MURCIA. Después de coronavirus y covid-19, si hay algo que se ha hecho tremendamente popular en estos últimos meses es la PCR o los test de inmunidad. Pruebas diagnósticas que hasta hace muy poco eran completamente desconocidas para la mayoría, hoy están en boca de todos. Sin embargo, las dudas sobre para qué sirven, qué detectan y en qué momento hay que realizarlas siguen existiendo. Y no es inusual si tenemos en cuenta que en los propios hospitales han tenido que realizar una formación exprés para ponerlas en práctica, como explica Rosa Blázquez, jefa del Servicio de Microbiología del Hospital Morales Meseguer, médico especialista en enfermedades infecciosas que lleva desde 1996 en este centro médico de referencia del Área 6 de la Región.
En este servicio se realizan todo tipo de pruebas, "cualquier cosa que pueda ser analizada", apunta. Pero en los dos últimos meses las pruebas estrella han sido la famosa PCR, completamente desconocida para el común de los mortales y casi olvidada por los profesionales de este ámbito, y más recientemente los test rápidos o de inmunidad. Estas pruebas sirven para saber quién está enfermo y aislarlo a tiempo para que no extienda el contagio, lo que se consigue con la PCR, y qué porcentaje de la población ha pasado el virus y es inmune, para lo que se utilizan los test. Los dos son imprescindibles en esta lucha contrarreloj contra el Covid-19.
"Nosotros nos subimos al carro cuando ya estaba andando y en un momento muy malo", recuerda Blázquez. Y es que cuando llegó la pandemia a la Región, la Consejería de Salud estableció que el centro de referencia para las pruebas PCR sería el Hospital Virgen de la Arrixaca. Pero en vista de la magnitud de la epidemia, tanto el Morales Meseguer como el Reina Sofía se incorporaron por la necesidad de aumentar la capacidad de realizar más pruebas. Pero como admite Bláquez, no fue nada fácil. La tarea resultó ser una odisea para este laboratorio. De la noche a la mañana tuvieron que asumir una labor que no esperaban, sin personal que supiera realizarla ni la tecnología necesaria.
"Al principio no teníamos reactivos ni aparataje ni sistemas automatizados para las PCR. Nos pilló completamente desprevenidos. Hemos tenido que volver a la prehistoria de las muestras. Empezamos de forma manual y hemos tenido que aprender todos de cero", señala Blázquez. En esta formación acelerada por las circunstancias, destaca que ha sido fundamental la ayuda de la Universidad de Murcia, que les ha asesorado en todo el procedimiento. El periodo de aprendizaje fue "intensivo y muy acelerado", subraya, trabajando en turnos, mañana, tarde y noche y los fines de semana.
Además, en el momento en el que se requiere que el Morales Meseguer comience a realizar pruebas diagnósticas de la covid-19, "todo el mundo se había puesto nervioso y estaba demandando aparataje y reactivos", por lo que se encontraron con un desabastecimiento de muchas de las sustancias necesarias a nivel mundial y encontrar la maquinaria necesaria para el procesado de las muestras "fue complicadísimo".
PCR son las siglas en inglés de 'Reacción en Cadena de la Polimerasa' (Polymerase Chain Reaction), una enzima que revela si una muestra contiene el ARN del virus, es decir, su carga genética y, por tanto, si un paciente padece covid-19 de forma activa. Pero las técnicas de PCR tradicionales son manuales, implican ser muy meticuloso y conllevan bastante tiempo. Además, en el hospital estaban en desuso.
"Las primeras semanas lo tuvimos que hacer de forma manual. Es un trabajo minucioso, con muchos pasos, y en el momento que haces algo mal, contaminas la muestra y ya no vale", indica la jefa del servicio, que asegura que ha sido un reto para todos. "Luego ya pudimos adquirir algún sistema automatizado, que ayuda a que todo sea más sencillo".
