VALENCIA. “Mis silencios no me han protegido. Tu silencio no te protegerá”, escribió Audre Lorde en La hermana, la extranjera. En ese magma de silencios femeninos han quedado atrapadas durante décadas las experiencias de violencia obstétrica, o lo que es lo mismo, las malas prácticas cometidas en ámbitos sanitarios hacia las personas gestantes durante el parto. Ni se hablaba del tema ni se ponía sobre la mesa el derecho a decidir cómo quieres ser tratada en un proceso tan intenso y relevante como dar a luz; las opciones que tienes. Los impulsos feministas de los últimos años han puesto de manifiesto la necesidad de llevar a la conversación pública nuestras heridas, pero también de debatir sobre la construcción de alternativas en las que sentirnos seguras y felices.
En ese ejercicio de compartir expediciones íntimas que puedan provocar un cambio en la agenda colectiva, se enmarca Parir en el siglo XXI, el documental interactivo sobre parto respetuoso llevado a cabo por Barret Cooperativa junto a À Punt Media y el Lab de RTVE.es. Un trabajo que ha sido premiado en esta edición de la prestigiosa muestra de fotoperiodismo World Press Photo dentro de su categoría de Narrativa digital como uno de los mejores proyectos interactivos didácticos. La exposición puede visitarse hasta el 7 de noviembre en la Fundación Chirivella Soriano de València.
Esta cartografía audiovisual, el equipo de Barret relata la experiencia de cinco embarazadas y el trato que reciben antes y durante el alumbramiento en el hospital público de La Plana (Castelló), un centro de referencia en atención humanizada al parto. La autonomía de las gestantes y su capacidad de tomar decisiones de forma consciente e informada son los ejes que articulan la filosofía de trabajo de las matronas de este espacio, lideradas por Soledad Carreguí. “Queríamos poner el foco en los partos en positivo como un momento vital que tiene algo de primitivo y de salvaje; mostrar que cualquier parto, sea como sea, se puede atender de una forma humanizada y respetuosa. Lo diseñamos para que quien lo vea tome conciencia de que es posible vivir ese proceso de una forma mucho menos intervenida y pasiva de la que damos por hecho”, apunta Claudia Reig, directora del documental junto a Àlex Badía. Para él optar por un documental interactivo “aporta muchas más posibilidades desde el punto de vista creativo. Es una manera de involucrar de forma activa al público”. ¿El siguiente paso? El equipo de Barret ya trabaja para convertir Parir en el siglo XXI, en podcast y largometraje.
Otra meta de esta iniciativa: convertirse en un artefacto útil tanto para futuras madres como para las y los profesionales de la salud. De ahí surgen recursos como el plan de parto, un cuestionario 2.0 que puedes rellenar mientras visualizas el documental e imprimirlo como documento de referencia. Entre los asuntos que te plantean: tener libertad de movimientos durante la dilatación, poder elegir la postura en el alumbramiento, exigir una autorización explícita para realizar una episiotomía, optar o no por la epidural, realizar la dilatación en una bañera de agua caliente... “Es una manera de que las embarazadas, que quizás no se habían planteado que tenían esa posibilidad, empiecen a informarse y preguntarse cómo quieren dar a luz. No sustituye la información que dan las matronas , es una invitación a reflexionar”. Por su parte, Reig destaca que es “muy gratificante que se haya convertido en una herramienta didáctica en las clases de educación maternal y comprobar que cumple con nuestro objetivo de servicio público”.
Decidir informarse, informarse para poder decidir
“Podemos decir que este documental cuenta con tres ejes narrativos -explica Badía-. Por una parte, están los cuatro testimonios preCOVID en los que las gestantes narran sus expectativas y a las que vamos siguiendo durante las distintas fases del parto y en los momentos posteriores. El modelo interactivo facilita un segundo eje: la posibilidad de, conforme vas viendo el documental, ir completando tu propio plan de parto; creemos que es una forma diferente de informar a la audiencia sobre todo lo que supone un parto respetado. En ese sentido, también puedes consultar a través de la web estadísticas sobre cuestiones como el número de cesáreas y episiotomías realizadas a nivel estatal. Y el tercer eje sería el caso de Àngels, que muestra cómo fue dar a luz en los momentos más duros de la pandemia. Queríamos transmitir que, incluso durante la COVID, las mujeres debían tener los mismos derechos a una atención médica respetuosa”.
