CARTAGENA. Las voces que nos alertan de que la democracia española peligra se multiplican cuales arruís en Sierra Espuña y, según dicen, su supervivencia requeriría más cuidados urgentes de los prestados por la UPCT para salvar de la extinción al garbancillo de Tallante, una leguminosa que solo crece en los terrenos volcánicos de esa pedanía cartagenera. En opinión del Aparecido, tales peligros son más bien imaginarios, y nuestra democracia podría muy bien responder que "los rumores sobre mi fallecimiento son muy exagerados", frase atribuida a Mark Twain.
"La confrontación entre Podemos y Vox: confederados centrífugos frente a unitarios centralistas"
El origen del peligro difiere según el emisor. Para los separatistas catalanes, especialmente los de la disciplina de Puigdemont, el problema provendría de una antidemocrática alianza entre los jueces, los policías, los militares y la mayoría de los partidos españoles, bloque coronado por el mismo rey. En España solo estarían por la democracia los demás separatistas catalanes y vascos, y los españoles que apuesten por la autodeterminación, o sea, Podemos a fecha de hoy. No aceptan haber cometido sedición por quebrantar desde el poder la Constitución, les asombra que el Parlamento Europeo les haya levantado la inmunidad parlamentaria, y atribuyen a una deficiente información el hecho de que los evaluadores internacionales nos consideren una de 23 democracias plenas del mundo.
Si fuese como dicen, la tarea de los demócratas españoles sería hercúlea, pero a los antiguos de militantes de País Vasco y Libertad (PVL), en vasco Euzkadi ta Askatasuna (ETA), tal diagnóstico les habría parecido demasiado benevolente: ellos sostenían que la transición a la democracia fue un engaño para mantener el franquismo, motivo por el que seguían cometiendo atentados terroristas y así traer la verdadera libertad bajo la forma de una república vasca de tipo comunista. Un ideal tan aterrador para muchos como los métodos que empleaban. Derrotados por la eficacia de nuestros policías y guardias civiles, junto con la valentía de nuestros jueces (incluido Marlaska en una reencarnación anterior), aceptaron participar en las elecciones bajo la cobertura de Reunir (Bildu).
¿Qué deben hacer los demócratas con ellos? Persistir en gobernar y oponerse unos a otros mediante métodos democráticos y aplicarles la legislación vigente si vuelven a delinquir. Si pasasen de las bravatas, las desobediencias, e incluso la sedición, a la rebelión abierta, masiva y violenta, entonces quizás sí peligraría la democracia y sería necesaria protegerla recurriendo a todas las medidas previstas en la Constitución. Si eso nunca llegase a ocurrir, que es lo más probable, pues, gracias a las medidas adoptadas por el blandito Rajoy, los dirigentes separatistas han sabido de la potencia de nuestro Estado, la firmeza de nuestro rey, la resolución de los españoles, y la escasa simpatía internacional que despiertan. Por ahora, tan excesivo sería ilegalizar a los partidos separatistas, que pide Vox, como concederles el referéndum de autodeterminación restringido a sus territorios, que no a toda España, que defiende Podemos.
Y con eso ya entramos en la fuente secundaria de los rumores sobre el presunto peligro que corre nuestra democracia: la confrontación entre Podemos y Vox, nada extraña cuando los primeros creen que España es un Estado plurinacional en trance de convertirse en una confederación de Estados independientes, mientras que, para los segundos, se trata de una nación única con un Estado excesivamente descentralizado que convendría revertir a centralista. En resumen, confederados centrífugos frente a unitarios centralistas; partidarios de potenciar las lenguas minoritarias en detrimento del español frente a los que defienden el derecho a estudiar en español en toda la geografía española.
