MURCIA. Peio Aguirre (Elorrio, Vizcaya, 1972) es crítico de arte, comisario independiente y editor. Su última publicación, Estilo. Estética, vida y consumo (Turner, 2022) reflexiona sobre el estilo y su transformación a lo largo de la historia. “Mi reflexión parte de una especie de punto ciego. A lo largo de la historia el estilo ha sido un demarcador de diferencias, un concepto liminal que servía para definir cada época. Sin embargo nuestra contemporaneidad ha dejado de interrogarse por el estilo en tanto gran pregunta existencial, no porque no haya estilo, al contrario, porque el estilo, los múltiples estilos, se han amalgamado y forman parte de nuestra cotidianeidad y de hasta de nuestro consumo más inconsciente. Podríamos decir que el estilo está ahora tan cerca de nuestro globo ocular que pasa desapercibido”.
Peio inició en 2006 el blog Crítica y metacomentario, desde entonces, lo ha alimentado con reflexiones sobre productos culturales que desde aquella fecha, han ido variando de formato. “Ha habido un claro retroceso en el ritmo de posteo en el blog debido a que han perdido su tracción vehicular. El ‘contenido’ se distribuye ahora en cápsulas cada vez más diminutas, en tuits, y ya nadie presta atención a los blogs. En el periodo dorado de la blogosfera trataba de ampliar la crítica de arte a una crítica de la cultura extendida. Más que seleccionar yo, los temas me seleccionaban a mí. Había un componente de deseo, al ver un filme, escuchar un disco, o simplemente especular sobre algún aspecto teórico. El blog era un repositorio de ideas más que un espacio de publicación per se”. En 2011, uno de los años con más contenido para este blog, se pueden leer entradas relacionadas con Depeche Mode o Saint Etienne, así como múltiples referencias a la moda. A estos dos campos, música y moda, el crítico acude frecuentemente.
“En la esfera de la moda y la música, tan relacionadas, hasta finales del siglo pasado los estilos se definían y se diferenciaban antagónicamente unos de otros. El grunge o el indie o la llamada cultura de club conformó un estilo estéticamente identificable que era visible en películas como Trainspotting (1996). Aquello era aún un mundo manufacturado, analógico. La posmodernidad se caracteriza con un historicismo que no deja de reciclar décadas del pasado. Hasta el nuevo milenio había sin embargo una continuidad de los estilos incrustados en décadas; los 50, 60, 70, 80... Ahora mismo la perspectiva de esta sucesión lineal de estilos ha sido sustituida por la amalgama, dificultando su periodización. Al mismo tiempo, vivimos tiempos de especialización y singularidad y si alguien lo desea puede vestirse y maquillarse 100 % a la manera victoriana”.
“En mi trayectoria he tratado de activar la crítica como un espacio exterior a la academia, a la que no pertenezco pero a la que tampoco me opongo. Ha habido un retroceso en los espacios para la crítica en medios escritos y online, y en parte por esto mi escritura se ha redirigido más hacia el ensayo teórico o crítico, como por ejemplo en mi libro Estilo. Estética, vida y consumo. No concibo la crítica sin escritura. Pienso que escribir es siempre un experimento literario, una forma de arte, y como tal es siempre una agencia transformadora”.
En Estilo. Estética, vida y consumo leemos que “La publicidad explota las fisuras del afecto y las emociones son ahora la mercancía perfecta”. Esto nos lleva cuestionarnos las consecuencias de la mercantilización de la protesta sobre los productos de consumo rápido, como la moda. “La protesta hace tiempo que quedó integrada dentro del consumo y el ejemplo más patente lo constituyó Mayo del 68, lo cual no quita que no haya resquicios para la resistencia a un nivel individual y también auto-organizado. Pero son resistencias que cada sujeto debe marcarse a un nivel individual en tanto una ética consigo mismo y, por extensión, para con los demás. Por ejemplo, el día del Orgullo gay ha quedado completamente asimilado por el capitalismo de consumo y en consecuencia se ha creado la categoría de ‘día del Orgullo crítico’, pero esto no evacua el dilema del consumo. Vivimos en una sociedad de consumo que hace difícil la oposición. El capitalismo penetra lenta y machaconamente en nuestro aparato sensible y emocional”.
El texto propuesto por Aguirre señala un importante signo de nuestros tiempos: la especialización que se da cuando los modos neoliberales pretenden hacer creer que todo consumidor es único, pese a que este ansía identificarse con un grupo a través de los signos derivados de sus decisiones de consumo. “Se trata de una ambivalencia intrínseca a todo estilo, que distingue, diferencia, pero al mismo tiempo también categoriza y generaliza. Nos queremos singulares, únicos, pero también conectados a otros en nuestras afinidades electivas. Ésta es también una dualidad en los seres humanos, entre el individualismo y la colectividad. La cultura de masas ha hecho de esta ambivalencia un elemento central de su desarrollo y ha creado productos específicos al respecto. Vivimos tanto o más en una época de códigos que de modas. El estilo es el arte de fabricar un código personal o exclusivo para uno mismo. Tal vez la clave esté en fabricar ese código desde una consciencia crítica y despierta, desde el intelecto más que desde únicamente los bienes de consumo que se nos ofrecen”.
Peio puntualiza que ese código personal difiere del machachón concepto de ‘marca personal’ que convierte a los individuos en empresas. “No me refiero a generar tu propia marca, eso es precisamente lo que critico del discurso dominante neoliberal: sé tu misma, genera tu propia marca, ofrece tu mejor versión de ti misma, etc. ¡No! En el libro no propongo recetas ni es mi intención generar fórmulas fáciles a la manera de las revistas de moda y suplementos culturales. Simplemente propongo una reflexión crítica y animo a los lectores a interpretar el texto y adaptarlo a su particular experiencia estética”.
“En este libro he pensado en la figura del influencer, tan común en las redes sociales. Es decir, en aquellas nuevas figuras que marcan ‘tendencia’ y guían al consumidor de manera consciente o inconsciente. El o la influencer es una figura acorde a su tiempo, que hoy en día está marcado por el mundo digital, con sus algoritmos y vectores. Sistemas abstractos a los que no tenemos acceso y que condicionan nuestra conducta y hasta nuestra personalidad. Pero históricamente los influencers reproducen casi una posición pre-moderna en la que existían solo algunos exquisitos consejeros sobre la elegancia y los buenos modales, como por ejemplo Beau Brummell a principios del Siglo XIX. Ya en la modernidad la función de la crítica, en sí misma articuladora de esfera pública y mucho más democrática, sustituyó a estos paladines del buen gusto. Con el decline de la crítica tal y como acontece ahora, las editoriales buscan tanto o más al influencer que al crítico pues, como decía, no importa tanto el qué o cómo, sino que la rentabilidad publicitaria de un producto cultural se distribuya, o se haga viral, lo más rápido y expandido posible. La cantidad, que es lo numérico y vectorial, está ganando la partida a la calidad”.