No hay dos partos iguales, como tampoco hay un único perfil de gestante. Aquí la diversidad es la reina del lugar, el mundo late al ritmo de su tambor. Y es esa variedad la que muestra también el documental de Barret. “Buscábamos mostrar a personas de diferentes edades (la más joven tenía 19 y la mayor 37), algunas primerizas y otras que ya hubiesen pasado por la experiencia del parto. Y también queríamos contar con testimonios que tuvieran distintos niveles de formación al respecto. Nuestro objetivo era dar una visión diversa e inclusiva sobre los partos respetados y explicar que es un derecho de cualquier mujer, sean cuales sean sus circunstancias”, explica el director. Ese fue el caso de Àngels, que dio a luz en las primeras semanas del confinamiento: “En mi primer parto me estuve informando, llamé a varios hospitales preguntando sobre parto respetuoso y me llegaron a decir que ‘aquí no hacemos partos a la carta’. Me asustó mucho lo que podría encontrar, así que decidí acudir a La Plana. Y ya con mi segundo hijo tenía clarísimo que quería repetir porque sabía que, incluso en época COVID, allí me iba a sentir segura”.
Pero vayamos al inicio. ¿Cómo lograr que unas desconocidas te permitan filmar un momento tan personal como un parto; unos instantes de catarsis extrema, de vulnerabilidad y pulsión animal? La única vía era crear un vínculo, tejer lazos de confianza. “Durante meses estuvimos asistiendo y grabando a las clases de educación maternal y matronatación de Burriana (el centro de salud que tiene como referencia el Hospital de la Plana) para que nos fueran conociendo y sintiéndose cómodas en nuestra presencia. También contactamos con la asociación El Parto es Nuestro, que se dedica a defender los derechos de las mujeres durante su embarazo, parto y postparto”, recuerda Claudia Reig, para quien resultaba “esencial” generar confianza con estas mujeres “porque se trataba de compartir una situación muy íntima”. Respecto a su asistencia, cámara en mano, al acto ancestral de traer a un nuevo ser humano al mundo, expone: “Hasta entonces nunca había presenciado un instante tan impactante y decisivo en la vida de una persona. Fue emocionante, estar presente en un momento así es un privilegio”.
Una de las protagonistas del documental es Ester, quien narró la gestación y alumbramiento de su primer hijo. En su caso, decidió participar en esta producción porque consideraba importante “visibilizar el parto respetado, intentar normalizar la idea de que las mujeres tenemos el poder de decidir y que el papel de los profesionales médicos es acompañarnos y dar apoyo cuando sea necesario. Se trataba de mi primer parto, pero ya había acompañado a una amiga en el suyo y tenía claro que quería vivir un proceso natural y confiar en mí y en mi fuerza”. “En mi primer parto había tenido alguna intervención no deseada, por decirlo de alguna manera. Así que para las siguientes dos ocasiones estuve leyendo mucho sobre parto respetado y acudí a las reuniones de El parto es nuestro. Tenía claro en cada momento qué quería y qué no, siempre que el parto se desarrollara con normalidad. Evidentemente, cuando hay un problema o una urgencia, los profesionales médicos deben hacer lo que consideren correcto”, explica Mireia, quien participa en el documental embarazada de su tercer hijo, Marc.
Esa diversidad de perfiles de la que hablábamos antes también está presente a la hora de parir. En ese sentido, Reig subraya que formas de vivir el parto “hay muchas. Puede que te sientas más cómoda dejando que el personal sanitario tome las decisiones. Perfecto. Pero la embarazada sigue siendo el centro del proceso, es necesario que se sienta escuchada e informada. Se dio la casualidad de que los cinco partos que incluimos fueron muy bien, no tuvieron complicaciones. Y aunque eso es genial, hay matronas que nos dicen que es una pena que no hayamos podido mostrar que un parto respetado es posible en cualquier circunstancia, siempre puede ser un proceso informado y consciente”.
