CON LAS GAFAS DE CERCA / OPINIÓN

Si yo fuera Rutte

23/05/2021 - 

MURCIA. No me resulta difícil imaginarlo como presbítero dominico. Con su hábito blanco, su capa negra, su esclavina y su rosario al cinto. Una tonsura romana, sería definitivo. Me cuadra tratando de arrancar confesiones de heterodoxia económica a los países del sur. No le tengo mucha simpatía al primer ministro de un país que se erigió como estandarte de la pulcritud y el rigor en la negociación de los Fondos Europeos de Recuperación que tuvieron lugar el año pasado. El más llamativo de los líderes europeos que englobaron el llamado "club de los frugales" representa uno de los principales países que precisamente impide una mayor recaudación de impuestos a sociedades multinacionales en toda Europa con sus famosos "sándwiches" para trasladar ingresos a sociedades matrices domiciliadas en paraísos fiscales. Mucho rigor para los demás, pero practico un dumping fiscal que reduce la capacidad recaudatoria de todos los estados. Debemos seguir con mucha atención la propuesta de Biden para unificar tipos de impuesto de sociedades a nivel mundial con el objetivo para tratar de combatir estas prácticas.

"Si yo fuera él, me pondría las gafas de cerca y estudiaría a conciencia el documento: Los precedentes en el rigor en las cuentas del Gobierno de España no ofrecen mucha confianza"

Pero al margen del dumping fiscal, escojo este personaje como el que lideró la necesidad por parte de la Unión Europea de condicionar los desembolsos del Next Generation EU a los planes y, sobre todo, las reformas que los países receptores debieran plantear. Y es que Europa se juega mucho en esta operación multimillonaria. Y exigir controles es lo más razonable.

Durante la última semana de abril, el Gobierno de España anunció el plan que ha enviado a la Comisión para participar en la alegre verbena de miles de millones.

Si yo fuera Mark Rutte, me pondría las gafas de cerca y estudiaría a conciencia el documento trasladado. Los precedentes en el rigor en las cuentas del Gobierno de España no ofrecen mucha confianza.

Y no me refiero a los problemas económicos estructurales que tiene nuestro país. Con una deuda pública escalofriante (camino de los 1,5 billones de euros), un déficit estructural sin previsiones de volver al equilibrio presupuestario y con los altos índices de desempleo y déficits de la Seguridad Social, nos encontramos con unos gastos inevitables que dejan muy poca capacidad de maniobra. Pero estos males también asolan otros países europeos. No es fácil afrontarlos, pero es posible.

El problema más grave es la credibilidad.

  1. 1. Empezamos por los datos macroeconómicos de expectativas de crecimiento. Cualquiera de los informes más recientes de organismos como el FMI, la Comisión Europea o el Banco de España otorgan a España una media de crecimiento para los años 2021 y 2022 de 6,0% y 5,1% respectivamente. El documento enviado a los organismos europeos denominado Actualización Programa de Estabilidad 2021 – 2024 estima crecimientos del 6,5% y 7,0% para estos dos años. Y partimos de unos PGE de 2021 que estimaba el crecimiento de un 9,8% (un 7,2% más el impacto del Fondo de Reactivación). Por tanto, los desequilibrios de una expectativa demasiada optimista están servidos.
  2. 2. La estimación de ingresos por impuestos del conjunto de las administraciones asciende a 275.243 millones, que resulta un incremento de un 7,6% sobre lo recaudado en 2020. Es curioso el cálculo porque lo que realizan nuestros gobernantes es una mera regla de tres. Si en el 2020, el porcentaje de recaudación por impuestos ha sido del 22,81% sobre el PIB y mantengo fijo este porcentaje, el incremento de recaudación es proporcional al incremento del PIB nominal (y no el real, que se estima en un 6,5%). Un procedimiento demasiado simple y probablemente iluso.
  3. 3. En la anterior crisis de la década pasada, no llegamos nunca a reestablecer el equilibrio presupuestario. En 2019 nos quedamos a 2,8% de conseguirlo, y tras ésta no tenemos ningún plan ni horizonte marcado para hacerlo. Ya el Banco de España está lanzando el mensaje para que el Gobierno elabore un plan para reducir el déficit a medio plazo.
  4. 4. Pese al condicionamiento de reformas estructurales, donde España se juega el buen fin del programa, los dos documentos enviados que han trascendido, llenan muchas páginas de argumentos y generalidades, pero carecen de concreción y no esconden "una patada hacia delante" con un mensaje implícito de "ya se verán". Ni reformas laborales, fiscales, de pensiones,... Ninguna concreción. Es la base de los mensajes confusos y/o contradictorios que se han lanzado desde finales de abril.
  5. 5. De hecho, el gran problema de fiabilidad que genera el Gobierno de España tiene dos focos muy relacionados: la ausencia de consenso ni con grupos parlamentarios, ni con administraciones autonómicas o locales, ni con agentes sociales; y, por otro lado, la opacidad de cómo y quién lo van a gestionar, el proceso de selección de proyectos, los criterios de evaluación… Sea cierta o no, genera una sensación de "yo me lo guiso y yo me lo como" muy inquietante.
  6. 6. Otro problema, muy relacionado con el punto anterior y con los mensajes confusos de las últimas semanas, es que el programa de los socios de gobierno y algunas de las medidas que se vio forzado a anunciar, van en dirección opuesta a lo que Europa quiere escuchar de los planes del Gobierno. En asuntos laborales, de alquiler, en pensiones y en extensión de gastos, hay demasiadas discrepancias con la ortodoxia europea, por muy renovada que ésta esté. Solo la parafernalia asociada a las ideas inclusivas y de igualdad de género parece que superan el filtro sin contradicciones.
  7. 7. La cuadratura del círculo que tenemos que hacer no es fácil. La solución a nuestro futuro pasa por el crecimiento económico sostenible (que es lo único que realmente genera un incremento de empleos, ingresos públicos, equilibrios presupuestarios de pensiones y del Estado y reducción de desigualdades), pero a la vez, equilibrar las finanzas con unos gastos sociales y de intereses muy altos. Esto nos lleva inevitablemente a la revisión de la presión fiscal. No podemos llegar al nivel medio europeo. Nuestra renta per cápita no nos lo permite y el crecimiento económico se vería comprometido. Pero hay margen para incrementarlo sin que sea especialmente lesivo. Pero claro, los impuestos los pagamos todos y el mensaje de "que paguen los ricos" no deja de ser una falacia que no se sostiene. En estas contradicciones circula nuestro pobre argumentario.

Parece mentira. Estamos en el penúltimo tren para componer un futuro sostenible en España y nos dedicamos a hacer juegos de trileros. Rodeados de furibundos clamando la hoguera y nosotros, por uvas, esforzándonos en un discurso vacío con diapositivas de power point.

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