MURCIA. Muchas veces hemos mencionado algunas de las leyendas que han marcado nuestra historia como seres humanos. Esas historias en donde se entremezcla lo sobrenatural con nuestro plano físico y que casi en todas las ocasiones pone nuestra vida o la de los nuestros en peligro. Casualmente estas historias surgen o se difunden en épocas de alta incidencia de enfermedades en nuestra Región (como la fiebre amarilla que asoló a principios del siglo XIX a nuestra tierra) o en lugares donde bandoleros, ladrones o animales salvajes han producido muertes a los viajeros o vecinos que se encontraban en la zona. Estas historias las tenemos documentadas por toda la región y sirven para protegernos de una muerte segura.
En ellas, además, podemos identificar arquetipos y personajes siempre repetidos, con las características propias de cada ciudad o zona. Posiblemente alguno de los que te menciono te lleguen a sonar:
Cuentan los abuelos que en los montes y en las noches oscuras se escuchaba el espeluznante rugir de un animal, que pasaba por las calles y por la plaza del pueblo. Cuando se oía, empezaban a ladrar los perros y aullaban con terror. Era el perro negro y cuentan que sus colmillos eran grandes y afilados, sus ojos eran dos bolas de fuego y las pisadas se escuchaban fuertes. Cuando el perro negro salía, degollaba a los otros perros, que al día siguiente amanecían muertos en las calles.
Ubicado en los montes, cuando hacían las noches oscuras salía a deambular un ser extraño. Era el gritón que, con sus gritos espeluznantes, asustaba a cualquier persona que saliera a caminar o a hacer algún recado. Cuentan que cuando pasaban por alguna punta de monte se escuchaba el grito que pasaba como de alguien que venía caminando, pero no se veía nada; la tierra temblaba y todos los animales entraban en silencio absoluto. Las personas que lo escuchaba debían apartarse del camino, meterse para el monte y quedarse absolutamente quietas, sin hacer el más mínimo ruido. También afirman que cuando el grito se escuchaba lejos era porque el gritón venía cerca y cuando se escuchaba cerca venía lejos.
O brujas. Se les denominaba con este nombre ya que si escuchaban que se les llamaba brujas se enojaban y podían hacerles algún hechizo o daño. Algunas noches los hombreas salían a las tabernas y escuchaban que un silbido. Era el silbido de las brujas. Para que nada les sucediese, éstos las invitaban a lo que ellas desearan. Del mismo modo se decía que algunas personas que las escuchaban perdían la cabeza y aparecían deambulando a altas horas de la madrugada en mitad de la ciudad o dentro del mismo cementerio, sin recordar ni cómo habían llegado allí ni qué es lo que habían hecho en las últimas horas.
*Santi García es responsable de Rutas Misteriosas y autor del libro 'Murcia, Región Sobrenatural'