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Recuperar el valor de la palabra

18/11/2023 - 

MURCIA. El valor de la palabra define la credibilidad de las personas. Tradicionalmente los acuerdos se han cerrado con un apretón de manos en señal de confianza en la palabra dada. La honorabilidad de las personas depende del cumplimiento de su palabra. Incluso el término "palabra" ha sido utilizado como eslogan de campaña electoral para remarcar la diferencia entre quienes cumplen e incumplen sus compromisos electorales.

Los partidos presentan programas electorales y asumen compromisos para captar la atención y la confianza de los electores. Sin embargo, en las últimas décadas los incumplimientos políticos han ido paulatinamente deteriorando el valor de la palabra. En demasiadas ocasiones se hace lo contrario de lo comprometido.

Cuántas veces se ha prometido bajar los impuestos, construir infraestructuras estratégicas, racionalizar y simplificar la burocracia, la regeneración política, defender la Constitución, corregir las desigualdades, etc., sabiendo con antelación que no lo van a cumplir.

Después, se buscan mil y una excusas para intentar justificar ante los ciudadanos los incumplimientos. Es cuestión de culpabilizar a la herencia recibida, al cambio climático o a las crisis internacionales antes que reconocer la utilización fraudulenta de las promesas: "…prometer hasta conseguir el voto y una vez conseguido olvidar lo prometido…".

El engaño electoral se intenta disfrazar con el término cambio de opinión. Casualidad o no, el cambio de opinión siempre viene después de las elecciones y nunca antes de su celebración. Se espera a conocer el resultado electoral y comprobar la posibilidad de formar gobierno para olvidar el compromiso con el que se pretendía ganar.

El 23-J ha supuesto, una vez más, un claro ejemplo de falta de credibilidad y manipulación de los compromisos electorales. El PSOE defendía, hasta el día anterior de las elecciones, que la Constitución imposibilitaba la tramitación de una amnistía para quienes violentaron las leyes en Cataluña, malversaron caudales públicos e incluso proclamaron unilateralmente la independencia.

Así lo manifestaron los principales dirigentes socialistas del gobierno y del partido. Incluso en las entrevistas electorales el candidato a la presidencia se reafirmaba con rotundidad manifestando que con él, por decencia y convicción personal, los secesionistas nunca conseguirían una amnistía.

Seguramente buena parte de quienes le votaron creyeron en su palabra. Sin embargo, la necesidad de sumar votos para reeditar el gobierno de coalición PSOE-extrema izquierda ha provocado que en cuestión de horas pasara a decir todo lo contrario y se convirtiera en adalid de la amnistía.

Por ello, no es de extrañar la cada vez mayor desafección de la sociedad hacia una clase política que ha convertido su palabra en papel mojado, sin valor ni credibilidad. Se hacen rotundas y solemnes manifestaciones antes de concurrir a las urnas para una vez conseguidos los votos, olvidarse de ellos.

Algunos políticos se borran fácilmente de las promesas electorales confiando en que el tiempo haga olvidar el engaño. Al fin y al cabo, como con su fina ironía dijo hace años el por entonces alcalde de Madrid Tierno Galván: "las promesas electorales están para no cumplirlas", o como recientemente ha dicho el actual presidente de Gobierno "... hay que hacer de la necesidad virtud...".

No sería acertado generalizar estos indeseables comportamientos, hay políticos que creen en lo que dicen y mantienen sus compromisos electorales. En los últimos días en ayuntamientos y comunidades gobernados por PP-Vox se cumple con la palabra dada a los ciudadanos y están bajando los impuestos, simplificando las trabas burocráticas, devolviendo la accesibilidad urbana a los vecinos y recuperando las libertades individuales.

No debemos perder la esperanza de que en el ámbito político se pueda restablecer el valor de la palabra.

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