COMO AYER / OPINIÓN

Un as en la manga

4/07/2020 - 

Primero pensé en escribir este sábado de fútbol, con permiso del amigo Manolo Tallón, habida cuenta de que está próxima a concluir la temporada en la que se han cumplido 50 años del primer partido televisado al Real Murcia, en el que el guardameta Gómez realizó la suerte de ejecutar con tino un penalti.

Luego me incliné por el conflicto que vive la Cofradía de Jesús, en abierto enfrentamiento con el Obispado tras las elecciones convocadas en diciembre del pasado año y las reconvocadas para este mes.

Pero acabé decidiéndome por tomar el derrotero playero, consciente de que la nueva normalidad vacacional, y la masiva afluencia a las playas, a la que ya me referí en ocasión anterior, es asunto más propio de estas fechas y circunstancias.

Concurren en este verano de las mascarillas y los rebrotes, una serie de factores que lo hacen atípico y que conducen al hecho, que se tiene a estas alturas como cierto, de que el turismo sin salir de la Región y alrededores se va a llevar mucho, y todo apunta a que La Manga será uno de los lugares preferidos para gentes del lugar y forasteros.

Aparte de sus condiciones de enclave privilegiado entre dos mares, se considera destino económico y seguro, lo que no es cuestión baladí  a estas alturas y con lo que está cayendo. Y más privilegiado podría haber sido, seguramente, si aquella barra arenosa delimitadora del sufrido Mar Menor se hubiera urbanizado con mejor criterio. Pero, claro es, eran tiempos de desarrollismo a ultranza, de lanzamiento del turismo como gran fuente de ingresos y de Maestre dispuesto a exprimir el limón… y salió lo que salió.

Cosa bien distinta era La Manga no hace tanto. Uno recuerda haber sido llevado de excursión a aquellos grandes arenales siendo aún escolar, y haber admirado las interminables dunas que cruzaba una desierta carretera para dar servicio a los primeros edificios que allí se alzaron. Películas como ‘La vida sigue igual’ (1969), con Julio Iglesias como protagonista; o ‘En un lugar de La Manga’ (1970), de Manolo Escobar y Concha Velasco, dan testimonio de lo que era aún por entonces este singular espacio.

Pero si le seguimos el rastro a La Manga en las hemerotecas podemos encontrar algunos datos mucho más remotos y, sin duda, sumamente interesantes. Como por ejemplo el anuncio del alcalde de San Javier, fechado en noviembre de 1845, por el que se daba a conocer que habían sido aprobados, en primer remate, algunos arrendamientos municipales para el año siguiente, entre los que se contaban los de los pastos de La Manga por la cantidad de 260 reales anuales.

También podemos dar noticia de que el 15 de noviembre de 1862 alumbró por vez primera el faro del fondeadero del Estacio. Era entonces el alcance de la luz, en condiciones normales, de seis millas; tenía 18,72 metros sobre el nivel del mar y 14 sobre el terreno.

Y mucho antes, en una descripción del siglo XVI (1589), se nos refiere que junto a Cabo de Palos, “hay unas salinas principales, llamadas de San Ginés, y otras llamadas del Cabo de Palos; y luego, a la mano izquierda, siguiendo derecho al norte, una manga de tierra, la cual se enangosta entre la mar mayor y una albufera que hay de más de siete leguas de largo y casi dos de ancho por lo más”, y en cualquier parte que se cavase en la arena, “aunque sea con la mano, sale agua dulce, de donde se proveen muchos navíos”.

También indica el relato que tiene “dentro de sí esta albufera sus islillas pequeñas, y dos de ellas con muchos conejos”, llamadas la Perdiguera y la Isla de los Conejos o Isla Mayor. También dos bocas o golas “por donde entra agua de la mar mayor a ella, diferenciadas por la gola mayor y la gola menor, y están una de otra como dos leguas poco mas o menos. Por la menor no puede entrar barco ni otro navío, por el bajío que tiene, y en la mayor, que está en término de la ciudad de Murcia, hay una torre fuerte para defensa de la pesquera que allí se hace con muchas palizadas o cañizadas, y esta torre se llama la Torre de la Cañizada. Críase en esta albufera mucho pescado y bueno, al modo de los barbos del Tajo y mayores, pero mucho más sabroso y gordo”.

Y termina: “Suelen los enemigos varar barcos por esta manga de tierra y hacer presa en la gente del campo y en pastores y otros que se van a recrear allí, tornándose y dejando los barcos a la orilla de la albufera y entrando en sus bajeles, que están a la otra orilla de la manga, a la mar mayor”.

Son sólo algunas pinceladas y curiosidades sobre lo que un día fue la tantas veces nombrada como joya del turismo regional. Pero lo que la mayor parte de estas lecturas y regresiones temporales vienen a corroborar es que joya, lo que se dice joya, lo era en realidad antes.

Nota: El título que encabeza el artículo ya lo utilicé hace 35 años para una crónica ciclista. Pero creo que tiene en esta ocasión tan buen encaje como en aquella.

José Emilio Rubio es periodista