Ambos se acusan de violentos. En realidad, la única violencia grave que ha padecido España en la etapa democrática ha venido de PLV y de los yihadistas, que atentaron en Madrid y en Barcelona; en segundo lugar, los únicos procesados por agresiones a policías figuran, hasta el momento, en las filas de Podemos, mientras que los que han participado en actos violentos desde la derecha pertenecen a Alianza Nacional, un partido que, a diferencia de Vox, se define como fascista y ha especulado con practicar la lucha armada. No hay, por ninguna de las dos partes secundarias, tal violencia generalizada.
Es bien sabido que Iglesias acusa a Vox de fascista, pero recientemente ha declarado a Carlos Cué y Paula Chouza que los medios han normalizado el fascismo en España, uno de los motivos por los que convendría imponerles controles democráticos. O sea, que los de Vox son fascistas y la mayoría de los medios los apoyan. Tranquilidad: según él, también sobre Europa se cierne el peligro fascista y Trump cae "en el significante de fascista", que traducido de la jerga peronista de Laclau al español significa que Trump, el segundo presidente más votado de los Estados Unidos, es fascista. Se diría que los únicos sitios donde no peligra la democracia por el fascismo serían Cuba y Venezuela, claro que allí no la corre por el mismo motivo que los clientes de los forenses corren escaso riesgo de perder la vida.
"como dijo el presidente Sánchez, todos los votos presentes en el Congreso son igualmente legítimos; todos son democráticos"
También les dijo a los dos periodistas que Podemos es un partido antisistema, mientras que Vox es radicalmente prosistema. Acabásemos, que decía mi profesor de Literatura, cuando lográbamos dar una respuesta correcta tras varios intentos fallidos. Según ese criterio, aportado por el máximo líder de Podemos, apoyar al sistema establecido, nacido de la transición, regulado por la Constitución, y que consiste básicamente en combinar los postulados liberales con los socialistas, sería fascista; lo democrático sería, según ese razonamiento, oponerse al sistema vigente. Vuelven al "no nos representan" y al "los cielos se toman por asalto", pero siguen formando parte del Gobierno español y aspirando a integrarse en el madrileño. Esa contradicción los salva de caer en el campo del comunismo totalitario y les permite permanecer en el del socialismo, muy radical, pero democrático.
Nuestra democracia no corre peligro toda vez que los principales partidos, PSOE y PP, la defienden sin ambages y sus programas caben en la Constitución, mientras que los secundarios estables, Podemos y Vox, defienden programas cuya aplicación completa requeriría modificarla, pero lo hacen sin basarse en la lucha armada, presentándose a elecciones y respetando sus resultados. Ambos están, pues, dentro de nuestra democracia, ya que, al no ser militante, cabe modificar nuestra Constitución mientras se intente siguiendo los cauces establecidos en ella y las leyes que la desarrollan. En efecto, como dijo el presidente Sánchez, todos los votos presentes en el Congreso son igualmente legítimos; es decir, todos son democráticos.
Cosa distinta es que unos quieran potenciar el Estado, confederarlo, desarrollar el socialismo vía impuestos masivos y debilitar el papel de las familias, pero los otros prefieran potenciar el mercado, mantenerlo unitario, reforzar los derechos de las familias, y bajar impuestos, mejorando la eficacia, que no el coste, de los servicios públicos. Todos quieren la libertad, pero unos se refieren a la libertad ante el mercado, asumiendo que la desigualdad es opresora, y los otros a la libertad ante el Estado, que nos controla en la medida que nos protege, y consideran que lo opresor es imponer la igualdad de resultados, que no de oportunidades. Ese debate no atenta contra la democracia, sino que la refuerza, pues hace ver a los votantes que pueden elegir entre dos modelos distintos, ambos democráticos. De hecho, la participación en las elecciones madrileñas será masiva, síntoma de la viveza de la democracia en plena polarización. Y ahora llamad equidistante al Aparecido, al que los franquistas encarcelaron por defender la democracia y los del PLV lo incluyeron en su lista de personas a abatir por condenar sus atentados. Eso sí que es equidistancia.
JR Medina Precioso