CARTAGENA. Han expresado ciertas reticencias los dirigentes de Izquierda Unida (IU) sobre el acuerdo entre el Partido de los Socialistas de Cataluña (PSC) e Izquierda Republicana de Cataluña (IRC) para que el Gobierno catalán recaude, supervise y gestione todos los impuestos relacionados con Cataluña. Como los españoles saben que el cupo vasco es profundamente insolidario, el profesor Mas Colell, un ilustre catalán afín al separatismo, sugirió a sus copartidarios que nunca dijesen cupo, ni tampoco concierto, cuando hablasen de sus reivindicaciones. Por eso lo han llamado financiación singular solidaria, aunque lo previsto en el pacto es un auténtico concierto tan insolidario como el vasco. Y no vale escudarse en que ese debate es puramente nominalista. Asumir que el hábito no hace al monje no explica por qué los monjes visten hábitos. De hecho, las palabras importan. E importan mucho. Por eso no solo es relevante dilucidar si el pacto catalán es o no un concierto, sino también si nos encamina hacia una España federal, como dicen los que lo apoyan, o confederal, como decimos los que nos oponemos. No bastándole con haber retirado airadamente la bandera española del balcón del ayuntamiento de Barcelona en su etapa de concejal, el ahora diputado Gerardo Pisarello ha declarado que el pacto nos acerca a una "república feliz, federal y confederal". Y todo eso sin cambiar la Constitución, detalle que ni siquiera menciona.
"federal y confederal deja perplejo a cualquiera con un mínimo de sentido común. Lejos de ser sinónimos, esas dos palabras son antónimos"
La distinción entre monarquía y república es fácil de entender, pero yuxtaponer federal y confederal deja perplejo a cualquiera con un mínimo de sentido común. Lejos de ser sinónimos, esas dos palabras son prácticamente antónimos. Por eso, mientras que los partidos separatistas, como IRC, quieren hacer de España un Estado confederal, IU defiende un modelo federal. Aplicada al pacto catalán, la diferencia es nítida: en un Estado federal la recaudación de los impuestos compete a la Administración federal, que luego distribuye una parte entre las regiones federadas; en un Estado confederal, son las regiones las que recaudan los impuestos y luego transfieren una parte a la Administración central. Y no solo una cuestión técnica: el sistema federal garantiza la igualdad entre los ciudadanos de los distintos territorios y propicia la convergencia entre las regiones; en cambio, el sistema confederal consolida las desigualdades entre los ciudadanos de los distintos territorios y bloquea la convergencia entre ellos. Es más, confederar origina divergencia.
Así pues, llamar solidario a un sistema confederal es una auténtica burla. De ahí que la votación en el Congreso sobre la modificación de la ley orgánica de financiación de las autonomías, sin la cual no se podría ejecutar el pacto, será una prueba de fuego para comprobar si IU es realmente federalista. No desconfío de la integridad personal de sus dirigentes, pero albergo algunas dudas, basadas en la experiencia, sobre la coherencia de sus teorías políticas. Y relajar la coherencia teórica lleva inexorablemente desviarse en la práctica de los objetivos deseados. Es lo que Anguita recalcaba cuando gritaba "¡Programa, programa, programa!".
Pues bien, aunque IU se define como federalista, en lo que concuerdo, también dice que España es un Estado plurinacional, en lo que discrepo. Al parecer, los dirigentes de IU no se han percatado de que el destino de un estado plurinacional es confederarse o desagregarse. Y eso es así porque lo básico en las naciones políticas es la soberanía y, para colaborar, las entidades soberanas solo pueden confederarse si quieren seguir siendo naciones. No ignoro que le será difícil dar ese paso, pero IU debería abandonar su tesis plurinacional y adoptar una visión unitaria, aunque con cierta diversidad regional, de España. Solo así podrá defender rectamente su modelo federal de Estado.
Fundada por Nicolás Sartorius, que jugó un importante papel en el nacimiento de IU, la Asociación por una España Federal ha dejado claro que ningún país federal del mundo, como Alemania o Estados Unidos, ha renunciado a recaudar y administrar los impuestos. Mucho menos se han planteado ceder esa competencia a sus territorios federados. En palabras de Sartorius, eso sería "un sistema disfuncional, negativo e injusto, que produce desigualdad". En el campo socialista, lo mismo opina Borrell. Naturalmente, si IU se alejase de la confusión plurinacional, una línea que ya entrevió su ministro Garzón, debería extender su organización al conjunto del mapa español.
Una formación federalista no se inhibiría en Cataluña a favor de los Comunes, ni en Valencia a favor de Compromiso, ni en Madrid a favor de Más País. Y no ayudaría a que Sumar se convirtiese en un competidor indiscernible de IU en lo básico. Una IU genuinamente federal estaría presente en toda España. Cabe la posibilidad de que IU se mantenga en su tesis plurinacional, en vez de orientarse hacia un verdadero federalismo. En ese caso me imagino que buscaría alguna excusa para, a pesar de todo, apoyar el concierto catalán. Y no hace falta ser muy perspicaz para adivinar que esa excusa se basaría en jugar con las deudas autonómicas.
Así que el dilema de IU está claro: o bien apuesta por una España nacional organizada federalmente, con la consiguiente negativa al concierto catalán, o bien apuesta por una España plurinacional, obligadamente confederal, arguyendo algún subterfugio para apoyar el concierto catalán. Si opta por la vía confederal, con concierto catalán incluido, quizás sea el turno de Izquierda Española, que, esa sí, no teme emplear la palabra España. Y el que crea que jugar con la deuda autonómica es una buena alternativa para compensar las pérdidas acarreadas por el concierto catalán no tiene más que leer mi próximo Tibio para desengañarse: transferir la deuda autonómica a la hacienda central no añade un solo euro al total y, por tanto, no puede compensar la fuerte caída de ingresos que acarrearía aplicar el pacto catalán. Se trata de un engañabobos para sedicentes federalistas que, en realidad, se inclinan por ayudar a implantar la confederación. Lo dicho: "¡Programa!, ¡Programa!, Programa!". Y, si tienen dudas, pregunten a Sartorius.