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hecho a mano / OPINIÓN

Mute: el vagón del silencio

Foto: EDU BOTELLA (EP)
9/07/2023 - 

MURCIA. Desde este lugar donde estoy confinada desperdiciando casi cuatro horas de mi corta vida, les escribo para contarles mis peripecias.

Siempre había visto el vagón del silencio como ese lugar de reclusión de los frikis, los tristes y los amargados. De todos aquellos que no quieren que gente como yo les incomode con conversaciones como ¿Usted también va a Murcia? o ¡uy, esa película la he visto yo y al final ella muere! ¡Muy bonita! o ¡… Pues se está haciendo largo para ser un AVE!

Nunca me había planteado que al vagón del silencio no solo se llega por decisión propia, a veces también por imposición del departamento de Viajes El Corte Inglés (porque a ver quién tiene los güe*** de comprar un billete en la página de Renfe). Y eso es lo que me ha pasado a mí.

Inicio la ilusionante búsqueda de mi vagón, pensando que iba en business, ya que la atormentada dependienta de la cuarta, tras presupuestar: tres Disneyland, … que voy por los niños que conste; cinco Romas, hay que estar majara para ir a Roma en verano; ocho Tailandias, la espiritualidad es un estado líquido que se evapora a la primera que vuelves y te tomas una caña en el chiringuito; me indica que me ha conseguido un sitio muy tranquilo. Claro, ¡no te jode! El mismísimo cementerio.

Así que ahí me ven andén arriba, vagón 1, vagón 2, vagón 3…, uuummm…, cafetería, ¡pues para ser business ya podrían ponerlo el primero! … vagón 10, vagón 11 ¡Por fin! Y cuando giras, ¡uy, qué oscuro está esto! Parece Mordor. No, no lo parece, ¡lo es! Un lugar lleno de seres extraños y oscuro, vamos que bien podría llamarse el vagón de las tinieblas.

Al principio intentas consolarte, con un: ni tan mal, tres horas largas de paz para mí solita. Pero conforme va pasando el tiempo te sientes acosada por lo raruno del entorno. Parece que te miran raro, habrá que abrir el ordenador y trabajar un poco como ellos, que parece que todos son de la NASA. A los treinta minutos de haber perdido cinco veces la conexión piensas: a tomar por saco, si en el fondo no quieres trabajar. Venga, pues un poco de musiquita. Entonces es cuando sacas tus cascos y empiezas a desenredar los nudos del cable. El de al lado te mira desde la superioridad que dan los Airpods Pro 2ª generación. Sí, los míos son de Xiaomi, ¿algún problema? Te pones Spotify para disfrutar del viaje, pero como no tienes la versión de pago porque eres así de rata, vuelta al infierno de la no conexión… Suena el teléfono, ¡mierda! El único sitio de cobertura de todo el viaje y justo te tiene que llamar tu madre, que tiene un radar para preguntarte si has llegado que hace ya cuatro horas que llamaste desde Atocha y todavía no ha sabido nada de ti. Así que llevas menos de medio viaje y estás para tirarte a la vía, que para eso Dios te la ha puesto ahí mismo.

La evidencia manda. Tendrás que estar calladita y quietecita el resto el viaje. Pues quietecita, más o menos, pero lo de calladita ha sido imposible. Llevo dos horas de conversación conmigo misma, que es como si en realidad llevara cuatro, porque me hablo y me contesto todo en uno, lo único bueno es que no se me seca la boca ¡Madre mía! y todavía me queda coger un taxi y atravesar el Barrio del Carmen. Me dan ganas de llorar, pero como no sé cómo se hace en mute me tendré que aguantar. De aquí a la López Ibor y eso que iba ser un viaje tranquilo.

Gracias por su lectura.

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