se vea alterada. “Deja la cabeza y hazle caso a tu corazón, pero ¿qué hacer cuando tu corazón está fatal de la puta cabeza?”. Es buenísima. Imaginad: el corazón fatal de la cabeza. Es muy provocadora esa frase.
A pocos días de que la Semana de la Moda de Madrid y, en defecto, el Madrid es Moda –del que me he vuelto devoto– empiecen con su pistoletazo de salida, solo me viene a la mente alguien. Era el único que se atrevía a combinar cuadros y triángulos en un bolso. Y hacía una colección en tonos claros y a la siguiente nos sorprendía con una oda al negro. Sus carruseles –o bodegones, como prefiero llamar yo al momento en el que todos los modelos de la colección salen juntos– Su nombre era claro: David Delfín.
Muchas veces salgo de los desfiles en los que todos se impresionan y pienso: eso ya lo hizo David. Sus creaciones jugaban con lo onírico y lo surrealista, eran diseños con mucho carácter, incluso cuando su aspecto era absolutamente minimalista. Provocador en sus propuestas, pero encantador en la cercanía. “David era… te hubiera encantado” fue lo que me dijo mi amiga Sara, quien fue su mano derecha durante muchos años de diseño.
Debutó en Cibeles con la colección Cour des miracles en septiembre de 2002 con una gran polémica. Las modelos desfilaron con capuchas y con sogas al cuello, y donde algunos vieron una apología del maltrato de la mujer y del mundo talibán, él explicó que quiso hacer un homenaje al cuadro Los amantes, de Magritte, y al director de cine Luis Buñuel. Se alzaron muchas voces en su contra, pero la publicidad le vino bien. Y sobre todo porque con su talento demostró que se hablaría de él y no solo por hacer ruido. En la siguiente edición de Cibeles recibió el premio L'Oréal a la mejor colección de un joven diseñador. Y ahí se ganó el título de Enfant Terrible –niño malo– de la moda española que siguió conservando durante todo su reinado en ella.
Es fácil reconocer cuando una prenda lleva la etiqueta de Davidelfín a pesar de que sigan pasando los años. Sus piezas suelen seguir líneas limpias y minimal; juega con el surrealismo (un esmoquin dibujado, por ejemplo) y es experto en dar un toque masculino muy característico a sus colecciones femeninas. ¿Sus clásicos? Camisas blancas con cuellos abrochados hasta el cuello, camisetas deseables (y éxitos de ventas) y sudaderas icono.
Davidelfín empezó como una expresión artística a todos los niveles y esa esencia -aunque su mayor reconocimiento haya sido a nivel textil- no la ha perdido en ningún momento. Empezando por su logo, el nombre de la marca en una tipografía exclusiva diseñada por el propio David escribiendo con su mano izquierda. En otros formatos, expuso en 2013 una colección de ilustraciones propias en la galería de su amiga Topacio Fresh, diseñó el vestuario de Los amantes pasajeros, de Pedro Almodóvar y lanzó al mercado una línea de ropa de cama.
Recuerdo su última colección como si fuese ayer. La afición futbolera hecha moda. Ese fue el núcleo de la propuesta con la que Davidelfin dio el saque inicial al calendario de desfiles de la fashion week madrileña, centrándose en un complemento muy invernal: la bufanda. Pero no cualquier tipo: concretamente la deportiva, y con más exactitud de la selección española, escudo incluido, sobrevolaba todas las prendas, bien fuera bordada, bien colgando de ellas o simplemente colocada encima. El desfile estuvo dividido en dos tandas, con la primera muy sporty (sudaderas, vaqueros Levi's 501 customizados y vestidos de materiales técnicos rematados con unos plisados que recordaban vagamente a las faldas de tenis...) y la segunda completamente sastre: camisas, trajes y abrigos clásicos. Una remontada que llevó al tanto final, ya en tiempo de descuento, de un vestido largo hecho con un patchwork de bufandas, cuyos flecos rozaban la moqueta plantada sobre la pasarela.
Los ojos acaparaban toda la atención del look que Davidelfin había creado para su colección Mentiras, ya fuese bajo las gafas de sol o gracias al maquillaje, centrado en esa zona. La piel se dejaba prácticamente limpia (con base y corrector para igualar el tono y crear algún punto de luz) al igual que los labios y los párpados. Como contrapunto a esa sensación de desnudez, las pestañas se cargaban, tanto arriba como abajo, con varias capas de rimmel. "Sin definirlas, porque buscamos un acabado desigual, incluso aplicándola a pegotes", explicó José Belmonte, encargado de maquillaje de MBFWM, sobre este efecto de mirada de muñeca. El pelo, suelto y con raya al medio muy marcada, también se dejaba natural.
David fue un provocador y la provocación siempre ha sido muy mal vista. Provocar con sentido tiene que hacer que nos sintamos vivos. Vivir impasibles ante lo que sucede a nuestro alrededor debe de ser aburridísimo. Debe de ser algo así como un mundo sin lluvias o una vida sin viento. Tiene que haber viento para después poder apreciar la paz de un día soleado. Y David era ese viento de tormenta. Y después de él, ya nada me ha sorprendido.
Y así, sin más, homenajeé al delfín antes de que Madrid volviese a vestirse de moda.