MURCIA (EFE).- El campo español cuenta con 3,8 millones de hectáreas de cultivos en regadío. ¿Puede España permitirse tener tanta superficie con la disponibilidad de agua que hay en el país? Algunas voces del mundo agronómico y académico consideran que sí hay margen para mantener este modelo, pero no todas.
España posee la mayor superficie de regadíos de Europa, el 54 % de ella con sistemas localizados y, aunque el regadío apenas representa el 22,6 % de la superficie agraria cultivada, en ella se obtiene el 65 % de la producción final agraria, según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA).
Los datos del MAPA indican que el regadío multiplica por seis la productividad, aumenta hasta en cuatro veces la renta de los agricultores y genera tres veces más empleo por unidad de superficie que el secano.
Pero la agricultura y la ganadería absorben en torno al 70 % del agua que se consume en el país, según la profesora de la escuela de Ingeniería Agronómica de la Politécnica de Madrid e investigadora del Ceigram, Irene Blanco.
El presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Ingenieros Agrónomos, Baldomero Segura, es contundente al indicar a Efeagro que "preguntarnos si nos podemos permitir los regadíos que tenemos es como preguntarnos si sobramos personas".
"El regadío no es un capricho" -afirma-, "su función es la de aportar agua en el momento adecuado y la cantidad adecuada para que una producción vegetal llegue a buen término, que es, en último fin, nuestra mesa".
A su juicio, el análisis debería centrarse en cómo alcanzar la "consolidación de los regadíos".
"Hay mucho margen para mejorar", apostilla, tanto en infraestructuras hidráulicas de transporte y distribución, en sistemas de aplicación, en la capacidad de regulación y de reserva como en la movilización adecuada de recursos para incorporar las aguas regeneradas de las depuradoras de las ciudades.
También, apuesta por integrar las aguas de las tormentas más virulentas, cada vez más frecuentes, trabajar en las cabeceras de las cuencas para mejorar la recarga de los acuíferos e incorporar masivamente las tecnologías de sensores, big-data e inteligencia artificial a la gestión del agua y su aplicación agronómica.
"Y todo ello, antes de tocar una sola hectárea de regadío", sentencia.
La profesora Irene Blanco trabaja en la actualidad en un libro sobre la evolución de la agricultura de regadío en España que saldrá publicado antes de que finalice el año.
"En los últimos 15 años la superficie regada no ha parado de aumentar -excepto en 2006 y 2010-, en detrimento del secano, pero lo interesante es que en ese periodo ha bajado el consumo bruto de agua en términos de hectómetros cúbicos y en metros cúbicos por hectárea".
"Esto nos dice que no hay que poner tanto el foco en su superficie si no en controlar y reducir el consumo de agua", añade antes de reconocer que "hay que ser cuidadosos en no crecer mucho más" en número de hectáreas de regadío y trabajar sobre sus "puntos débiles" como la sobreexplotación, la calidad de agua y el regadío ilegal.
Y es que, tal y como afirma, "la amenaza del cambio climático es ya un hecho real".
El futuro, desde su punto de vista, ha de pasar por continuar con la modernización y digitalización de los sistemas de riego, ya que "hay margen de mejora", sobre todo en los invernaderos, y potenciar la regeneración y reutilización de aguas y la desalación, técnica esta última en la que España es un referente mundial.
Ricardo Aliod es profesor de Ingeniería Hidráulica y del Riego en la Escuela de Agrónomos de Huesca y durante 25 años ha participado en el diseño de más de 200.000 hectáreas agrícolas de regadíos modernizados, según relata a Efeagro.
Ahora, se muestra muy crítico al advertir de que "España no se puede permitir" tantas hectáreas de regadío: "no puede ser la huerta de Europa y la granja de China, todo tiene un límite, y más en los contextos actuales del cambio climático".
A su juicio, las tres soluciones que se han aplicado hasta la fecha -regulaciones, trasvases y desalación- "no han funcionado", ya que "el sistema colapsa cuando vienen periodos de sequía".
Precisa que "la bala de plata" de la modernización de los sistemas de regadío "reduce el uso del agua, pero a la vez aumenta su consumo", al registrarse más producción.
"La solución final se producirá con el cierre de regadíos, y lo que hay que intentar es que este proceso no se haga de forma caótica, sino organizada, obligando a los grandes propietarios a retirar superficies y, de forma voluntaria, a los pequeños para que no suceda a la brava como con la burbuja inmobiliaria".