MURCIA. Érase una vez, en 1978, dos jóvenes apasionados del cine, Sam Raimi (director) y Bruce Campbell (actor), que se habían hecho amigos en la universidad y decidieron grabar un corto de terror, 'Within de Woods'. La película no contaba nada que no se hubiera contado antes (en el cine, en la literatura pulp, en las hogueras de campamento...) pero no solo inauguró una saga, sino prácticamente un subgénero. A ese corto de 30 minutos le siguió la película 'The Evil Dead' (1982), que contaba más o menos la misma historia de una cabaña maldita con el mismo protagonista, pero con más medios (aunque sin volverse loco: 375.000 dólares) y más minutos. Y, para rizar el rizo, tras convertirse en una cinta de culto, dio origen a 'Evil Dead II', que era al mismo tiempo secuela y remake, en 1987, y ya con todo el respaldo de Dino de Laurentiis.
Si no les suenan los nombres de las películas, es porque en España, donde somos unos ases de la traducción de títulos cinematográficos, las llamamos respectivamente 'Posesión Infernal' (de la que se hizo un remake con el mismo título, este sí de verdad, en 2013) y 'Terroríficamente muertos'. Con Raimi tras las cámaras y Campbell delante, la saga de comedia de terror que culminaría en 'Army of Darkness' o 'El ejército de las tinieblas' (albricias, una traducción acertada) tiene en su haber los hitos de contar tres veces la misma historia en tres películas distintas; el convertir a una cabaña y a un coche (el Delta 88, de Sam Raimi) en dos personajes más; el haberse apropiado sin estridencias del Necronomicón que inventó Lovecraft; el crear una nueva categoría de monstruo cinematográfico (los 'deadites', como se conoce popularmente a los 'poseídos'); y sobre todo, el alumbrar al último gran antihéroe: el Ash Williams de Campbell.
Lo demás, es historia. Del cine y también, gracias al canal norteamericano Starz, de la televisión. En 2015, los mismos protagonistas se volvieron a reunir para poner en marcha la que es sin lugar a dudas la mejor entrega de todo el universo 'deadites': la serie 'Ash vs Evil Dead', que en España se ha podido ver, hasta este viernes, en Netflix. Pero la gran N roja ha decidido retirar de su catálogo las andanzas del bueno de Ash, y dado que lo único que se puede cazar de vez en cuando en la televisión generalista es una reposición de 'El ejército de los muertos' (que en todo caso, es muy recomendable no perderse), ahora sí que se puede decir que Ashley Williams, su mano-motosierra, su escopeta recortada, su humor soez y antediluviano, y su habilidad innata para derrotar a los poseídos mientras recibe una tunda tras otra sin dejar de hacer chistes verdes, van a pasar a mejor vida.
Se habla de una serie animada, y siempre están los videojuegos (algunos con la voz de Campbell), pero Ash siempre será Bruce, y Bruce siempre será Ash. Sería como hacer 'Piratas del Caribe' sin Johnny Depp (oh, wait...). Quizá por eso el actor tampoco peleó demasiado cuando Starz decidió cancelar la serie después de una tercera temporada que finalizaba con todo abierto, y que ha dejado a sus acérrimos con ganas de más desde hace cinco años. Porque Campbell, que siempre hace un cameo en todas las películas de Raimi (incluidas sus magníficas 'Spiderman' con Tobey Maguire) y que jugaba a ser Ash en la reciente 'Doctor Strange 2', estará hasta las narices de acudir a la Comic Con a recordar anécdotas del personaje que ha fagocitado su carrera. Y al que, en cambio, no dudó en volver a encarnar en una serie que, aprovechando que es festivo y que se articula en episodios de 25 minutos de media, es muy recomendable echar un último vistazo.
La serie que va a desaparecer de Netflix tiene el gran acierto de retomar la historia de Ash transcurridos en su mundo los mismos años que en el nuestro desde que salvó la Edad Media de un ejército de esqueletos en 'Army of Darkness'. Es decir, tenemos al mismo tipo impresentable, pero encima viejo, fondón, canoso, con dientes postizos... el mismo fracasado que vive en una caravana, el mismo dependiente de unos grandes almacenes de bricolaje cuya máxima aspiración en la vida es fumarse algún canuto y echar un polvo guarro el fin de semana después de mentirle a una mujer habitualmente más joven sobre cómo perdió la mano. En una de estas, tratando de impresionar a un ligue y bajo los efectos del THC, no se le ocurre nada mejor que leer un pasaje del Necronomicón que lleva décadas guardando en un baúl, como si fuera un poema, y...
En fin. 'Ash vs Evil Dead' mantiene el mismo tono de las películas (el personaje de Ash viejo funciona como un reloj porque lo hemos conocido de joven), pero hace ciertas concesiones al, digamos, estado de las cosas actual. Veamos: las mujeres ya no son solo las víctimas de los poseídos (o directamente poseídas), sino que participan como coprotagonistas y, de hecho, demuestran una inteligencia y una pericia bastante superiores a las de la estrella del show (cosa no demasiado complicada). Y las minorías étnicas no aparecen solo como víctimas (que también), sino como personajes recurrentes e incluso con papeles destacados, en líneas de diálogo y en el devenir de los hechos que narra la serie.
Dana DeLorenzo como Kelly, la compañera de trabajo que se ve arrastrada (posesión de sus padres mediante) a la espiral de violencia absurda y maldiciones, y que lo acaba disfrutando, y Lucy Lawless (sí amigos, 'Xena, la princesa guerrera' con unos años más y un peinado mucho más favorecedor) como Ruby, la demonio que primero quiere matar a Ash (y quién no), luego se redime y se une al equipo, y luego... tienen tres días para descubrirlo, otorgan otra dimensión a la historia y permiten descargar a Campbell como centro de gravedad, con lo que su personaje y sus tonterías incluso mejoran. A las dos chicas hay que sumar a Ray Santiago como Ramón (no hace falta que indiquemos la minoría étnica a la que representa), el fiel escudero de Ash dispuesto a seguirle hasta el fin del mundo pese a la obviedad de que no tiene la más remota idea de lo que está haciendo.
La evolución de los personajes y las relaciones que se establecen entre ellos hacen de esta entrega, sin duda, la más compleja (pero sin pasarse, que se trata de patear culos de demonios) y mejor de 'Evil Dead'. Al menos, hasta que la tercera temporada lo enrevesa todo aún más de lo necesario, para dejar la historia sin final merced a su cancelación. La desaparición de la serie del catálogo de Netflix no hace sino subrayar que se trata del final de una era, que puede que Ash ya no tenga cabida en el mundo actual, aunque esté obligado a salvarlo una y otra vez contra su voluntad y contra cualquier atisbo de sentido común: ¿quién lo elegiría como 'campeón' de la humanidad en la lucha contra el mal?
Pero siempre habrá una cabaña en el bosque con un sótano maldito al que siempre hay que bajar (como en los finales de temporada en forma de doble episodio), un Necronomicón indestructible, un Delta 88 ídem, una motosierra a la que nunca se le termina la gasolina... y podemos confiar en que Ash, el tipo al que no invitaríamos a nuestra boda, después de recibir palos hasta en la dentadura postiza, encontrará la manera de volarle los sesos al engendro de turno mientras suelta un chiste verde.
Sam, Bruce, la muerte os sienta tan bien.