EL RETORNADO / OPINIÓN

Perdemos el tren del futuro

Foto: A. PÉREZ MECA (EP)
10/11/2023 - 

MURCIA. Hay momentos trascendentales en los que el patriotismo emerge con la fuerza con la que se enfrentan las grandes amenazas. Vivimos uno de esos momentos. De hecho, lo vivimos desde hace años, pero hasta ahora a cámara lenta, lo cual supone que muchas personas no sean conscientes aún de lo que es evidente: el desguace de España, su venta al peso orquestada por unos políticos que representan lo peor de nuestra sociedad: la ambición personal, la falta de preparación, el travestismo moral y la hipocresía. Los hechos están sobre la mesa: con tal de poder gobernar España, Pedro Sánchez quiere la amnistía para un tipo que pretendía trocear España con el apoyo de un déspota como Putin, cuyo interés final es desestabilizar Europa a través de acciones quirúrgicas como la promoción del separatismo en Cataluña. Aterrador.

Quien tenga dos dedos de frente puede ver claramente que nuestro país va directo al enfrentamiento civil, al desmoronamiento, al odio permanente entre hermanos y a la destrucción de la economía.

Precisamente es este punto, la situación económica, uno de los que más me preocupa, ya que representa otra de las grandes amenazas para nuestro futuro, silenciada por constantes cortinas de humo o, como vemos en este momento, por problemas que exigen una respuesta de auxilio inmediata.

"España se aleja de la corriente de cambio en toda Europa y pierde el tren económico al futuro"

Ahora, cuando la unidad nacional está en juego, siento casi pudor por hablar de otras cuestiones, pero también tenemos la obligación de hacerlo: España se aleja de la corriente de cambio en toda Europa y pierde el tren económico al futuro. Es un hecho. El alto nivel de desempleo, la creación de puestos de trabajo de escasa cualificación y la baja productividad lastran el PIB per cápita español. A eso se suma un alto nivel impositivo, lo que se traduce en el hecho de que somos cada vez más pobres en relación con nuestros socios europeos.

Para explicarme a mí mismo cómo puede suceder esto sin ninguna reacción popular, suelo recurrir a la fábula de la rana y la olla con agua: la rana nadaba plácidamente en agua fría, que poco a poco iba calentándose. El agua fría se transformó en agua templada, pero la rana se fue acostumbrando y allí seguía, nadando plácidamente. El agua subió de temperatura más y más, tanto que llegó a estar tan caliente que la rana murió de calor. Ella, sin embargo, no se había dado cuenta de nada, ya que el calor aumentaba de forma gradual y permitía ir acostumbrándose a él.

"nuestro país gasta mucho más de lo que ingresa y la deuda pública se dispara"

El separatismo y la ineptitud de los políticos generan un estado de cansancio tan grande que nos absorbe la energía para abordar otras cuestiones tan relevantes como nuestro futuro económico, nuestro modelo productivo, la crisis demográfica o la sostenibilidad de las pensiones. Tampoco se habla de la competitividad y la productividad, pese a que las cosas no van bien. En el índice de competitividad, España se ha dejado once puestos con respecto a 2018. ¿Y la educación? Las últimas evaluaciones demuestran que España sigue cayendo. Los alumnos de diez años van en lectura casi un curso por detrás que Inglaterra. El 28% de los jóvenes españoles no tienen terminado ni el Bachillerato ni la FP. Uno de cada cinco jóvenes ni estudia ni trabaja, la tasa más alta de la UE.

Tampoco hablamos de la falta de seguridad jurídica, del cuestionable número de empleados públicos o de la irresponsabilidad fiscal de nuestro Gobierno. España gasta mucho más de lo que ingresa y la deuda pública se dispara. El problema es que, cuando uno no para de endeudarse, acaba yendo a la bancarrota y su economía colapsa. Grecia quebró, recordémoslo. El sistema empresarial del país colapsó, y los salarios bajaron drásticamente.

El problema de fondo es la selección errónea de las elites políticas durante las últimas décadas, y una separación de poderes bastante dudosa. Los gobiernos sucesivos han abusado de sus prerrogativas para corromper el sistema. Miren a modo de ejemplo el uso de los decretos-ley, una fórmula que esquiva las reglas de la democracia parlamentaria y que debería ser excepcional, pero que se ha multiplicado en los últimos años.

Como la rana, poco a poco nos estamos cocinando. Veremos cuando el agua será demasiado caliente para soportarlo. Por cierto, algunos ya están saltando y marchándose. No se les puede culpar.

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