MURCIA (EP). Profesionales de Nefrología y pacientes renales, junto a otras sociedades científicas y organizaciones sanitarias, quieren aprovechar el Día Mundial del Riñón, que se celebra a nivel mundial el 14 de marzo, para insistir al Ministerio de Sanidad y las autoridades sanitarias en la urgencia de desarrollar un Plan de Salud Renal de ámbito nacional que recoja medidas concretas para avanzar en la prevención y diagnóstico precoz de la ERC y frenar así su crecimiento.
Tanto nefrólogos como pacientes renales inciden en la necesidad de dar una mayor visibilidad a la ERC y en que las administraciones públicas realicen un mayor esfuerzo para promover y potenciar la prevención y el diagnóstico precoz de esta patología, conocida como la "epidemia silenciosa" y que tiene una tasa de infradiagnóstico de más del 40 por ciento, señalan en un comunicado desde la Federación Nacional ALCER y la Sociedad Española de Nefrología (S.E.N.).
La Enfermedad Renal Crónica (ERC) se ha convertido en grave problema de salud pública en todos los países y también en España, donde se estima que afecta ya al 15% de la población (unos 7 millones de españoles), en cualquier estadio de la enfermedad e incluyendo a las personas sin diagnosticar. Además, la prevalencia del Tratamiento Renal Sustitutivo (TRS), es decir, el número de personas que están en diálisis o trasplante para sustituir la función de sus riñones, ha aumentado más de un 30% en la última década en España, situándose en 1.411 pacientes por millón de población.
En concreto, un total, 66.982 personas en España están en diálisis o trasplante. Se trata de una de las enfermedades más desconocidas por la población en general en nuestro país, pero que tiene un elevado impacto socio-sanitario y en la calidad de vida de los pacientes, debido en parte a que sus síntomas son poco reconocibles en los estadios iniciales de la enfermedad, lo que dificulta su diagnóstico precoz y tratamiento. Por ello es importante implantar programas de detección temprana en la población de riesgo, para detectarla antes de que llegue a sus fases más avanzadas.
"A pesar de su elevada prevalencia e incidencia, y del aumento de su mortalidad en la última década, la ERC sigue siendo una gran desconocida para la gran mayoría de la sociedad. Hay que lograr que los ciudadanos se preocupen por su función renal y la salud de sus riñones, igual que lo hacen con sus niveles de colesterol o ácido úrico, o con su tensión arterial", afirma el presidente de la Sociedad Española de Nefrología (S.E.N.), el doctor Emilio Sánchez.
El presidente de los nefrólogos españoles lamenta que este conocimiento social de las enfermedades renales y el impacto que tienen sobre la calidad de vida de los pacientes y el sistema sanitario sea mucho menor "si se las compara con otras patologías, que son más populares porque reciben un mayor interés de las autoridades y decisores públicos y de los medios de comunicación".
En su opinión, es necesario que la estrategia sobre ERC aprobada en 2015 con el consenso de todas las comunidades autónomas se actualice y se reformule para dar respuesta a los nuevos retos planteados en los últimos años por la preocupante escalada tanto de su incidencia como de su prevalencia y mortalidad.
En este sentido, pacientes y nefrólogos también piden otras medidas esenciales para avanzar en la mejora de los tratamientos y la atención y calidad de vida de las personas con enfermedad renal, en especial las que tienen que someterse a diálisis o trasplante para poder seguir viviendo. En concreto, en cuestiones como seguir fomentando el trasplante de riñón, tanto a través de donante fallecido como de donante vivo (esta última opción con muy buenos resultados en términos de supervivencia del trasplante y reducción de complicaciones); y la potenciación de las terapias de diálisis domiciliaria (diálisis peritoneal o hemodiálisis domiciliaria).
Estas terapias son modalidades de diálisis realizadas en el hogar del paciente, más flexibles y personalizadas que otros tratamientos tradicionales como la hemodiálisis en hospital, y proporcionan múltiples beneficios clínicos a la vez que mejoran la autonomía y la calidad de vida de los pacientes. Además, facilitan su conciliación laboral y familiar, y contribuyen a la sostenibilidad del sistema sanitario.