hecho a mano / OPINIÓN

Un bidé en la cabeza

21/02/2021 - 

MURCIA. Si me dejara sorber el seso, entre las aplicaciones de venta de segunda mano y la pavisosa de Marie Kondo, con tanto minimalismo estaría viviendo en el mismo sitio donde voy a pasar el final de mis días: un panteón.

"¿Y qué hago con mi marido? ¿En qué contenedor lo meto? En el orgánico, será"

Esta geisha moderna, virtuosa del orden y el espacio te comprime la cómoda en un archivo Zip. Me despertó tanta curiosidad cuando me lo contaron que fui a devorar los secretos de la maga japonesa. La sorpresa llegó cuando descubrí el misterio de su método: tirar todo lo que ya no usas. ¡Pues vaya descubrimiento! A priori esto parecía fácil, pero luego pensé: ¿Y qué hago con mi marido? ¿En qué contenedor lo meto? En el orgánico, será.

El caso es que estos fines de semana de ostracismo tras la represión hostelera me han llevado al abismo y en un momento de enajenación terminé por poner en marcha el KonMari. Ahí me ven ustedes tirando mi cazadora lavada a la piedra que con tanto amor he atesorado desde los ochenta, mi Lacoste azul marino y los calentadores que mi abuela me tejió con la lana que le sobró de su toquilla. Me di cuenta de que en este frenesí había perdido la cordura cuando en un momento de lucidez me encontré dándole las gracias a mis bragas… Bueno…, es muy largo de contar, mejor vean el documental.

Tras recobrar la sensatez hice un ejercicio de reflexión y decidí que era mejor el plan de vender lo que ya no uso, tal y como reza el eslogan. Mucho más circular, además de atraerme la idea de sacar un dinerillo. No sabría describir la experiencia…, como cuando conocías a un chico y te pasabas las horas pegada al fijo por si te llamaba, que no lo cogiera tu madre… Pero nunca te llamaba, pues esto igual. Así que mi casa se ha convertido en El Corte Inglés… Un almacén con un montón de stock al que no sé cómo darle salida, porque ni lo tiro ni lo vendo. ¡Mátame, camión! Ahora soy yo la que va a ir  directa al contenedor del proyecto Abraham.

Es cierto que el apego es mal consejero y la nostalgia ocupa mucho espacio: esa bombonera de cristal de Bohemia de la lista de boda de su primer matrimonio (¡lista de boda, hay que ser rancio!) o el álbum de Naranjito España 82… No creo que nada de esto despierte en usted ningún sentimiento de júbilo al verlo…, si se separó porque no pasaba por la puerta de la catedral de Burgos y… ¿Naranjito?¡Por Dios!, si caímos en la segunda ronda.

Todo esto está muy bien, pero ¿qué pasa con esas cosas que no puedes ni tirar ni vender? ¿Qué hay del bidé? Ahí está en su baño, majestuoso, ocupando un espacio precioso. Nadie le da importancia, pero si no lo tuviera ampliaría la encimera y pondría un frontal de esos con doble lavabo encastrado digno de una portada en El Mueble. Hasta ahora no se había dado cuenta, pero cada vez que se sienta frente a él (¡ejem!) lo piensa. ¿Cierto? Aunque parezca inofensivo, le mira altivo desafiando sus momentos de intimidad.

A donde quiero llegar hoy es que al igual que el bidé, hay cosas enquistadas en nuestra vida, físicas pero también emocionales sobre las que nunca tomamos decisiones. Hay que buscar tiempo para hacer limpieza y decidir qué y a quién sacamos para siempre de nuestra vida y disfrutar así ,como dice la geisha, de la felicidad después del orden… y como dice la firmante, y antes de llegar al panteón.

Gracias por su lectura.

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