“El parto no es una enfermedad y no se debería tratar como tal. Cuando te informas, te das cuenta de que hay otra forma de hacer las cosas, de que es posible un parto menos medicalizado y más humanizado. Está claro que los profesionales tienen la última palabra en muchas cuestiones, pero deben escucharnos. La siguiente barrera es informarse y hablar sobre las consecuencias de dar a luz para lograr que la Sanidad ponga más medios para temas como la rehabilitación del suelo pélvico”, subraya Àngels. Una opinión que respalda Ester: “La clave es confiar en que las mujeres tenemos capacidad de decidir. Poder decidir también te da la necesidad de información, se trata de elegir qué información me cuadra más a mí y con la que me voy a quedar más tranquila”.“A veces, parece que lo prioritario sea buscar la cuna y la ropa, pintar la habitación… ‘preparar el nido’. Pero en esa preparación del nido tienes que prepararte tú en el proceso físico y natural que es un parto”, resalta Mireia.
Violencia obstétrica: un tabú que se resquebraja
Desde hace años la OMS reconoce la violencia obstétrica como “un trato irrespetuoso y ofensivo en centros de salud que no solo viola los derechos de las mujeres a una atención respetuosa, sino que también amenaza sus derechos a la vida, la salud, la integridad física y la no discriminación”. Y, sin embargo, gran parte de la sociedad todavía lo considera un asunto tabú. Es más, incluso desde el sector de la salud, entidades como el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos han negado públicamente su existencia y lo consideran un concepto “alejado de la realidad”.
A este respecto, Reig se muestra contundente: “El término ‘violencia obstétrica’ es agresivo y a la mayoría de profesionales sanitarios les cuesta reconocerlo. Pero no se trata de acusar a alguien de estar obrando de forma errónea a conciencia, sino de abordarlo como una cuestión sistémica. El tipo de asistencia que se fomenta está basada en prácticas rutinarias que, a veces, no resultan las más adecuadas para la madre y el bebé, que violentan los cuerpos de las mujeres, y los profesionales no son conscientes de ello. Para revertirlo, el primer paso es aceptar que hay un problema. El ejemplo claro de que se empieza a romper el tabú al respecto es que se está trabajando para reconocer la violencia obstétrica en la reforma de la
Ley de Salud Sexual y Reproductiva”.
“Hay mujeres que han sido sometidas a violencia obstétrica mediante prácticas realizadas de forma rutinaria y, luego, lo han ocultado a su familia y a sus círculos sociales. Ese tabú tiene que desaparecer porque es la mejor manera de ayudarnos como mujeres, tenemos que hablar del tema”. De hecho, como recuerda la directora, numerosas gestantes no han sido conscientes de que habían sufrido un maltrato en sus partos hasta que no han puesto en común sus experiencias o han conocido otras formas de entender el parto, “muchas de ellas se han visto de pronto sometidas a intervenciones que no habían autorizado, a actitudes agresivas, a comentarios degradantes. Daban por hecho que no había alternativa y que no podían opinar”. Para Ester ese tabú sobre la violencia obstétrica sigue vivo “por desconocimiento. Si no estás informada, crees que esa desnaturalización y esa violencia hacia tu cuerpo es normal. Pero cuando tomas conciencia, te das cuenta de que algunos procedimientos no son realmente necesarios. Por eso es tan importante hacer un trabajo previo con tu plan de parto para evaluar pros y contras y tomar cada decisión tranquilamente”.
Señalar que los males que afectan al cuerpo y la mente de las mujeres han sido históricamente un asunto secundario o una herramienta de estigmatización y control debe de ser el equivalente feminista a descubrir la sopa de ajo. Pero en cualquier caso, no está de más recordar que la visión de la mujer como una otredad de segunda sigue ardiendo en no pocos ámbitos de la vida pública. Sirva como muestra los estudios sobre las distintas vacunas contra el coronavirus en los que, en un primer momento, se pasaron por alto los posibles efectos en la menstruación. De nuevo, fue la puesta en común de vivencias y preocupaciones la que hizo saltar las alarmas sobre reglas inusuales. Así lo hilvana Claudia Reig: debido “al contexto social en el que nos hemos desarrollado, las mujeres tenemos integrado que nuestro rol es secundario, pasivo. Que no somos las protagonistas. Aunque seas consciente de ello, es complicado identificarlo en el día a día. Debemos ser capaces de cambiar la percepción que tenemos de nosotras mismas. Por otro lado, el sesgo de género en cuestiones sanitarias es evidente. Por ejemplo, con los síntomas del infarto. Y de hecho, enfermedades como la endometriosis tardan mucho en diagnosticarse porque a quienes la padecen no se les escucha o se minimiza su malestar”.