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crónica de una semana santa congelada en el tiempo

Silencio, emoción y tristeza: el reverso no escrito de la Semana Santa de Cartagena

9/04/2020 - 

CARTAGENA. Decenas de veces he leído a compañeros de profesión escribir estas palabras: Orden, flor, luz y música. Supongo que saben perfectamente de lo que hablamos.

En este pequeño viaje que nos propone el gráfico Abel F. Ros por los lugares, las paradas, los edificios, los rincones y los sonidos que hoy estaría recorriendo cualquier cofrade de Cartagena nos encontramos, por contra, un territorio inhóspito, casi desconocido para todos, envilecido por una pandemia que nos ha condenado a semanas de reclusión forzosa justo en los días en los que la ciudad vibra, emociona, llora, canta y siente, más que en cualquier otro momento del año.

Nada ni nadie es extraño en esta Semana Santa, ahora silenciada, que se mantiene viva gracias a la memoria de los cartageneros, a la Salve que cada tarde cantan desde la ventana de sus prisiones, de la saeta en un balcón de la iglesia de Santo Domingo o a las campanas que suenan desde la iglesia de Santa María de Gracia, que ha estado acicalándose durante todo un año para este momento, pero solitaria y desamparada como nunca antes.

Los californios recordarían minuto a minuto el trayecto del San Juan desde el cuartel de Artillería, del San Pedro que a la puesta de sol salía desde el Arsenal Militar y del Santiago, elevado desde el Gobierno Militar. Los tes edificios militares permanecían sordos el martes, impávidos y taciturnos los que acompañaban a los santos año tras año y pesarosos los que viven con pasión cada acto, cada procesión o cada traslado en la ciudad.

Lo mismo les ocurrió con la procesión del Prendimiento de este Miércoles Santo, que en tras 274 años de historia, se quedó sin sus pasos ni su clásico pasodoble 'El Gallo' cuando el San Pedro retorna al Arsenal.

Silencio, el del confinamiento, el de este Jueves Santo el que vivirán los cartageneros en una jornada mágica cada año, que se ha tornado en funesta en este 2020, al igual que la procesión del Encuentro en la madrugada del Viernes Santo. A esa hora en la que al Nazareno debería partir desde la Cofradía de Pescadores todos dormirán. En ese instante en el que se encontraría con la Virgen Dolorosa, muchos soñarán en sus casas ese momento vívido, entre anhelos y quimeras, sueños y desvelos, rabias e imsonios.

Los marrajos velarán por sus procesiones del Santo Entierro el Viernes Santo y la Vera Cruz del sábado, al igual que lo harán el domingo los integrantes de la Cofradía del Resucitado, que llenan de colorido y alegría las calles de una dominical mañana que pone punto y final a la Semana Santa cartagenera.

Diez días trágicos, sin vigilias, velas, estandartes, hachotes, tronos ni capirotes, que marcan la vida de la ciudad, ahora ensimismada en un delirio del que trata de salir más fuerte.

Dice el escritor Javier Marías que 'Basta con la facultad de la memoria para que alguien siga siendo el mismo en diferentes tiempos y en diferentes espacios'. Las procesiones de Cartagena no han muerto, se han tomado su tiempo para que el vínculo que le une con los habitantes de esta ciudad sea granítico, inquebrantable.

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