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Saquemos nuestras lechugas

28/11/2023 - 

Hay vegetales que aguantan frescos más tiempo que algunos políticos. Fue Liz Truss, ex primera ministra de Reino Unido, quien dio el mejor ejemplo de la escasa vida útil de algunas carreras cuando compitió contra una lechuga por ver quién aguantaba más siendo aprovechable. La lechuga salió vencedora en aquella ocasión, pues Liz Truss quedó defenestrada por su propio partido tras menos de dos meses en el cargo.

Pero no solo de líderes va la cosa, pues uno de los casos más sonados fue protagonizado por Màxim, el Breve, ministro de Cultura durante solo siete días. Y es que no es costumbre inusual que el séquito tenga que lanzarse a las vías del tren para proteger al resto de la corte, empezando por el monarca, del lastre que pueda suponer su permanencia en la primera línea de la política. Que se lo digan a Carmen Calvo, José Luis Ábalos o Iván Redondo, otrora pesos pesados de Sánchez y que ahora miran desde la barrera cómo son otros los que mueven el país.

22 ministros son muchos nombres, personas con sus virtudes y sus defectos que ahora se ponen -aunque algunos repiten- al frente de una responsabilidad mayúscula que no permite ningún desliz. Cierto es que, al menos de forma aparente, no hay caras especialmente polémicas o conflictivas más allá de Óscar Puente y su incontinencia verbal, pero eso nunca ha impedido que un traspiés acabe defenestrando una carrera política.

"El objetivo del servidor público no puede ser otro que el de dar lo mejor de sí, mejorar aquello que se pueda mejorar y volver a casa sin hacer ruido"

Por tanto, harían bien los recién nombrados dirigentes en recordar que pueden sentirse afortunados tan solo por ganarle la competición a la lechuga, una guerra que otros tantos ya perdieron. No en vano, la política debe contemplarse como un periodo transitorio donde se aporta más de lo que se recibe y siempre de manera temporal. El objetivo del servidor público no puede ser otro que el de dar lo mejor de sí, mejorar aquello que se pueda mejorar y volver a casa sin hacer ruido una vez que su labor concluya.

Pese a ello, lo cierto es que la historia reciente de España está marcada por supervivientes natos, con un Rajoy que capeó -de manera inexplicable en algunos puntos- las causas de corrupción hasta el final o con un Sánchez que ha resurgido de sus cenizas tantas veces que ya no resulta siquiera una sorpresa.

Tanto es así que el renovado presidente ya ha demostrado que aún tiene mucha guerra que dar y que mantiene el tirón necesario para arrancar un nuevo proyecto tras obtener un respaldo parlamentario más que suficiente, aunque no holgado. Por ello, el incombustible Sánchez es capaz de volar hasta Israel tan solo 10 días después de su investidura para plantarle cara a Netanyahu y recordarle lo que hasta ahora nadie se había atrevido, que matar niños igual no está del todo bien.

El presidente vive, y no le falta vigor. Eso es un hecho. Pero no conviene tampoco perder de vista a nuestros amigos los vegetales. La vida del líder político es caduca por naturaleza, y Pedro Sánchez ya ha escapado a la muerte demasiadas veces como para no pensar que el fin quizá no está ya tan lejano. Que aproveche esta legislatura todo lo que pueda, se la ha ganado. Pero que también mantenga presente que la llegada de un sustituto no puede ser evitada hasta el infinito. Veremos si Sánchez tiene la elegancia de saber retirarse antes de que empiece a oler a pasado.

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