MURCIA. Durante cuatro años, el psicólogo y fotógrafo cartagenero Gabriel Navarro estuvo acudiendo al mismo lugar, el rompeolas que hay frente al Paseo de La Barra de Cabo de Palos, para capturar con su cámara lo que acontecía sobre este muro alargado de unos dos metros de anchura que se inserta en el mar. Allí fue testigo de un sinfín de escenas, de idas y venidas de vecinos y turistas que, también en comunicación con el mar, daban riendas a sus emociones. El resultado ha sido el proyecto Trazas sobre el muro, que nació hace un par de años y que, desde entonces, no ha dejado de darle satisfacciones a su autor, habiéndose expuesto en numerosas salas y logrando una Mención de Honor en los prestigiosos International Photography Awards (IPA). Este verano, la colección de imágenes ha viajado al lugar donde nació y se expone hasta el 25 de agosto en el SubUp Hostel de Cabo de Palos.
Allí, huéspedes y visitantes podrán contemplar las escenas que fotografió Gabriel Navarro en lo que él considera "un espacio mágico", ya que este muro está rodeado de mar -a un lado la bocana y al otro el mar abierto-, invitando a quien lo transita a dejar volar sus emociones. De todo podrá encontrar el espectador: turistas en busca de la mejor foto, paseantes, deportistas, niños jugando, amigos charlando, pescadores e, incluso, novios con el traje de boda.. gente riendo, bailando, cantando sobre el rompeolas... pero también, en ocasiones, mostrando tristeza, soledad e, incluso, llorando (aunque estas imágenes no formen parte de la exposición).
"Caminar sobre un rompeolas frente al mar es como transitar el borde de un abismo ilusorio. Nos deslizamos sobre el muro con magia natural entre las aguas a cada lado. Obligados a acoplar nuestros pasos, nuestra rapidez y equilibrio a la anchura del muro que pisamos y al viento que ceñimos. Nos confiamos serenamente a su paseo, seguros de nuestra habilidad para no caer al agua. Nuestros pies aceptan el desorden de las rugosidades en la piedra alterado por los impactos del mar. Sintiendo el aire marino en la cara y en la piel, lo inspiramos como si no lo volviéramos a albergar nunca más", señala el texto que acompaña la muestra.
Y añade: "El horizonte a lo lejos lo trasladamos a nuestro gozo interno en esa alfombra de piedra que nos lo permite casi todo. Insertados entre el mar, se evade el pudor ante nuestros infinitos gestos y toda suerte de posturas. Sumergimos las penas cuando nos reclinamos en él, y embelesamos las alegrías al saltar y danzar en su escenario. Dialogamos con nuestro cuerpo frente al mar y con la roca inmensa del muro que pisamos. Encubrimos de forma inocente su encaje con la tierra, y lo convertimos en territorio a nuestro antojo para sentirse vivos. El solaz de sus paseantes, la jocosidad de algunos rasgos, el drama de ciertos semblantes, el goce de sus miradas y el porte de sus cuerpos transitando hacia un desenlace incierto, lo transfiguran en ese abismo de deseos y esperanzas. Creamos sin pretenderlo insondables trazas sobre el muro".