Para hacer una PCR hace falta una muestra respiratoria, en concreto, un exudado nasofaríngeo que se coge del interior de la nariz con un bastoncillo. Esa muestra se somete a dos procesos, extracción y amplificación. La extracción persigue extraer el ARN del virus y la amplificación aumentarlo para comprobar si está presente. Es decir, en la primera parte del proceso se limpia la muestra al máximo pero no se sabe si el ARN está presente hasta la segunda parte, con la amplificación. Y en los dos procesos se necesitan una serie de reactivos, entre ocho y diez, para saber si la prueba es negativa o positiva. Ambos se pueden hacer tanto de forma manual como automatizada. Obviamente, la diferencia del tiempo que requiere y el número de muestras que se pueden procesar es considerable, como lavar la ropa a mano o contar con una lavadora.
De hecho, de forma manual, como tuvieron que trabajar las primeras semanas, debía estar una persona en exclusiva en los dos procesos y podía dedicar una hora y media o dos a cada uno de ellos para un total de diez muestras. "Era muy lento", indica Blázquez. Con la primera máquina que consiguieron, se podían gestionar 16 muestras en una hora. "Cuando hacemos 120 muestras, es un cuello de botella. Pero aún así, supuso un gran cambio". El proceso de amplificación se hace con un termociclador y aproximadamente conlleva dos horas. Es decir, que hacer una PCR, "si va todo bien", recalca, conlleva entre cinco y seis horas, "pero eso con mucha suerte". En las últimas dos semanas han llegado también otros mecanismos más rápidos. "Ahora incluso tenemos una máquina que extrae y amplifica en unas tres horas pero incluso con ella hemos tenido falta de reactivos".
Junto con la PCR, una técnica de diagnostico directo que detecta la presencia del virus en el organismo, también se están realizando pruebas de diagnóstico indirecto, los conocidos como test rápidos, que no detectan el virus sino los anticuerpos tempranos o tardíos, llamados IgG o IgM, que éste crea si se ha padecido la enfermedad aunque sea de forma asintomática y dan una información vital: saber qué parte de la población lo ha pasado y puede ser inmune, al menos, durante unos meses. El problema es que estos test tienen una sensibilidad "no muy alta", explica, entorno a un 65-70%. O sea, que muchos no los detecta, por lo que han adquirido otro mecanismo, Elisa, con una sensibilidad que ronda el 90%, que acaban de recibir. Ningún estudio en el mundo ha podido determinar de momento qué porcentaje de la población es inmune, pero estos test son vitales para conocerlo. En España, el estudio de seroprevalencia del Instituto Carlos III los ha utilizado y dará a conocer los resultados preliminares en unas semanas.
"Cada tipo de diagnóstico se tiene que aplicar en un momento distinto de la enfermedad y tienen un cometido diferente", aclara Blázquez. Así, el momento óptimo para realizar la PCR es a los siete días, cuando el virus está en su apogeo, y los test de inmunidad, a los 14 días, "incluso después". Y advierte del error de no realizarlas en tiempo y forma. "Si se hace la prueba en el momento inadecuado puede salir un falso negativo. Aquí vamos con tanta prisa que nos hemos empeñado en usar la serología (test de inmunidad) para el diagnóstico agudo y para eso no sirven. La respuesta inmune tarda normalmente más y, de forma óptima, en otras enfermedades la hacemos a las cuatro semanas, que es cuando la sensibilidad es muy alta".
De momento, llevan más de 1.600 pruebas realizadas y van a más, porque los protocolos han cambiado y se incluyen a más grupos de población. "Se están haciendo muchas más PCR y test rápidos que al principio, pero por otros criterios, no por diagnóstico clínico, más por prevención". Así, se han incorporado a los pacientes que se van a operar de cualquier patología, a los pacientes de psiquiatría, y a todo el personal sanitario, que se les pasa el test rápido y si da positivo, la PCR.
Lo mejor es que los positivos se han vuelto inusuales en este laboratorio, al menos durante un tiempo. En la última semana, han tenido un solo positivo nuevo por PCR. "Esperamos que siga así".