EL EUCRISTIANO TIBIO / OPINIÓN

Sobre el caso Barberán

31/12/2023 - 

CARTAGENA. Ahora resulta que la universidad de Murcia va a colaborar con la de Salamanca para atajar la islamofobia en nuestra sociedad y en las redes telemáticas. Se trata de fomentar un mayor conocimiento de la cultura árabe para eliminar los estereotipos en el mundo online y en el día a día que puedan derivar en conductas peligrosas. Según los promotores de la iniciativa, que se incardina en un proyecto europeo de más amplio alcance, padecemos un sesgo islamófobo que conviene corregir. ¿Y cómo? Pues poniendo en valor nuestro legado islámico y exaltando a sus más destacadas figuras. Sin embargo, la larga duración de la dominación islámica sobre lo que luego sería España impide considerar su cultura como un todo homogéneo. Por ejemplo, ¿cómo comparar al sangriento Rey Lobo con el místico Ibn Arabí?

Pero siendo eso pasado, resulta de mayor actualidad que algunas instituciones saudíes hayan alquilado el prestigio de varios científicos de nuestra región con el objetivo de mejorar su posicionamiento en la evaluación internacional de investigación. Se sospecha que el matemático Juan Luis García Guirao, profesor de la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT), mediante una empresa consultora, facilitó la captación de prestigiosos investigadores españoles para la Universidad Rey Abdulaziz, sita en una ciudad de Arabia Saudí. Análogamente, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha abierto un expediente para determinar si el profesor de investigación Francisco Tomás Barberán, del Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (CEBAS), había declarado que su sitio principal de investigación estaba en Arabia Saudí a cambio de un cierto estipendio.

"La islamofobia se esfumará el día que una alumna denuncie a una profesora por mostrar un retrato de Mahoma y la universidad expulse a la alumna, como ha ocurrido en Minnesota"

¿Cómo valorar esos hechos? En primer lugar, tenemos que felicitarnos por haber formado y protegido a algunos científicos de suficiente relevancia internacional para que su currículum merezca ser alquilado con objeto de incrementar el prestigio de un adinerado país islámico. Es obvio que la sospecha sobre Barberán indica que era un investigador de primera línea mundial. Los saudíes querrán meterse en empresas estratégicas españolas y comprar equipos de futbol, pero no son tontos; así que no iban a pagar dinero por ningún científico murciano que no lo valiese. Y también es dudoso el balance sobre la iniciativa empresarial de Guirao. Si nos pasamos la vida predicando que nuestra región y España necesitan más transferencia de conocimientos del mundo universitario al económico, sería incongruente quejarnos de que un matemático se meta a participar en el competitivo negocio de los recursos humanos a nivel internacional. No obstante, habría que lamentar que estas iniciativas hubieran infringido algunas de las normas del CSIC o de la UPCT. En ese aspecto, merecerían reprobación, pero dejo al lector que elija entre estupendos investigadores alquilados de forma improcedente e inútiles políticos elevados a empresas públicas por mor del partidismo. Un ejemplo, Correos, que ha acumulado 1.100 millones de euros de deuda bajo el mando de Serrano, cuyo principal mérito era su amistad con el presidente. A ver si Saura, otro murciano, logra arreglarlo. Lo pondríamos al nivel de Barberán.

Uno de los hechos que los detractores de la religión cristiana tienen más dificultades en explicar es por qué la revolución científica, que asociamos a nombres como Copérnico, Galileo, Linneo, Dalton o Mendel, se inició en países europeos de raíz cristiana. Si las iglesias cristianas, ya fuese la católica, anglicana, luterana o calvinista, obstruían tanto el progreso de la ciencia, ¿cómo es que a partir del siglo XVI los científicos más creativos fueron indefectiblemente europeos y muchos de ellos cristianos convictos y confesos? Por no hablar de la eminente contribución de los científicos judíos a todas las ramas de las ciencias naturales.

Recíprocamente, ¿cómo es que los sabios islámicos, que durante varios siglos estuvieron a la vanguardia de los conocimientos, no culminaron su revolución científica? Porque, si lo hubiesen logrado, probablemente no estaría ahora Arabia Saudí alquilando los prestigios de científicos occidentales. Es un hecho que, precisamente en las dos áreas que estamos comentando, las Matemáticas y la Agricultura, los islámicos fuesen por delante de los cristianos durante mucho tiempo. Así pues, ¿qué hicieron los más fanáticos de sus dirigentes para atrofiar esa creatividad?

La islamofobia se esfumará el día que una alumna denuncie a una profesora por mostrar un retrato de Mahoma y la universidad, con el apoyo de la comunidad islámica local, expulse a la alumna, que no a la profesora, como ha ocurrido en Minnesota. Ese día, la islamofobia será un residuo del pasado y nadie necesitará seguir poniendo flores en la tumba de Carlos Martel. Ya veremos cuánto tarda en llegar ese día, pero entretanto me permitiré una modesta sugerencia a los interesados en combatir la islamofobia: además de ilustrarnos sobre la riqueza del legado islámico y las delicias de la cocina árabe, ¿por qué no iniciar en paralelo un programa en las comunidades islámicas a favor de la libertad de expresión en lo relativo a las ciencias naturales? 

En nuestro país hay suficiente libertad religiosa para que los islámicos puedan seguir sus creencias a su albur, pero coméntenles que muchos no queremos importar a nuestros lares el tipo de sociedad teocéntrica que todavía impera en algunos de los países de sus ancestros. De ese modo ayudarán mucho a combatir la islamofobia, un objetivo loable. Y podrán desarrollar por ellos mismos teorías como el modelo heliocéntrico del Sistema Solar o la referente a la evolución de las especies, que, cosa curiosa, fueron logros de sabios inmersos en sociedades europeas de raíz cristiana a pesar de las persecuciones y reticencias de nuestras jerarquías eclesiásticas. Ánimo; sí, se puede.

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