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reflexionando en frío  / OPINIÓN

Tener cara de corrupto

23/10/2024 - 

No sé si se han fijado, pero los protagonistas de las tramas corruptas tienen todos cara de pícaros. Leía el otro día un reportaje en el que personalizando a cada uno de los protagonistas del caso Koldo ponían junto a una fotografía de los susodichos mientras elaboraban su protagonismo en la trama; parecía la sinopsis de la última película de Torrente. Manuel Marlaska, uno de los periodistas de sucesos más prestigiosos de nuestro país, dijo en una entrevista con Carlos Padilla en The Objetive que a diferencia de lo que nos quiere proyectar el halo Hollywoodense, los delincuentes suelen ser los personajes más zafios que te puedes echar a la cara. Es más, normalmente, en la caracterización genética del destino suelen tener apariencias similares. Es como si les hubieran sacado de un molde, de una fábrica. Si Aristóteles atribuyó el alma dorada para los líderes, debió proyectar la de serrín para los que se meten en asuntos turbios dudosos de alguna inteligencia.

En política no solo son turbios aparentemente los que se ven, a los que les han pillado presuntamente con el carrito del helado, a veces el que prepara los ingredientes se sale con la suya y sigue cocinando a su antojo. Perfiles que no levantan sospechas, intuiciones turbias que no son ni percibidas por los ojos más clínicos de la investigación. Normalmente estamos acostumbrados a equiparar lo inmoral con lo ilegal; sin embargo, no estamos en una sociedad puritana en la que se auditan los instintos básicos y en ocasiones lo que no se aleja de la normalidad no tiene por qué ser ético. Un recuerdo sentido para Pablo Casado que estableció sabiamente esta distinción. Hay personajes siniestros que uno conoce en el turbio mundo de la política que cabe preguntarse cómo no han sido nunca objeto de alguna investigación. Seguramente lo serían si no hubiese ningún tipo de linde entre lo moralmente reprobable o lo legal. Si determinados comportamientos privados que rozan las malas praxis fuesen delito las cárceles estarían llenas de cargos públicos. No creeríais lo que he visto en escenarios dispares, actitudes alejadas de la ejemplaridad que se le presupone a los líderes políticos. Conversaciones, borracheras pagadas con dinero ajeno…

Creo que existe un tipo de hombre al que su lado oscuro le incita a escoger el camino de la perdición. Almas errantes que están en la política pero también en otros estamentos sociales. El otro día Juan Fernández-Miranda dijo en una entrevista en Alicante Plaza que quizá PP y PSOE deberían filtrar más a quién ponen en sus listas electorales, y en cierta manera, olvidamos que los partidos tienen una labor de criba fundamental para la sociedad. Todos los que cuenten con algún tipo de influencia en los organigramas partitocráticos deben ser valientes y depurar a cuanto sea necesarios que rezume cualquier tipo de aroma de naturaleza arribista. Me acuerdo cuando hablando con un joven pupilo en Ciudadanos, y al preguntarle inocentemente qué era lo que le había hecho tomar la decisión de cambiar el Partido Popular por la formación de Albert Rivera, me dijo sin escrúpulos que el principal motivo era que no le habían puesto en listas para ser concejal. Se le veía a legua que veía la política no como un medio sino como un fin en sí mismo. Llamé a la cúpula y le alerté de aquel posible oportunista. Si los escándalos políticos llenan portadas es porque los buenos que podían haber hecho algo se quedaron de brazos cruzados o hicieron la vista gorda. 

Si en el seminario se discierne entre los clérigos las capacidades de los futuros sacerdotes, deberían establecerse determinados filtros a la hora de apostar por ciertos perfiles que serían deshonestos en cualquier otro lugar que no fuera la política, lo que ocurre es que cuando estos pícaros dan el salto a la cosa pública no roban el dinero privado sino el de todos.   

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