En economía es esencial el "optimismo", pues –como la Bolsa- se mueve en base a expectativas. Por eso basta que a los actores económicos nos entre el miedo, para que la economía se contagie y se contraiga: se desacelere el consumo, se retraiga el gasto de las familias, esto se refleje en la producción, y automáticamente entremos en ese círculo vicioso que lleva a la recesión y a las consecuencias que todos conocemos, encabezadas por el aumento del paro.
Pero por muy optimistas que queramos ser, no hace falta tener una bola de cristal para saber que este próximo otoño va a ser difícil para miles de empresas y autónomos en nuestro país. Sectores como el turismo (hostelería, restauración, transporte, etc.) o el ocio, pero también empresas de servicios asociados a esos sectores u otros como la construcción; van simplemente a "sobrevivir" al verano. Y durante los próximos meses, salvo que se produzca un profundo cambio en la situación sanitaria (que no parece posible dado el desconcierto y la descoordinación entre las autoridades) empezará la cascada de concursos de acreedores.
Aunque ahora sólo indirectamente, durante más de veinte años me he dedicado casi de modo exclusivo a la dirección y gestión financiera de empresas de distinto tamaño; trabajando en sectores también diferentes, y con culturas empresariales de lo más variado: desde alguna pequeña empresa familiar, a multinacionales extranjeras con culturas muy distintas a la española, e incluso a la europea.
Y vamos a entrar en un periodo en que la gestión financiera en todos sus aspectos va a resultar esencial para la supervivencia de las empresas: desde la gestión de las inversiones (pocas quizá durante este periodo), pasando por la de flujos de efectivo, la financiación de los stocks (tantas veces el “agujero” de las empresas se produce al no dar la debida rotación a los productos), etc.
Confío en que muchas empresas hayan hecho ya los "deberes", de lo contrario quizá no van a poder ser capaces de superar la segura contracción de actividad que se nos viene encima. Y en esto, como nos repetían cuando estudiábamos: "las buenas notas se sacan en octubre…": no sirve de nada estudiar la noche anterior al examen. O mejor: quizá ese estudiar la noche anterior nos servía entonces para aprobar, pero después la “vida real” te pone en tu sitio…
Y como en economía estamos en la 'vida real' o los deberes se hacen cuando toca, o esa vida nos va a poner en nuestro sitio. Sé de empresas que durante los meses de confinamiento y posteriores han aprovechado para reestructurar sus finanzas, y prepararse para las “vacas flacas”. Ante la posible reducción de ventas han decidido parar algunos proyectos de inversión o reconducir inversiones hacia líneas distintas procurando reducir los plazos de retorno, han visto formas de redimensionar sus stocks reduciéndolos al mínimo al tiempo que estudiaban como evitar rupturas, o han aprovechado esos préstamos avalados por el Estado para -mediante pequeñas inversiones- buscar nuevos canales de venta (tiendas on line, etc.)
Pero ahora nos va a tocar también a todos hacer una buena gestión de tesorería: equilibrar los cobros y los pagos. No pretendo hacer un desarrollo teórico sobre esta gestión, porque ni es el lugar adecuado, ni me veo capaz de hacer una exposición ordenada y sistemática como la que podemos encontrar en cualquier manual.
Tan solo animar a pensar en dos características que debe tener cualquier gestión de tesorería que utilicemos. Cualquier gestión de éxito requiere ser ORDENADA y SISTEMÁTICA. Y esto no nos lo asegura el mejor programa informático del mercado: depende únicamente de nosotros mismos.
Recuerdo la sencilla y efectiva gestión de tesorería que llevó a cabo un amigo mío, director financiero en una empresa azulejera de la comunidad Valenciana y, que en medio de una crisis de la construcción, pasó grandes dificultades.
Además de sus negociaciones con los bancos, etc., cuando se vio agobiado por las llamadas de proveedores reclamando pagos, decidió 'reprogramarlos' en función de sus previsiones de ventas y de cobros. Y así, cuando llamaba un proveedor y no podía pagarle, le decía por ejemplo: "llámame el jueves de dentro de dos semanas, y lo vemos, que ahora voy muy justo de tesorería". ¡Y anotaba en su agenda que tal jueves le llamaría ese proveedor!
Y me explicaba: si llegaba ese jueves y el proveedor no llamaba, lo pasaba al final de mi lista de pagos, porque quizá no le urge tanto el dinero… Con esta sencilla "gestión de tesorería" logró los dos objetivos que se había marcado: que la empresa superase ese bache, y no perder a ninguno de sus proveedores.
No hay una 'gestión financiera' o 'de tesorería' perfectas. Cada empresa requerirá la suya e incluso cambiante dependiendo de su momento económico. Pero siempre es un aspecto esencial, al que debemos dedicar tiempo y conocimiento. Y como decía, eso requiere -además de dedicación diaria- ORDEN y SISTEMÁTICA.
Javier Giner Almendral es economista
Linkedin: Javier Giner