MURCIA. El Museo Ramón Gaya de Murcia se une a los actos para celebrar el Día Internacional de la Mujer con una visita guiada por 'El universo femenino' en su obra. Será este jueves, 9 de marzo, a las 19.00 horas. Durante estes recorrido el espectador se podrá detener en figuras claves en la existencia del pintor. Se realizará una visita por todo el Museo donde se encuentran algunos retratos de las mujeres que más influyeron en su vida. Comenzando por su madre, Josefina Pomés. Una madre 'excepcional' en palabras del pintor. Josefina permitía al pequeño 'Ramonet' pintar "en cualquier sitio de la casa, en todos los sitios, era hijo único y mi madre me dejaba". Fue ella quien -al ver la decisión inamovible de su hijo de abandonar la escuela para dedicarse a la pintura- le dijo a su marido: "Mira, es inútil, lleva razón. Esto no tiene vuelta de hoja, que no vaya al colegio y que siga pintando, que es lo que quiere". Ramón la pintó en varias ocasiones, una de ellas cosiendo (un cuadro que perdió y que le hubiera gustado recuperar) y otras tantas a través del recuerdo.
Los visitantes se detendrán también en Alicia Gaya, la única hija del pintor de la cual se tuvo que separar trágicamente por culpa de la Guerra Civil. Alicia tenía sólo dos años cuando separaron sus vidas. No se volverían a ver hasta 13 después. Veremos en este recorrido un retrato que forma parte del ciclo 'Inéditos' expuesto junto a otros tres retratos de Alicia pintados por Cristóbal Hall, padrastro de la niña.
Victoria de los Ángeles era -no solo una gran cantante- sino un gran espíritu en palabras de Ramón Gaya. El pintor definía a su amiga diciendo: "Qué mujer... te dice hola, y eso es música".
Por su parte, Concha de Albornoz fue una intelectual feminista gran amiga del pintor. Ella -amiga de muchos componentes de la Generación del 27- le presentó a algunos.
El pintor murciano definía a Concha de Albornoz como una "persona excepcional, única, que lo comprende todo, hasta lo más difícil, a fuerza, diríamos, de abstinencia, de sacrificarlo todo a la comprensión [...]. Dispone de una atención más profunda. Ese poder de atención extrema, de concentración extrema, se debe, en parte, a su muy decidida abstinencia creadora; porque, por extraño que pueda parecernos, en cuanto alguien cede a la tentación de... hacer, su facultad de ver, de comprender, de percibir, de recibir y de adentrarse en la realidad, se debilita: el... quehacer se apodera de todo, lo vacía todo". Precisamente a Concha de Albornoz se le debe una de las definiciones más originales sobre los homenajes de Ramón Gaya (esas reproducciones junto a las que había una copa, flores, libros, un paño...). Ella los llamaba 'altarcitos'.
Y cómo no, el viaje se detendrá en alguien verdaderamente fundamental para el pintor: Isabel Verdejo. Ella fue, en palabras de José Rubio: "realmente una bendición para Ramón Gaya. Convivió con él los 30 últimos años de la vida del pintor. Su relación se fundamentó en el amor y en una profunda admiración mutua. Isabel supo crear el ambiente para que él pudiera dedicarse a su trabajo. Lo liberó de toda preocupación material, y trajo a su vida la serenidad y la estabilidad necesarias para que Ramón Gaya se entregase por entero a su oficio. [...] Ramón Gaya vivió con Isabel Verdejo los años más felices, más estables y más fecundos de su vida. Todos sabemos que Isabel, Cuca para los amigos, lo cuidó hasta el final con una abnegación y una entrega inigualables, y cuantos quisimos a Ramón le debemos gratitud también a ella".