MURCIA. Begoña Ballester-Olmos es la fundadora de la agencia de traducción BBO Subtitulado. Desde Valencia, esta empresa ofrece soluciones lingüísticas para el sector audiovisual. En su portfolio figuran traducciones para películas como Alcarràs, de Carla Simón, La peor persona del mundo, de Joachim Trier o aclamadas series como Killing Eve, entre otros encargos distribuidos por las principales plataformas de vídeo.
En 1980, Martin Kay, experto en lingüística computacional, redactó el informe titulado The Proper Place of Men and Machines in Language Translation, en él lanzaba algunas predicciones de cómo sería la relación entre el humano y la máquina en el campo de la traducción. En el texto se pueden leer una serie de párrafos que apuestan por una relación simbiótica: “El ordenador es un instrumento que puede servir para magnificar la productividad humana. Usado adecuadamente, no tiene por qué deshumanizar, con la impronta de su sello orwelliano, los productos de la creatividad y del trabajo del hombre sino que, apropiándose de lo que es mecánico y rutinario, puede liberarle para que se dedique íntegramente a las labores que son esencialmente humanas. La traducción, aun siendo un arte delicado y preciso, conlleva muchas tareas que son mecánicas y rutinarias. Si estas tareas fueran encomendadas a una máquina, la productividad del traductor no sólo se vería magnificada, sino que su trabajo se haría más gratificante, más apasionante, más humano”.
“No es adecuado encomendar al ordenador que mecanice lo que no es mecánico, o algo cuya subestructura mecánica no ha sido revelada para la ciencia. En otras palabras, el ordenador se usa inadecuadamente cuando intentamos que haga algo que nosotros mismos no comprendemos. La historia no puede ofrecer un ejemplo mejor de uso inapropiado del ordenador que la traducción automática”.
En estos últimos años, el capitalismo de plataformas se ha afianzado hasta establecer un paradigma de la producción y distribución de contenidos audiovisuales que, como consecuencia de detentar el poder decisivo y económico, afecta al mercado de traducción. También han crecido las diferencias entre dos términos que están muy relacionados: la traducción automática (TA) y la traducción asistida por ordenador (TAO). En la TAO interviene la acción de un traductor humano que contribuye a una ‘memoria de traducción’ que la máquina aprende e incorpora siguiendo la lógica del machine learning, rama de la inteligencia artificial que asienta los procedimientos automatizados mediante los cuales las máquinas aprenden.
Según Rocío Broseta, de BBO Subtitulado, “La proliferación de las plataformas ha traído consigo una multiplicación de los contenidos. Hace diez años, la traducción audiovisual en España era el oficio de unos pocos, de hecho, ni siquiera existía una formación reglada. Ahora hay una decena de másteres especializados y todas las universidades que ofrecen el Grado en Traducción e Interpretación incluyen al menos una asignatura de traducción audiovisual”.
“A lo largo de esta década, las empresas pequeñas, que podían hacerse de sobra cargo de todo el contenido que llegaba a España, han sido absorbidas por multinacionales que poco a poco han ido automatizando sus procesos y precarizando el sector (a esto se suma que la oferta de profesionales con formación también es mucho mayor, lo que inevitablemente ha afectado a las tarifas, que siguen tendiendo a la baja —curiosamente, estas mismas multinacionales aseguran que la calidad de la subtitulación se ha deteriorado debido a la escasez de traductores, supongo que les falta añadir ‘que acepten nuestras tarifas insultantes y estén dispuestos a vivir del aire’)”.
“En estas empresas, se está popularizando el uso de lo que ahora conocemos como ‘posedición’, es decir, un traductor profesional revisa, o ‘posedita’, una traducción automática. Las empresas utilizan esta excusa para dejar de pagar tarifas de traducción y pagar tarifas de revisión. La traducción automática se alimenta de corpus lingüísticos que, en ocasiones sin saberlo, muchos traductores han ayudado a enriquecer”.
La Asociación de Traducción y Adaptación Audiovisual de España (ATRAE) publicó en octubre de 2021 un comunicado en contra de la posedición a raíz de las noticias sobre El juego del calamar, una serie original de Netflix subtitulada con traducción automática poseditada. “Esto supone un clavo más en la precarización del sector, que no solo tiene que sufrir a intermediarios que se quedan con porcentajes pantagruélicos de lo que pagan las distribuidoras, sino que ahora además delegan en una máquina el grueso del trabajo y después le pasa el (deficiente) resultado a un humano para que haga lo que el software no ha podido y por un precio considerablemente menor”, indican desde ATRAE.
