PODERES PSICOLÓGICOS   / OPINIÓN

Por qué nos atraen las teorías de la conspiración

4/12/2024 - 

Las teorías de la conspiración han fascinado a las sociedades humanas a lo largo de la historia y hablan de un profundo interés del ser humano por entender fenómenos que parecen inexplicables. Desde la creencia en sociedades secretas que controlan el mundo hasta que el hombre nunca llegó a la luna. Muchas de estas teorías se han abierto paso en las mentes de numerosas personas, impulsadas, en el siglo XXI, por las redes sociales. Estas ideas seducen a personas de diferentes géneros, estudios y clase social. Pero ¿por qué nos atraen tanto?

Teorías de la conspiración hay muchas. Algunas bien argumentadas y que podrían ser una hipótesis plausibles y alternativas a las oficiales y otras completamente inverosímiles que desafían tanto a la razón como a la ciencia. En este artículo, no trato de posicionarme a favor o en contra de una u otra teoría, sino explorar las motivaciones psicológicas que hay detrás de nuestra inclinación a creer en teorías de la conspiración.

1. Aversión a la incertidumbre

El ser humano tiene la necesidad innata de controlar su entorno y, sin embargo, nos movemos en un mundo complejo y caótico. Ante la incertidumbre, las personas buscan formas de entender lo que les rodea. Las teorías de la conspiración ofrecen una respuesta que proporciona orden y previsibilidad. La ambigüedad y la incertidumbre nos produce estrés; el estrés es una emoción desagradable y el ser humano huye de lo que le resulta desagradable. 

En tiempos grandes cambios o crisis, ya sea una pandemia, una recesión económica o un conflicto bélico, la incertidumbre nos provoca ansiedad. Las teorías de la conspiración ofrecen explicaciones sencillas y concisas, que lo reducen todo a buenos y malos. Disminuyen causas multifactoriales a uno o unos pocos culpables. Esto ayuda a las personas a simplificar y dar sentido a situaciones desconcertantes, y alivia la ansiedad que estas situaciones nos provocan.

"El ser humano tiene una curiosidad innata por lo desconocido y lo misterioso"

2. Nuestro cerebro ama lo simple

Todos los años de evolución nos han programado para ser eficientes en el gasto de energía. Utilizar el tedioso método científico para encontrar el sentido a todo nos puede llevar a una sobrecarga cognitiva. Comprender y analizar cada detalle de lo que nos rodea agota nuestros recursos mentales, lo que nos lleva a fatiga, estrés, y dificultades para concentrarnos en lo que importa. Estamos predispuestos a aceptar una explicación sencilla, ya que nos hace ahorrar energía.

3. Superioridad

La sensación de que hay fuerzas que nos manipulan y que nos quieren controlar es aterradora. Creer en las conspiraciones nos da a las personas una sensación de poder: "Hemos descubierto la verdad oculta que el resto del rebaño ignora". Esta creencia nos provoca un sentido de superioridad mental y emocional que nos hace estar por encima del resto de personas. Cuando percibimos que estamos en vanguardia del conocimiento y que tenemos acceso a la verdad que otros, supuestamente "engañados", no comprenden nos genera una sensación gratificante que reafirma nuestra autoestima y alimenta nuestro ego.

 4. La identidad de grupo

Las teorías de la conspiración sirven de vehículo para fortalecer la identidad de grupo. Estas teorías pueden crear lazos entre aquellos que comparten una misma creencia, llegando a formar comunidades en torno a sus ideas. Esto es especialmente atractivo en sociedades donde los individuos sienten que están agredidos, marginados o no comprendidos por la sociedad. Además, la disidencia frente a "la verdad oficial" refuerza cohesión entre los miembros del grupo, reforzando su identidad.

5. La desconfianza institucional

La desconfianza hacia instituciones como el Gobierno, los medios de comunicación y las corporaciones también alimenta la creencia en teorías de conspiración. Cuando las personas sienten que estas instituciones han fallado o no han sido transparentes, pueden buscar explicaciones alternativas que sustenten su desconfianza. 

La desconfianza puede estar motivada por experiencias pasadas, como escándalos políticos, problemas éticos en corporaciones o sesgos en los medios de comunicación. Estas experiencias crean un contexto en el cual las teorías de conspiración parecen más plausibles.

6. Sesgo de confirmación

La infancia, adolescencia, los padres, los profesores, los amigos, la cultura, las vivencias traumáticas… Desde que nacemos vamos acumulando una experiencia que va moldeando nuestra personalidad y formándonos una opinión. La información que consumimos está influenciada por nuestras creencias preexistentes. Este fenómeno, conocido como "sesgo de confirmación", lleva a las personas a buscar información que reafirme sus ideas, ignorando o infravalorando todo aquello que las contradice. Las teorías de conspiración a menudo se construyen sobre narrativas que desafían la versión oficial de los hechos y, por lo tanto, son más propensas a atraer a quienes ya desconfían de las autoridades o de los medios de comunicación.

Las redes sociales han hecho de caja de resonancia y han permitido la rápida difusión de estas teorías. En estos espacios, muchas veces anónimos, se comparten y refuerzan informaciones que se alinean con creencias específicas. Esto, combinado con la falta de habilidades críticas para evaluar la información, alimenta la proliferación de estas creencias, haciéndolas más atractivas.

7. La atracción por lo misterioso

El ser humano tiene una curiosidad innata por lo desconocido y lo misterioso. Las teorías de conspiración juegan con esta curiosidad, ofreciendo historias que evocan el suspense y la intriga. La sensación de ser parte de una revelación importante o de estar en posesión de un conocimiento que "los demás" ignoran puede ser muy poderosa. 

Además, las narrativas conspirativas suelen contener elementos de narrativa clásica (héroes y villanos) que las hace más similares a historias de ficción que a hechos basados en evidencias. Estas narrativas son más atractivas y capturaran la atención e interés de las personas, haciéndolas más susceptibles a estas creencias.

8. Conclusión

Por desgracia para los que tratan de luchar contra las teorías de la conspiración, estas son casi imposibles de erradicar, ya que nacen de nuestra propia forma de interpretar la información. Los atajos cognitivos y el sesgo de confirmación de nuestro cerebro van más allá de nuestra tendencia a buscar información, también afecta a nuestra forma de interpretar la información que nos llega. Incluso la memoria juega en nuestra contra, ya que hace que olvidemos más fácilmente las informaciones que contradicen nuestras posturas que aquellas que las confirman.


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