MURCIA (EFE). El Delta del Ebro y el Mar Menor murciano son las dos únicas zonas del mediterráneo español donde aún quedan ejemplares de nacra (Pinna nobilis), el segundo mayor molusco bivalvo del planeta, y ahora los científicos trabajan en un nuevo proyecto para lograr la supervivencia de esta especie importante para la biodiversidad.
El Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentaria (IRTA) lidera este proyecto, denominado Recupera Pinna, en el que participan la Universidad de Alicante (UA) y la Universidad Católica de Valencia, con el apoyo y la colaboración de la Fundación Zoo de Barcelona, el acuario de la Universidad de Murcia, voluntarios y las plataformas de ciencia ciudadana NACRANET y Observadores del Mar.
Financiado por la Fundación Biodiversidad del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, su objetivo principal es "ver en qué estado se hallan las poblaciones actuales de nacra en el Mar Menor y el Delta del Ebro (Tarragona), que son las últimas que quedan en todo el territorio español", ha explicado la investigadora del IRTA Patricia Prado.
"Estamos haciendo censos para determinar cuántos individuos hay en determinadas zonas donde sabemos que existen densidades más importantes de ejemplares. También instalamos censores para el seguimiento continuo de las condiciones físico-químicas, salinidad y temperatura", ha señalado Prado.
"Esto último es importantísimo, porque esas condiciones físico-químicas son las que creemos que están relacionadas con la supervivencia de la nacra en el Mar Menor y en el Delta del Ebro", ha destacado la investigadora, quien ha añadido que "Recupera Pinna" empezó el pasado 1 de febrero y durará dos años.
Desde 2016, el problema principal de la supervivencia de esta especie a escala global es la aparición emergente de un protozoo parásito (Haplosporidium pinnae) de origen desconocido y procedente del mar abierto, que causa una mortalidad cercana al 100 %, ha indicado la experta.
La nacra -considerada una depuradora natural del agua: excelentes filtradoras de nutrientes, materia orgánica y partículas en suspensión- prácticamente ha desaparecido en Almería, Baleares y Torrevieja (Alicante), entre otras zonas del país, y lo que se sabe del patógeno que mata a esta especie es que no está adaptado a salinidades altas ni bajas.
"Al igual que la covid-19, no se sabe de dónde ha salido este parásito, que se ha extendido y afecta a todo el Mediterráneo. Los últimos mapas de evolución de la enfermedad se sitúan ya en Turquía", según Prado, quien ha confirmado que la nacra -un ejemplar adulto puede superar el metro de longitud- está catalogada hoy en día como especie en peligro crítico de extinción a nivel nacional.
En el Mar Menor, cuya salinidad es más elevada que la del Mediterráneo, "la supervivencia de la población de la nacra está asociada a la recuperación del estado ecológico de la laguna", ha afirmado investigadora de la UA y participante del proyecto, Francisca Giménez.
El hecho de que el Mar Menor sea más salino que el Mediterráneo protegió a la nacra frente al patógeno en 2016, el cual estaba haciendo estragos en áreas próximas pero no soporta la salinidad de esta laguna, ha revelado Giménez.
Esta laguna registró a partir de mediados de 2015 una crisis de eutrofización (enriquecimiento excesivo de las aguas con nutrientes). La falta de oxígeno derivada de ese episodio provocó la muerte de más del 95 % de la población de nacra, por lo que se trata de una mortandad no atribuible al patógeno, ha reseñado.
Ha expuesto, por otra parte, que el planteamiento de abrir la conexión del Mar Menor con el Mediterráneo como posible solución para acabar con la eutrofización propiciaría un mayor descenso de la salinidad, que "favorecería la expansión del parásito y, lo más probable, es que hubiera una mortandad del 100 % de los ejemplares supervivientes de nacra de la laguna".
Esta experta, quien aboga por la necesidad "urgente" de eliminar la entrada de nutrientes en el Mar Menor, ha dicho que en 2015 había más de un millón de ejemplares de nacra en esta laguna, frente a los pocos miles (posiblemente no alcancen los 2.000) que se estima existen en la actualidad.
"La población de nacras superviviente se encuentra en una situación crítica con una doble amenaza de ataque del patógeno y una nueva crisis de eutrofización", ha advertido Giménez.
En el Delta del Ebro, las poblaciones de esta especie están en las dos bahías, la del Fangar y la dels Alfacs, cuya salinidad es menor que la del Mar Mediterráneo. Los expertos han detectado en esa zona que las nacras más afectadas por el parásito se encuentran cerca de la conexión en mar abierto, donde la salinidad se sitúa entre 36,5 y 39 partes por mil (ppt).
En cambio, las poblaciones sanas se localizan en la parte interior de la bahía dels Alfacs, donde la salinidad es baja a causa de todas las descargas de agua dulce procedentes de los arrozales, lo que actúa como frontera ante el patógeno. "Esas condiciones de más dulces o más saladas que en mar abierto son las que dan cierta protección contra el parásito, que tiene una salinidad óptima entre 36,5 y 39 ppt", ha apuntado Prado.
Ha avanzado que, con el seguimiento de las características ambientales que llevan a cabo en el Delta del Ebro y el Mar Menor, podrán determinar qué zonas son más seguras para que haya poblaciones de nacra a largo plazo sin verse infectadas por el patógeno.
Tras el temporal Gloria (enero de 2020), en la del Fangar solo se detectaron doce ejemplares vivos de los 533 que había (a fecha de hoy se han encontrado cinco), mientras que en la dels Alfacs -se han llegado a censar más de 600 individuos en zonas concretas, aunque puede haber más en otras áreas- no hubo una afectación directa del temporal, pero el parásito sí mató a muchos ejemplares, sobre todo en la parte más exterior de la bahía.
Además, las poblaciones de nacra en els Alfacs se enfrentan a otro escollo: las roturas que en ocasiones se suceden en el Trabucador -istmo de arena que une el Delta con la Península de la Baña- cuando hay temporales provocan la irrupción de agua salada en la bahía, una situación que entraña el riesgo de la entrada del parásito.