hecho a mano / OPINIÓN

Soliloquios de una neurona

4/06/2020 - 

El otro día me preguntaron ¿Y tú de qué escribes?, y ahí me quedo yo clavada con esa mirada hacia arriba a lo Hommer Simpson sin saber qué contestar. Pues no escribo sobre nada de actualidad ni intelectual, escribo sobre mis ideas felices, lo que coloquialmente se viene llamando ‘pajas mentales’. Soy una mujer mundana y lo más cerca que he estado de levitar cual Teresa de Ávila ha sido aquel día que tras extralimitarme con los quintos una ventosidad me elevó del sillón.  

No puedo escribir sobre nada profundo porque tengo una sola neurona pero no sabe la guerra que da. Es como la teoría de los hijos, es mejor tener dos para que se hagan compañía porque con el paso de los años se vuelven contestatarios.

El caso es que se monta unos soliloquios que me lleva loca. En cuanto me descuido ahí está, es como una radio de fondo. En mi deseo de abandonar las drogas, dígase Ibuprofeno, buscando alternativas he llegado hasta el mindfulness que por lo visto es a las neuronas lo que el spa a mi cuerpo serrano: un remanso de paz. Así, tras bucear en Internet me animé a hacer el ejercicio de la pasa. Parecía fácil. Para empezar me fui a Mercadona y compré un paquetito de pasas de Corinto, que de eso tampoco tengo en casa porque es demasiado healthy para mi familia.  

Me levanto con la legaña en el ojo a las 6 de la mañana en busca de la intimidad que te da la hora de las gallinas, enciendo la lamparita de la sala, busco una lista en YouTube  y encuentro ‘Meditación milagrosa’ y  me digo, -¡Ésta! porque un milagro va a hacer falta para que la del ático se calle. Me siento en una silla en mitad del salón, el culo pegado al respaldo, la espalda recta, los pelos haciendo cresta de la almohada y me dice la del ático: - ¡Pareces una cacatúa!

¡Uf! Vamos mal, así no hay quien se concentre. Cojo la pasa, la miro, le doy vueltas, me concentro en la textura y de nuevo la vecina:

- ¡Qué casualidad! Esto es lo mismo que veo yo en el espejo por las mañanas. Tú verás a Beyoncé pero estás como la vieja del visillo.  A ver si nos vamos dejando las cremas del Lidl a tres euros.

- ¿Te quieres callar? -apunta mi yo consciente.

Huelo la pasa que oler… oler… ¡qué peste! Huele a plástico… ¡Venga!, a la boca.

Mi yo consciente:  -¿Qué hago yo aquí?  Con el sueño que tengo… para comerme una pasa… y ahora cuando me la coma…. ¿qué hago levantada a estas horas? … Pues te vuelves a la cama y tan ricamente.

La del ático: -Mira que luego no te levantas ni con grúa.

Y a todo esto ¡aggg! , la pasa en el gaznate que no va ni para arriba ni para abajo. ¡Que me ahogo, agg!

La del ático: -¿No ves bonita? ¿A ver dónde está ahora el guapo que te hace la maniobra de Heilmlich? Durmiendo.

Mi yo consciente: - ¿Te quieres callar y ayudarme? ¡Piensa! ¡Agua!

La del ático: - Que te lo crees tú. No me callo ni debajo del agua.

Mi yo consciente: -Nooooo que vamos a por agua. ¡Ahhh, por fin! Qué mal trago.

La del ático: -Sí hija, nunca mejor dicho.

Mi yo consciente: -Esto me pasa por no estar en lo que estoy.

La del ático: -Pues vaya mierda de mindfulness. Nunca me haces caso, menos escucha activa y más escucha pasiva, que esto te pasa por no escucharme.

Desde ese desagradable incidente le ha dado una hermanita a mi neurona: yo. Te pasas la vida escuchando a unos y a otros, intentando ayudar a los demás y a la persona más importante de tu vida no le prestas atención. Así que no sabe usted qué bien nos lo pasamos ahora, quedamos todos los días a tomarnos una cerveza y hablamos y hablamos hasta que una de las dos levita primero.

Gracias por su lectura.

Trinidad Guía Sánchez es Licenciada en Ciencias Económicas, Máster en Dirección y Administración de Empresas y Experta en Ventas.

@GuiaTrinidad Linkedin: Trinidad Guía


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