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'The Quiet Girl' y la belleza del cine silencioso

MURCIA. Cine íntimo, silencioso y pausado, lleno de contenido y emoción. Eso y más es The Quiet Girl, la película irlandesa de Colm Bariéad que se ha colado, con toda justicia, en las listas de lo mejor del año. La historia de una niña de nueve años que, ante el nuevo embarazo de su madre, es enviada a vivir unos meses con unos parientes lejanos a los que no ha visto desde que era un bebé. Y así, pasa de un hosco entorno familiar hecho de pobreza y mucha tensión al mundo apacible y aburrido de una pareja mayor que cuida de su granja. 

Cáit, que así se llama la niña, es silenciosa y de apariencia triste y no parece encajar ni en su ruidosa familia ni en la escuela ni en ningún otro sitio. Fluye por las imágenes una violencia soterrada no explícita que parece amenazar su vulnerabilidad constantemente y, por eso, cuando, desconcertada y temerosa, llega a la granja de sus parientes y nosotros con ella, no sabemos qué esperar. Quizá, también, porque nos ha ganado el cinismo y parece que no somos capaces de esperar la bondad, de tantas veces como el realismo se vincula exclusivamente a mostrar lo peor del ser humano.

La película comienza con una voz en off que grita su nombre, Cáit. Son sus hermanos buscándola mientras la cámara nos la va descubriendo lentamente, agazapada y escondida entre la hierba, en una muy bella imagen en la que parece nacer de la tierra, solitaria y aislada en medio del plano, tal y como la veremos en su entorno a partir de ese momento. La historia está contada desde la mirada de la niña, con puntos de vista bajos y encuadres donde descubrimos junto a ella lo que tiene alrededor, de ahí que muchas cosas del mundo adulto no se expliciten o no mantengan la continuidad, como corresponde a la percepción fragmentaria y discontinua de una niña de nueve años.

Y con ella iremos poco a poco compartiendo también la paz y el cariño que esos parientes lejanos y desconocidos le van a ofrecer. Un amor sin aspavientos, profundo y cálido, expresado en pequeños pero significativos gestos, en miradas o en el simple hecho de compartir armónicamente el espacio. Un aprendizaje, el del afecto y el amor, que Catherine Clinch, la pequeña actriz que interpreta a Cáit, logra transmitir de forma extraordinaria. 

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