crónicas de una región misteriosa

Todos los enigmas sin resolver del crimen de El Cónsul, el hotel maldito de La Unión

7/04/2024 - 

MURCIA. El Cónsul era el nombre de un complejo hotelero que esconde, a poco más de 10 kilómetros de Cartagena, un oscuro secreto, una historia llena de misterio y de interrogantes. A día de hoy, casi 40 años después de los hechos que vamos a relatar y tratar en el presente capítulo, sigue siendo uno de los homicidios sin resolver en la Región de Murcia. Ubicado en el Polígono Industrial de Los Camachos el asesinato de su regente hizo correr ríos de tinta y…ríos de sangre.

La prensa de la época informaba: "El 27 de marzo de 1982, tendido en el suelo y sobre un charco de sangre, aparecía el cadáver de Alfonso Martínez Saura, dueño del Hostal El Cónsul. Tenía 63 puñaladas, aunque, curiosamente, ninguna mortal de necesidad. El local estaba cerrado a cal y canto: nadie pudo entrar ni salir. Hay quien desde el principio lo tuvo claro: a Alfonso lo había matado un fantasma".

El dueño del hostal era Alfonso Martínez Saura, quien había llegado a ser cónsul de España en Costa de Marfil, de ahí el nombre del propio hostal, y había atesorado cientos de objetos de valor de su época africana. 

Quienes lo conocieron destacaban que era un hombre culto, educado, respetuoso con las tradiciones y con el resto de religiones, muy alejado de la época; muy posiblemente por los contactos con otras culturas y religiones desarrolló un misticismo extremo que le hacía interesarse por el más allá y por contactar con otras dimensiones.

De entre todas las personas que le rodeaban el que más horas pasaba en el hostal era Antonio Mata, policía local quien comenzó a observar comportamientos extraños en el propio Alfonso.

Nos situamos en 1982. A pesar de que el incidente se dice que ocurrió el 27 de marzo de ese año, hemos de situarnos unos días antes, cuando se deja de tener contacto con Alfonso. Un personaje como el antiguo cónsul de Costa de Marfil desde luego no pasaba desapercibido para nadie y menos para un pequeño municipio como es La Unión. El hostal apenas llevaba abierto unos años y, aunque de un acceso algo complicado, si conocías la carretera correcta desde luego llegabas en unos pocos minutos. El lugar donde se cerraban tratos, se jugaba a las cartas, al tenis y otras actividades prohibidas era el centro de las críticas y comentarios de muchas personas.

Como decimos se deja de ver pasear a Alfonso Martínez por las calles de La Unión. Nadie le echó en falta debido a que el hostal en ese año estaba lejos de ser ese local de moda al que todo el mundo quería ir y compartir momentos con los amigos. Pero lo cierto y verdad es que Alfonso no dio señales de vida.

La misma tarde de ese 27 de marzo uno de los camareros del hostal se disponía a entrar a trabajar y comenzar su jornada de forma habitual. Intentó abrir las puertas para realizar las labores de inventario de suministros y materiales como llevaba haciendo todos y cada uno de los días, pero esa tarde tanto la puerta principal como la trasera, así como todas las ventanas estaban cerradas. No pudo acceder al interior puesto que se encontraban cerradas desde dentro, hecho que le pareció extraño y le llamó poderosamente la atención, lo que lo lleva a denunciar a la policía que en el hostal estaba sucediendo algo ya que Alfonso Martínez nunca dejaba de esa forma y sin previo aviso el hostal.

Rompiendo una de las ventanas, Antonio pudo entrar al hostal y comprobar que todo estaba en orden: los muebles intactos, las luces de los pasillos encendidas, los cuadros perfectamente colocados, dinero en la caja de recepción, anotaciones de los trabajadores de días anteriores. Todo correcto. Paseando por los pasillos y las habitaciones comprobó que los elementos estaban correctamente colocados, que no faltaba nada y las camas estaban hechas. Todo estaba en su lugar correspondiente como siempre salvo por un pequeño detalle, Alfonso Martínez no aparecía por ningún lugar.

Antonio comenzó entonces a buscarlo con cierta celeridad e inquietud, notando que conforme se adentraba al interior del hostal sentía cada vez más frío en su cuerpo, cosa que achacó a la hora de la noche en la que se encontraba y el propio entorno del lugar (recordemos que el hostal estaba en lo alto de una pequeña llanura). Cuando llegó a la zona del salón principal del hostal la cara de Antonio cambió por completo; soltó el equipo que llevaba consigo y dio la voz de alerta, pues había encontrado a Alfonso, muerto, sobre un charco de sangre a los pies de la barra de bar en donde aún se podía ver el vaso de licor que estaba consumiendo. 

La autopsia reveló que Alfonso murió desangrado por las 63 cuchilladas, ninguna mortal de necesidad. Pero sí apareció con cabellos cogidos en una de sus manos, síntoma de que había estado luchando, cabellos que no pudieron cotejarse con nadie registrado, era como si su asesino no existiera, aunque el hecho de que se desangrara poco a poco implica que quien lo mató deseaba que sufriera. Cierto es que su cartera apareció varios días después de su muerte en los alrededores del hostal, pero llena de dinero y con toda la documentación de Alfonso. Desde luego, este no fue el móvil del crimen.

La misma policía contempló todas las hipótesis posibles desde un crimen pasional hasta el robo de objetos preciosos procedentes de África, pero todas se chocaban con la cruda realidad que no era otra que el hecho de que el hostal estaba cerrado desde dentro, que no apareció el arma homicida ni huellas o ADN que pudiera localizar al asesino y que todos los objetos estaban en su sitio, no se había robado nada.

De este asunto ha sido Antonio Pérez quien más ha estudiado el caso a través del SEIP (Sociedad Española de Investigación Paranormal) quienes realizaron varias sesiones con el fin de obtener psicofonías intentando conocer las causas y las circunstancias del asesinato y los autores del mismo. Tras varios intentos en el año 2009 pudieron documentar varias voces en las que se escuchaba tras las preguntas del investigador: "Ayuda, necesito ayuda". También se escuchaba la voz de un hombre que decía "socorro" y la voz de una mujer que gritaba "venga a pegarle […] por aquí". Otras voces que se pudieron constatar decían: "Aquí nací…muero aquí"; "por mentir; ¡cerdo! ¡muere por mentir!"; o "Ascensión, asesina".

   

Santi García es responsables de Rutas Misteriosas y autor del libro 'Murcia Sobrenatural'

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