MURCIA. Algunas personas hacen dinero; otras hacen historia. La frase es de Peter Hook, uno de los socios fundadores de The Haçienda, el club de Mánchester que revolucionó la historia de la música. Por aquel entonces, Hook formaba parte de New Order, cuyo éxito se convirtió en la principal fuente de ingresos de dicho club. Tony Wilson, director de Factory Records, el sello para el cual grababan, y su mánager, Rob Gretton, se ocuparon de montar la sala y de hacer de ella un punto de encuentro que funcionaba también como laboratorio de ideas. En el plano económico, The Haçienda fue un desastre financiero prácticamente desde el día en que abrió sus puertas en 1982. El cómico Bernard Manning, que actuó allí esa primera noche lo vio tan claro que no quiso ni cobrar. Los años terminaron dándole la razón.
Hook ya contó su versión de la historia con pelos y señales en un libro que la editorial Contra publicó en España hace unos años. The Haçienda. Cómo no dirigir un club recogía la visión del único miembro de New Order que trabajó en la sala durante una temporada. Ahora es su mujer, Rebecca Hook quien publica The Haçienda: Threads, un libro basado sobre todo en las imágenes, para ilustrar lo que fue aquella locura de club. Rebecca ha introducido en el relato a personajes que también transitaron por allí y que no necesariamente pertenecen al mundo de la música. Diseñadores de moda, fotógrafos, empresarios. La idea de Wilson era crear un lugar que fuese un punto de encuentro para la creatividad. The Hacienda: Threads recrea ese ambiente irrepetible a través de flyers, invitaciones, carteles y muchas fotos que recuerdan lo que por allí se coció durante tantas noches.
El local estaba pensado como una especie de servicio público. Abría sus puertas diariamente a pesar de que la mitad del tiempo estaba prácticamente vacío. La cerveza era la más barata de la ciudad. La programación de conciertos abarcaba todo tipo de posibilidades, desde bandas locales de éxito como los propios New Order a debutantes como Madonna, que realizó allí su primera actuación en suelo británico, o leyendas vivas, como John Cale, que actuó ante cuarenta personas que, encima, se pasaron todo el concierto hablando. Al igual que otras de las empresas promovidas por el incansable Tony Wilson, aquello fue una mezcla de utopía y delirio. A Wilson, fallecido en 2007, ya tuvimos la oportunidad de conocerlo gracias al biopic que le dedicó en 2002 Michael Winterbottom, 24 Hour Party People. Presentador de televisión con ideas brillantes y un ego desmedido, en 1978 creó Factory, que primero fue club y luego sello discográfico. Su marca en la historia quedó gracias a lo segundo, ya que fue el sello del que también salieron Happy Mondays, OMD y James, además de grupos innovadores como A Certain Ratio y Durutti Column, por no hablar del trabajo del diseñador Peter Saville, responsable de las portadas de todos sus lanzamientos, algunas de ellas tan históricas como la del maxi Blue Monday.
Wilson creía que la música pop aún podía ser revolucionaria y se empeñó en abrir un local que fuese como un regalo altruista a su ciudad. Una sala que dinamizara la cultura de Mánchester y que se convirtiera en un crisol de tendencias en el que de nuevo, tal y como había hecho con Factory, convergieran las viejas vanguardias europeas y las nuevas corrientes provenientes de Estados Unidos. Del mismo modo que Saville se inspiraba para sus diseños gráficos en Jan Tschichold y en los futuristas, Wilson sacó el nombre del club de un poema del político y activista Iván Chtcheglov, uno de los referentes del situacionismo. También olvidó un detalle fundamental para que dicha propuesta funcionara: dejarla en manos de gente que supiera lo que estaba haciendo. Los únicos que ganaron dinero en The Haçienda fueron los camellos, que se hincharon a traficar a sus puertas, así como los djs, que cimentaron allí su estatus estelar. A consecuencia de ello, el club se convirtió en la plataforma de lanzamiento del house y las raves. La oleada de música de baile que inundó Manchester a partir de 1988, llegó desde Ibiza, pero se filtró antes a través de The Haçienda y terminó contagiando a Inglaterra primero, y después a medio planeta.
En su libro, Hook contaba la ascensión y caída de la empresa sin escatimar detalles ni esconder su ya habitual sentido del humor. Autor también de otras dos biografías centradas en Joy Division y New Order, Hook evitaba tomarse en serio a sí mismo en serio, actitud que contrastaba con la de su excompañero y, desde hace años, también su gran némesis, Bernard Sumner, autor de New Order, Joy Division y yo. Hook dejó la banda en 2007, a pesar de que el sonido de su bajo es una de las partes más emblemáticas del sonido de New Order. Las batallas judiciales que sobrevinieron después no hicieron más que agrandar la brecha entre ambas partes. Su testimonio de lo que fue The Haçienda es ya todo un clásico de la literatura pop entre otras cosas por el humor con el que está relatada la historia. La ineptitud empresarial de sus responsables está contada con mucha gracia y muy poca vergüenza.
Ahora, The Hacienda: Threads aporta un nuevo capítulo a la leyenda. El libro incluye textos de Irvine Welsh, Noel Gallagher, Todd Terry, Bez, Rowetta o Roger Sanchez, así como testimonios de antiguos trabajadores del club. Entre estos figura la de Ben Kelly, el arquitecto que diseño el local: “New Order volvieron de Nueva York alucinados con lo que allí habían visto y dijeron: “Queremos un local así”.” Concibió un espacio que era como una catedral moderna, pintada en blanco y amarillo, con franjas negras, los colores que definirían para siempre al club. Estaba pensado para que fuese ser un espacio maleable y que se convirtiera en lo que fuera necesario según la ocasión. Allí se hicieron pases de modas, lecturas de libros... hasta se llegó a instalar una piscina hinchable. El éxtasis hizo acto de aparición y el proceso de caos se aceleró. El club cerró sus puertas en 1997 a causa de la violencia que las bandas de traficantes generaban dentro y fuera de sus puertas. La debacle económica fue total. Sin embargo, el prestigio de The Haçienda es imborrable.