MURCIA. Para empezar y que el lector no se sienta engañado al finalizar la lectura (los malos tragos cuanto antes mejor), este artículo no va de consoladores. Podría ser, pero no. Suelo escribir de temas en los que considero que tengo cierta autoridad y este no es uno de ellos… Pero aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid lanzo una pregunta al aire: ¿Por qué algunas mujeres les ponen nombres a sus juguetes sexuales? Además ¡Manolo!, perdónenme ustedes, será un nombre muy castizo, pero a mí más que evocarme ese amante fornido y atlético en cuyos brazos quisiéramos yacer todas, me recuerda a Los Bingueros, estos señores escuchimizados que se te pegaban en las discotecas de Benidorm echándote el aliento en el cuello con tal de pillar palco con vistas al canalillo. Puedo entender que los hombres les pongan nombre a las muñecas hinchables, al fin y al cabo es una réplica completa de la anatomía femenina y la puedes vestir como tal, pero… ¿sólo al pene? Yo si fuera hombre me sentiría muy agraviado en esta cuestión, pensaría que sólo soy un objeto sexual para la mujer y esto sería denigrante… Aunque más de uno estaría encantado de buen grado.
"A algunos los considero casi sufridores de manual. Tienen una habilidad nata para el abordaje de empresas imposibles para cualquiera"
Ahora las nuevas marcas se han reinventado dando un giro en el marketing del producto y con mucho acierto, porque, sinceramente, como posible usuaria prefiero pensar que algo me va a dar satisfacción mejor que consuelo. Lo primero ya te hace sentir gozo en el corazón, genera en ti una expectativa positiva y prometedora, mientras que con lo segundo parece que va a venir una plañidera a acompañarte a llorar la ausencia… la ausencia del resto del cuerpo está claro. ¡Menudo drama!
Al parecer estaba muy equivocada con el tema que nos ocupa hoy, porque mire a las alturas que estamos y todavía no he hablado de los Manolos de los que quería hablar. Hoy quiero darle su sitio a ese hombre que vive por y para su mujer y familia. En este artículo quiero resarcirme y reparar el daño que haya podido ocasionar a la vulnerable sensibilidad del género masculino.
Tengo la suerte de conocer a varios de esta rara avis. Son hombres protectores y preocupados sobremanera por el bienestar de todos los miembros de la familia. A algunos los considero casi sufridores de manual. Tienen una habilidad nata para el abordaje de empresas imposibles para cualquiera. Todo el día van corriendo de aquí para allá, llevando a los niños a las extraescolares con horarios imposibles, hacen la compra en cuatro hipermercados diferentes porque conocen las mejores ofertas de cada uno y no están dispuestos a que su cari cargue peso con lo delicadas que tiene las cervicales. Siempre aciertan con el regalo perfecto para tu cumpleaños porque se pasan el año atentos a las señales. Hacen las tortillas de guisantes con la cosecha del huerto vertical que han construido ellos mismos con cuatro palets que tenían por ahí. Te envían flores a la oficina porque hoy es hoy, y cuando llegas a casa… ¡Ay, Dios! Cuando llegas a casa huele a estofado desde el rellano de la escalera. ¿Qué más se puede pedir?
Los Manolos suelen generar mucha envidia en su entorno, sobre todo entre las mujeres que no tienen uno, evidentemente. Imagino que estaremos de acuerdo en que todas queremos poner un Manolo en nuestra vida. Ahora… la pregunta es cuál: ¿El primero o el segundo...? Esa es la cuestión.
Gracias por su lectura.