Para Broseta, “Esto no solo precariza al sector, también empobrece notablemente la traducción resultante, sobre todo porque la IA desconoce la intención del texto original (¿hacer reír? ¿hacer llorar? ¿dar miedo?), pero también puede ocurrir que neutralice idiolectos, frases hechas, refranes, etc., que patine en las ambigüedades, en la retórica, que no acierte en la traducción de referencias culturales, que no refleje las emociones ni las variedades lingüísticas de los personajes, etc. Además, la principal característica que distingue a la traducción audiovisual de otras especialidades creativas es que el texto siempre está supeditado a la imagen, y ahí, la IA sí que no tiene nada que hacer. Y por eso, a día de hoy, no es posible que una IA traduzca una película sin posterior revisión humana y que el resultado no sea una debacle”.
Para Chelo Vargas-Sierra, profesora del departamento de Filología Inglesa Universidad de Alicante, la integración de proliferación de las herramientas TAO es positiva: “No cabe duda de que las tecnologías de la IA y el aprendizaje automático van a contribuir con más y mejores innovaciones, pero no solo se limitará a crearlas, sino que todo apunta a que estas cambien sustancialmente los flujos de trabajo de nuestro sector. (...) En el futuro, el sistema TAO recibirá información de todos los activos lingüísticos disponibles y utilizados (memoria de traducción, corpus, BDT, diccionarios, etc.), de la información procedente de la gestión de proyectos, de la interacción con otros colegas a través de plataformas web, de las consultas que hacemos en Internet, etc. De todo este trabajo del traductor, la herramienta aprenderá para proporcionarnos sugerencias que agilicen todo el proceso, cada tarea o para que enfoquemos nuestra atención en aspectos que puedan requerir más trabajo. La siguiente innovación procedente de la IA y del aprendizaje automático podría apuntar hacia la adaptación personalizada del sistema TAO en función de determinadas características del usuario”.
Como indican desde BBO, “La posedición existe desde que existe la primera inteligencia de traducción automática, pero con la sofisticación de las IA, su uso se va extendiendo a ámbitos donde antes se creía imposible: los artísticos. La traducción audiovisual es un trabajo creativo: el traductor de una obra protegida por la propiedad intelectual también está considerado autor de la obra derivada. La entrada de la traducción automática en el sector de la TAV es un peligro y degrada la calidad de las obras que consumimos (aunque la oferta masiva de contenido desde la introducción de las plataformas también tiene su parte de culpa en esto de la calidad)”.
“Existen otras especialidades de traducción, como la técnica o la científica, donde la traducción automática es capaz de hacer un trabajo más que notable dadas las características de este tipo de textos cuya finalidad no es emocionar, sino informar. En textos de esta tipología, los traductores llevan años apoyándose en sistemas de traducción parecidos: las herramientas de traducción asistida por ordenador facilitan el trabajo en las especialidades con textos repetitivos creando memorias de traducción que funcionan como corpus y proponen al traductor soluciones tomadas en proyectos previos”.
“Hasta el momento, nosotras nunca hemos hecho uso de una IA ni hemos aceptado ni encargado proyectos de posedición. Sí que nos hemos servido de herramientas de transcripción e incluso subtitulación automática para procesos internos y productos de bajo impacto, siempre con posterior revisión humana”.
El filósofo Daniel Innerarity reflexionaba respecto al uso de las IA en todos los aspectos de la existencia humana utilizando como metáfora la dirección asistida de los automóviles. ¿Facilita la conducción y el sobreesfuerzo al volante? Sí. ¿Pero qué ocurre ante las situaciones que escapan de la racionalidad científica? ¿Pegar un volantazo y evitar el atropello de un animal u otro ser humano, o primar egoístamente nuestra vida? ¿Puede una máquina evaluar a futuro las consecuencias de los sentimientos humanos como la culpabilidad o el arrepentimiento si la máquina no ha experimentado esos bits de conocimiento? Las emociones entrañan una cantidad de información abstracta que no se puede redactar con código. Por ende, ¿puede una IA otorgar con fidelidad el cariz emocional de un texto en su traducción? ¿Sabe la máquina que según culturas y religiones, un determinado gesto o expresión humana tiene una lectura u otra?
“El futuro de la traducción audiovisual se seguirá precarizando mientras haya quien siga aceptando las nuevas y empeoradas condiciones: plazos imposibles, tarifas absurdas, procesos que no dejan lugar a la creatividad… Lo único que brinda un rayito de esperanza es el trabajazo que hacen las asociaciones de traductores profesionales, el único reducto donde los solitarios freelance pueden poner en común sus experiencias, dar voz al sector y hacer fuerza contra las injusticias”, concluye Broseta.