MURCIA. Aunque hoy era día para hablar de esa loba como tú uh-uh-uh-uh, dada la curiosidad que despertó uno de los protagonistas del último artículo, me veo en la obligación de contarles qué fue de Pepón y cómo es que termino en la cama de su compañera de universidad el día de Año Nuevo.
Pepón García de Arteaga y Legaz, papás enterrados en pasta y de rancio abolengo, era ese pijo malote, que hacía pellas todos los viernes porque no le había puesto fin a los jueves universitarios. Piel incondicionalmente tostada, en invierno por el esquí y en verano por el barco. Pelo brillante ondulado y metro ochenta. Divertido empedernido, sabía de su potencial y lo explotaba en cada fiesta, raramente con la misma. Sin ataduras, sin compromiso. Ese punto canalla con el que nosotras nos colamos con solo pestañear. Un chico mal, de casa bien. Y así fue: usted se pilló.
En su caso, una joven delmon (los de mi generación entienden el cifrado de esta contracción hortera) con una hoja de servicio por estrenar. Colegio de monjas, sólo chicas, misa dominical, sobresaliente de media… Lo que se esperaba de una niña de su condición y clase social.
"Cuando una se enamora con veinte años es como un trauma que te incapacita para la vida normal"
Pepón no estaba en sus planes, nunca una chica como usted podría optar al premio gordo. Se cruzó en su vida de una forma casual: en la facultad descanso tras descanso, cantina tras cantina, no supo cómo de repente un día engullendo una empanadilla con ensaladilla, Risky Business estaba hablando con usted. ¿Es a mí? Sí, la frase justa para tenerla entregada a la ceguera del amor y la profundidad de las tascas. Porque cuando una se enamora con veinte años ¡debería entrar en la ONCE!, es como un trauma que te incapacita absolutamente para la vida normal ¡La leche!, ¡cómo son las hormonas! No puedes pensar en otra cosa. La diferencia está entre si es correspondido, con lo que andas pisando algodón de azúcar todo el día, o si pasa de ti; por lo que vives en el infierno de la obsesión y la desazón del desamor.
El caso es que allí estaba usted jueves tras jueves, obligando a sus amigas a dar una putivuelta detrás de otra para que le ayudaran a encontrar en qué garito estaba el guapo que le había anulado la voluntad. Encuentro a encuentro, la química comenzó a desbordarse y las chispas iluminaban toda la calle. Sin darse cuenta y como pasa con las drogas, él también terminó siendo un yonki de su boca…, pero libre. El problema es que usted necesitaba la propiedad y eso la martirizaba día tras día al despertar tras sus noches más sublimes.
Mientras que usted se coloca en una Caja de Ahorros, como mandaban los cánones tras terminar empresariales, Pepón continuaba en la facultad dando bandazos con sus amigotes de aventuras. En casa lo tenían por un caso perdido, así que cuando llegó con la última aprobada ¡Santo Dios!, papá no dudó en facturarlo para Madrid, a casa de la soltera tía Enriqueta (García de Arteaga) y pagarle el MBA en el Instituto de Empresa, como última esperanza para colocar a ese golfo que tenía por hijo en la empresa de algún amigo suyo. Aquí es donde empieza su drama.
Usted sabía que un tipo como él no cambia (que lo sepas, Tamara), pero al fin y al cabo sólo iba a ser un año malo. Luego volvería a sus brazos y serían felices y comerían perdices. Continuará…
Corin Tellado by Trini Guía. Gracias por su lectura.