VALÈNCIA. En septiembre de 2018, la revista norteamericana Forbes publicó un reportaje en el que se confirmaba un hecho evidente, pero que suele escapar a los informes habituales de la industria discográfica: el mercado del vinilo es mucho mayor de lo que se cuenta. Desde luego, el resurgimiento de este formato a mediados de los dosmiles jamás se acercará siquiera a las cifras registradas en 1981 -cuando los discos de siete y doce pulgadas alcanzaron el cénit de su popularidad-. Ese año se vendieron oficialmente más de 300 millones de copias en Estados Unidos, muy alejadas de los 16 millones de ejemplares de vinilos nuevos que se vendieron en 2017, según señala el citado artículo. Lo hace, eso sí, basándose, en informes de la RIAA (Asociación de la Industria Discográfica de América), que hay que interpretar con precaución porque son geográficamente parciales, no tienen en cuenta a los sellos independientes, solo contabiliza las ventas de grandes cadenas y centros comerciales, y sobre todo porque pasa por alto el verdadero hervidero del mercado del vinilo: el de segunda mano. Dentro de ese “saco” están las transacciones de decenas de miles de pequeñas tiendas de discos diseminadas por todo el planeta, el circuito de ferias y mercadillos locales, nacionales e internacionales, y los gigantescos bazares de compraventa -Discogs, Ebay, Amazon-, donde no solo venden profesionales, sino pequeños, medianos y grandes coleccionistas de discos. Así pues, podemos concluir que la renovada pasión fetichista por el vinilo no ha sido la panacea, pero desde luego parece tener mejor porvenir que el de los cedés (que no aportan demasiadas ventajas cualitativas con respecto al consumo de música en streaming). En España, Promusicae registró en 2017 un incremento del 46% en la venta de vinilos con respecto al año anterior -700.000 en total-, pero cabe deducir que esta cifra es muy inferior a la real.
Una parte significativa del mercado de segunda mano no se registra en ninguna estadística -principalmente porque de él no se derivan ya beneficios para los sellos, artistas o compositores y porque los particulares no suelen declarar los ingresos derivados de esas ventas-; por tanto, no contamos con estudios fiables sobre la evolución de las ventas dentro de ese segmento. Sin embargo, solo con los datos ofrecidos por Ebay y Discogs el año pasado permiten estimar que probablemente la industria del vinilo mueve más del doble de dinero del que figura en los informes oficiales.
Si damos esta información por cierta, ¿por qué parece haber un consenso sobre el descenso de las ventas en ferias de discos durante los últimos años? ¿Por qué la supervivencia de las tiendas de discos físicas es tan complicada? En València, en tan solo tres meses han anunciado su cierre dos de ellas: Flexidiscos y Monterrey (que continúa su actividad ya solo como bar). Ambos negocios tendrán una segunda vida, pero virtual: sus stocks -y ésa es la clave- siguen a la venta en Discogs. Aprovechando que este sábado se celebra la tercera edición de la Feria de Discos de La Fábrica de Hielo, queremos preguntarnos sobre la vigencia de este tipo de eventos y el papel agridulce que juega la compraventa en internet.