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San Patricio, patrón de Murcia y vencedor en Los Alporchones

17/03/2022 - 

MURCIA. Hoy se conmemora la fiesta de San Patricio, y es buena ocasión para darle al santo británico, evangelizador de Irlanda, la importancia que merece por su condición, tan ignorada, de patrón de Murcia. Recordemos, para empezar, el origen del patronazgo.

Fue en el año 1452 cuando el reino nazarí de Granada, con el que el de Murcia era fronterizo, armó un ejército que, según el licenciado Cascales estaba formado por 600 infantes y 1.200 caballos, al cual concurrían los alcaides de Almería, Guadix, Vera, Baza, Vélez Blanco y Vélez Rubio, Cúllar, Huéscar, Orce, Purchena, Xiquena, Tirieza y Caniles.

La idea, como tantas veces, era penetrar en el reino vecino, que no amigo, saquear el territorio, obtener un buen botín, frecuentemente en cabezas de ganado, e incluso llevar consigo prisioneros, y regresar a sus bases hasta otra ocasión. Se llamó a estas incursiones razias, con carácter general, y también, en los días de la España musulmana, aceifas, que por lo general llevaban a cabo contra los territorios cristianos en verano.

En la ocasión que nos ocupa, la iniciativa partía de un reino crepuscular, circunscrito a la Andalucía oriental y cada vez más acosado por la Corona de Castilla. 40 años le quedaban de existencia a aquellos nazaríes que sucumbieron, finalmente, ante el empuje de los Reyes Católicos.

Y no esperaron los granadinos al crudo verano del sureste, sino que fue avanzado marzo, primavera en ciernes, cuando entraron, siguiendo el relato de Cascales, por el camino de Pulpí, Puerto de los Peynes, Marina de Lorca, Campo Nubla, Rincón de San Ginés y Pinatar, "esparciendo por todas partes el terror y la desolación. Cargados de despojos y cerca de 50 cautivos y 50.000 cabezas de ganado mayor y menor, dieron la vuelta por los Campos de Cartagena y Lorca e hicieron alto en el Puntarrón, a tres leguas de Lorca, donde hecho Consejo de Guerra, determinaron volverse, a la vista de aquella ciudad, por la Rambla de Viznaga".

"Murcia, agradecida a los auxilios, pintó un retablo en honor de San Patricio para expresar el triunfo"


En el lugar llamado de Los Alporchones se había concentrado el ejército congregado por el alcaide de Lorca, Alonso Fajardo, llamado el Bravo, con el concurso de las tropas aportadas por el corregidor de Murcia, Juan de Rivera, y algunas más traídas por el comendador de Aledo y por Garci Manrique, terno de Fajardo, que cruzando la rambla citada acometió a los nazaríes.

Cuenta Cascales que la batalla, acaecida el 17 de marzo, "fue de las más crueles y sangrientas que hubo jamás entre murcianos y granadinos". Viendo los musulmanes que caían nueve de los alcaides que encabezaban sus tropas y era apresado uno de sus principales caudillos, "se prestaron a la fuga, abandonando el botín y dejando en el campo de batalla 850 muertos, y entre ellos los cautivos, y 400 prisioneros. De los cristianos, quedaron 40 muertos y más de 200 heridos".

A consecuencia de esta victoria, decretó la ciudad de Lorca anuales cultos al santo del día, que no era otro que el patrón de Irlanda, y se le dedicó un templo en la ciudad, que se edificó sobre el antiguamente consagrado a San Jorge a partir de 1533.

Murcia, igualmente agradecida a los auxilios del santo, sólo unos días más tarde, en Cabildo celebrado el 1 de abril, acordó que el regidor Diego Riquelme se desplazase a la Corte del Rey Juan II, padre de Isabel la Católica, para dar noticia de la batalla y sus consecuencias; que se pintara un retablo en honor de San Patricio en el que quedara expresado el gran triunfo alcanzado por las armas castellanas; y que, en lo sucesivo, se le tuviera por Patrón de la ciudad, celebrando su festividad con devotos cultos. 

Lo cierto es que, sin necesidad de ejercer dicho patronazgo en Lorca, el santo britano es más popular en aquella ciudad que en Murcia, donde su fiesta pasa prácticamente desapercibida, más allá de la ceremonia religiosa, procesión claustral y entrega de distinciones que lleva a cabo la Policía Local, por tenerlo a su vez como Patrón. Supongo que el hecho de que el mayor templo lorquino, por más que perdiera hace mucho tiempo la condición de Colegiata, esté dedicado a San Patricio, resulta determinante, pero también lo fue la visita realizada en marzo de 1945 a la ciudad por el profesor Walter Starkie, director del Instituto Británico en España y profesor de la Universidad de Dublín.

Lógicamente, Starkie se mostró gratamente complacido al hallar el infrecuente hecho de una iglesia dedicada al Patrón de Irlanda en tan distantes latitudes, y de su trato con las autoridades civiles y eclesiásticas de Lorca nació la idea de solicitar una reliquia del santo y una bandera del país verde. Y así, la reliquia fue entregada a Lorca el 17 de marzo de 1951, y  la bandera el 23 de agosto del mismo año.

"Con los años, San Patricio quedó de forma permanente en la Catedral"

Con tal motivo, visitó la ciudad del Guadalentín en la Semana Santa del año siguiente el secretario embajador de Irlanda en España, Robert Mc Donagh, y el Domingo de Pascua se trasladaron las autoridades locales y el ilustre visitante a las Salas Capitulares de la iglesia de San Patricio, donde tuvo lugar la ceremonia de izado de la bandera de Irlanda y la interpretación del Himno Nacional de ese país. Ceremonia que se repite desde entonces, cada 17 de marzo, tras la misa en honor del santo y la entrega de condecoraciones de la Policía Local.

En Murcia, según crónica suscrita por Jesús Frutos en la Hoja del Lunes, la imagen del santo, que era venerada como correspondía a su condición de Patrón local en un templo de propiedad municipal, como la iglesia del Pilar, era trasladada a fines del XIX a hombros por barrenderos hasta la Catedral la tarde anterior a la festividad, y allí se celebraba la función solemne, incluida la procesión claustral por las naves de la sede episcopal con la talla, realizada por Nicolás Salzillo, portada por la Policía. Tras la misa, San Patricio era devuelto hasta la ermita pilareña. 

Con los años, San Patricio quedó de forma permanente en la Catedral, con lo que sus salidas a la calle desde entonces se han limitado a las ocasiones en que la talla ha presidido el acto de entrega de condecoraciones y desfile de la Policía Municipal en la plaza de Belluga.

La jornada, a mediados de los 70, aún era fiesta local, lo que propiciaba, al menos, que alguien preguntara la razón de aquél día de asueto en el que los esforzados municipales recibían una paga especial de 500 pesetas. 

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