MADRID. Una herramienta de Inteligencia Artificial (IA) puede llegar a "cantar", lo puede hacer sin miedo escénico, analizando los parámetros de éxito de un tema y emulando voces de otros artistas sin pedirles permiso siquiera. La IA ha cantado ya por The Beatles, con su último tema Now and Then, en el que la propia Inteligencia Artificial es capaz de separar las voces y clarificar las melodías para que el tema "sea publicable", llegando a modular la voz del ya fallecido John Lennon. A bandas como The Beatles esto no les repercute de forma negativa, pero la inclusión de la IA -sin control- dentro de la industria musical puede acarrear graves problemas.
Por ejemplo, ¿cómo puede afectarle a un artista emergente?, ¿o cómo la pueden emplear las empresas para ahorrarse contrataciones? Dentro del marco del congreso internacional La propiedad intelectual y las industrias culturales ante la inteligencia artificial el socio y director general de Goldmedia, Klaus Goldhammer, analiza el impacto de la IA en la música a través de la conferencia Estudio económico y estadístico sobre el impacto de la Inteligencia Artificial en el sector musical, en la que analiza las buenas y malas praxis de la IA a través de artistas y empresas de Francia y Alemania.
Este estudio se hará público la semana que viene gracias a la traducción del Instituto del Autor, organizador del congreso internacional junto a la Fundación SGAE. Mientras tanto, Goldhammer traduce y señala algunos de los descubrimientos realizados sobre la industria, que lleva empleando la IA mucho más tiempo del que se cree popularmente. Para comenzar Goldhammer señala cómo esta herramienta ya opera de forma habitual a través de las bases musicales de la música electrónica y techno, por ejemplo, o cómo emplea algunas herramientas para acompasar los sonidos de forma inteligente dentro de los estudios de grabación.
Tal y como lo señalan dentro del estudio algunos productores confesaron haber empleado la IA en sus creaciones, principalmente en música de la nueva ola como puede ser la electrónica o el urban a diferencia de canción francesa o clásica, en la que la IA aún no tiene presencia. El 35% de músicos y autores de Alemania y de Francia ya han empleado IA y hasta un 50% de los menores de 35 años ya la han empleado también. Un 43% opina que la IA puede aportar nuevas formas de creatividad y se muestran curiosos ante sus usos, el 63% considera que tendrá una presencia negativa en el proceso creativo.
De momento la IA tiene la capacidad de predecir el éxito exponencial de una canción, una herramienta que los autores confiesan que emplearían, al igual que lo harían para trabajar dentro del marketing para estudiar las claves de engagement con fans, por ejemplo. Dos tercios de los encuestados opinan que el peligro está en que la IA se encargue de la creación de letra y de bases musicales, un tercio de los participantes considera que se ven superados por los “riesgos” que puede suponer la IA.
De hecho, se señalan algunos de los sectores más vulnerables ante "la máquina": el musical, el creativo y aquellos que trabajen en géneros musicales más “populares” como podría ser la música para dormir, para hacer deporte o para relajarse. Goldhammer sustenta el estudio con entrevistas a artistas como el músico alemán Michael Beckman, quien confiesa que cuando se necesita una música de fondo en una serie en algunos casos se emplea la IA “y se prescinde de los autores”.
Contemplando a las grandes empresas el uso de la IA afecta también a las plataformas, Spotify ahora mismo permite que una parte de su música "la produzca la IA", pudiendo llegar a genera un impacto negativo al duplicar algunos temas dentro la plataforma. Por ejemplo, si la mitad de tu contenido es ruido blanco generado por IA eso "no aporta nada de valor", también se ha estudiado como la IA crea bots que "hinchan" las escuchas de un solo género, generando datos de estudio inconclusos.
Ahora bien, ¿en qué punto está la IA respecto al sector musical? Goldhammer señala que actualmente hay muchas demandas de editores musicales hacia la IA: “El principal problema es que la IA generativa necesita muchos datos de “entrenamiento” que se “escrapean” -del inglés scrap, refiriéndose a la obtención de datos sin permiso- de la web”, por lo que “se roba música de internet para entrenar a la IA” a esto se le llama: minería de datos. Respecto a si existe una solución para este caso Goldhammer señala que se podría introducir una remuneración por el uso futuro de obras creadas por humanos para entrenar a la IA generativa.
Para este hipotético caso en Alemania y Francia se consideraron las tarifas que pagan los bares -o desde la industria audiovisual- por usar la música que poseen, con esto se puede aproximar cuánto tendría que pagar una empresa de IA generativa a los artistas. “Las empresas que emplean IA están disparando sus ingresos por lo que este gasto realmente no es tan comparable. Hay que hacer algo ya respecto a la remuneración de los artistas”, señala Goldhammer. De los encuestados de Francia y Alemania un 71% de artistas y compositores se muestran preocupados a que la IA “les quite el trabajo”. Perfiles como el de Helmut Zerlett, músico alemán, se replantean un cambio de paradigma que les haga perder el trabajo por completo.
Analizando el momento presente Goldhammer mantiene que con la IA estamos en un “ciclo de ansia”, activado principalmente por el factor de novedad tecnológica al igual que sucediera con la aparición de la radio y la televisión, por ejemplo: “Algo que antes era imposible ahora es posible, eso infla nuestra expectativa. La IA está arriba del todo de esta cima, pero poco a poco entraremos en el valle de bajada, llegará”, pero como todo lo que sube baja esto volverá a subir pasados unos cinco o seis años, llegando a la que el experto llama “meseta de productividad”.
Mirando al futuro, el 93% de los creadores musicales encuestados exigen que los legisladores presten más atención al copyright y que se avise cuando algo esté generado por la IA. El 90% proponen que se considere pedir un permiso antes de emplear la obra protegida para entrenar a la IA generativa. “Los creadores piden que se les de crédito y que sea un uso consentido, también que se les pague por entrenar a la IA” indica Goldhammer, buscando de esta acción algo que resulte más ético. Así pues la transparencia, el consentimiento por el uso y la remuneración tendrían que llevar a una comprensión colectiva de derechos más fuerte en la que “haya acuerdos dentro de la industria” para que se pueda trabajar de forma ética.
Primera jornada del congreso
Puede observarse con cierto hastío la cantidad de eventos, jornadas, congresos y seminarios de todo tipo sobre inteligencia artificial (IA) a los que podríamos asistir, si no tuviéramos que lidiar con la todavía presencial y fatigosa vida real