La publicación de todos los números de la revista Ozono es una fuente de información muy rica para conocer la mentalidad de los años 70 en España. Hay muchas claves que se les podían escapar a sus redactores -lógicamente, no veían el futuro-, pero en sus cincuenta números también hay dosis de lucidez que otros tantos aún no entienden hoy. La pena es que este tipo de publicaciones que sobrevivieron a los estertores de la dictadura, no lograran subsistir en democracia
MURCIA. En un viejo libro de Miguel Ángel Aguilar, El vértigo de la prensa, venía una paradoja de la que poco se ha hablado en las continuas idas y venidas para explicar la Transición, siempre más pendientes de los hechos actuales que de los que desencadenaron la desaparición de la dictadura y el inicio del sistema democrático. Fue el caso de la prensa independiente, la que influyó en una opinión pública que dio pasos decididos y abrumadoramente mayoritarios hacia el régimen de libertades. Una vez aprobada la Constitución, con los estragos de la segunda crisis del petróleo, es sabido que surgió el fenómeno del desencanto y, a nivel popular, se fue produciendo una paulatina despolitización.
No pocos testigos de aquellos años han explicado que la siguiente generación a la que fue protagonista del derribo de la dictadura, tenía un empacho político considerable. La efervescencia política durante diez años ya les pesaba, aburría y resultaba repetitivo a la par que frustrante. En lugar de la revolución social, lo que se encontraban eran cierres de empresas y aumento del paro. Podría decirse grosso modo que la deprimente situación económica y la falta de objetivos políticos realistas, además del signo de los tiempos, que era la posmodernidad, llevó a los jóvenes a valores más hedonistas e individualistas, cuando no conservadores a fin de provocar.
Con ellos, las anteriores generaciones también le cogieron gusto a la bohemia, al verse y dejarse ver, a la noche y a la sofisticación de los gustos y consumo. Las combativas asociaciones de vecinos se iban disolviendo al tiempo que la lucha pasaba a estar en el seno de las instituciones y los sindicatos se encontraban en la encrucijada de afrontar el declive industrial. Ya no era tan emocionante una movilización en la calle como la negociación de un convenio en un despacho con mucha letra pequeña.
Buena parte de la sociedad española perdió el interés en la política y, en ese giro, los medios más combativos contra la dictadura se fueron a la quiebra. Ahí se dio la gran paradoja. Los periodistas que lucharon por las libertades se fueron al paro, mientras que los periodistas que defendieron al régimen desde el conglomerado de medios de la Prensa del Movimiento, fueron premiados. Cuando los socialistas cerraron esos periódicos y radios dependientes del Estado, les ofrecieron como salida puestos de funcionarios, por los que optaron la mayoría de ellos. En palabras de Aguilar: "en España, cuando llega la democracia, no se pagaron más que los servicios prestados a la dictadura". En una entrevista en Jot Down, explicó que se trataba de inyecciones de anestesia que había que ir poniendo en determinados sectores para que se asentara la democracia. "No se intervino a pelo", dijo con sarcasmo.
En el lote de la excelente prensa combativa que en lugar de colgarse la medalla de haber traído la democracia, lo que recibió fue el olvido, estaban las revistas. La Star, alternativa, cayó en 1980; la libertaria Bicicleta, se vino abajo el mismo año, llevaba desde el 77. Triunfo no era alternativa exactamente, pero sí luchaba firmemente por las libertades y desapareció en 1982. Durante su declive, trató de continuar su espíritu La Calle, realmente buena, pero también quebró en 1982, tampoco llegó muy lejos la revista Posible, secuestrada en numerosas ocasiones, una de ellas por revelar el pasado de personajes como Arias Navarro. Fueron infinidad y, entre ellas, se encontraba Ozono, que se publicó entre 1975 y 1979.
Ahora acaba de salir publicado el libro Ozoño, un sueño alternativo (1975-1979) (Almud Ediciones de Castilla-La Mancha) que recoge testimonios sobre los años de vida de la publicación. Pero la gran noticia es que todos los ejemplares de la revista se han colgado en la web del Instituto Cervantes. Antes, había que ir a la Biblioteca Nacional y pasar engorrosos controles antes de poder sentarse a consultarla.
Ozono se relaciona con la ola que también supuso la aparición de Ajoblanco en una primera etapa (1974-80) y El Viejo Topo (1976-82), pero en realidad tenía la atención más puesta en el universo de la expresión y el arte que las otras dos, más políticas. En el último número de Ozono, de 1979, hay una premonición interesante, cuando habla de música con el epígrafe "La nueva ola ¡Hola!" y ya anticipa, a raíz del primer álbum de Undertones, lo que iba a marcar la década siguiente, ya que se habla de "los fenecidos punks", pero se cita a Flamin' Groovies. Y luego a continuación se separa "La vieja ola", con Thin Lizzy o Rainbow.
Sin embargo, es alucinante cómo leyendas urbanas que han llegado hasta hoy, como la implicación de la CIA en el asesinato de Carrero Blanco, aparecen ya desmentidas en estas páginas. Se lo preguntan a Gillo Pontecorvo, autor de la imprescindible Operación Ogro, y ya da una respuesta contundente que se conoce que no caló en las mentes más impermeables del país: "Personalmente, tras mis contactos con ellos [la embajada estadounidense], tengo la impresión de que no es cierto. Por lo menos, estoy seguro de que aun en el caso -que no está probado en absoluto- que alguien les hubiera dejado hacer, ellos no sabían nada al respecto. Estoy convencido de que estos rumores han nacido a causa de la extraordinaria dificultad de la operación".
Pero lo más interesante de este último número era su reportaje sobre la heroína, que en aquel 1979 comenzaba a penetrar a lo bestia en España. Esta revista, la prensa alternativa, informaba mucho mejor que los medios profesionales. Decía: "A buena parte de nuestra prensa y de nuestros periodistas, siempre tan maravillosamente informados, les debemos un montón de cosas. Gracias a ellos el ciudadano no distingue el hachís de la heroína, ni la coca de la anfeta ni la maría del ácido. Gracias a ellos los papás pueden vivir aterrorizados si pillan a su hijo fumándose un porro y ver casi con buenos ojos los vicios menores como fumarse un paquete de Fortuna o de Ducados o regresar trompa la noche del sábado. Gracias a ellos el hijo oye como si oyera llover, no creyéndose nada y así tenemos que más de uno comienza a pincharse el caballo sin saber las consecuencias de un mal corte o una sobredosis". Impecable. Se podría leer hoy y sería igual de válido.
De todos modos, no siempre están tan acertados los redactores en estos cincuenta números, pero la colección es un legado imprescindible para conocer la mentalidad de la época. La claves que se manejaban y las que se les escapaban. Ahora con Internet todo ha cambiado, pero en los veinte años antes de la aparición del mundo digital no es fácil citar ejemplos de medios que estuvieran a la vez atentos a la política y a la cultura popular. Los nuevos tiempos, el futuro que llegó al inicio de los 80, parece que obligaban a elegir y la brecha no se cerró hasta los años 10 de este siglo.