Región

Crónicas de una Región misteriosa

Una llamada perdida... del cementerio

Antiguamente se utilizaban campanas para que si una persona había sido enterrado con vida pudiera avisar

  • Esquema de cómo se utilizaba las campanas en las tumbas

¿Tienes una llamada perdida? Con llamada perdida me refiero a esos repliques de campana que se escuchaban en  mitad de la noche en el cementerio de Los Remedios de Cartagena y que nadie atendía. Esos sonidos de campanas replicando no eran extraños pero sí comunes, habiendo testigos que hablaban de muertos que regresaban de sus tumbas, pues esos sonidos salían directamente de las fosas, de los panteones y de las tumbas. Esto se unían a las luces que en ocasiones salían de las inhumaciones, unas luces de color azul turquesa. Hoy sabemos que son los fuegos fatuos a consecuencia de la descomposición de los cuerpos. En el siglo XIX y en la mitad del siglo XX eran considerado como fantasmas, almas que vuelven del más allá y que hacen replicar las campanas a su paso.

El uso de campanas en los cementerios es bastante conocido en toda Europa desde la Edad Media. También conocidas como las campanillas de los muertos, tenían diferentes propósitos según la localidad y el momento en los que se podían encontrar.  En ocasiones, se enterraban a personas todavía vivas, puesto que erróneamente se consideraba que ya habían fallecido debido a trastornos como la catalepsia. Por motivo de este trastorno del sistema nervioso, la movilidad y la sensibilidad del cuerpo se pierden de forma repentina y momentánea, llegando incluso al alcanzar los tres días. Actualmente avances tecnológicos como el electroencefalograma y el electrocardiograma hacen casi imposible que se realicen enterramientos de personas vivas, aspecto que sí que se daba con frecuencia hasta bien entrado el siglo XX; por este motivo  se tuvieron que idear mecanismos de seguridad como el uso de campanillas que podía hacerlas sonar el que despertara dentro del ataúd y, de este modo, dar la alerta.

De acuerdo a algunos registros históricos, las campanas salvaron la vida de algunas personas que tuvieron la fortuna de ser escuchados. El peligro de ser sepultado con vida se acentuaba si no se cumplían los días del velatorio, pues en este tiempo la persona podía 'despertar'. La campana estaba conectada a un hilo que atravesaba un pequeño orificio del ataúd y llegaba al cuerpo del enterrado.

Las campanas acompañaban al difunto en el funeral y después se las colocaba junto a su lápida con la finalidad de que los espíritus malignos y las presencias oscuras no acosasen al espíritu del finado. La creencia consistía en que la acción de sonar las campanas expulsaría a los malos espíritus, de modo que la persona recientemente muerta quedaría protegida. La acción del viento podía mover las campanas y ayudar, así, a alejar a dichos espíritus perversos.

El poder sobrenatural de las campanas también tenía su versión inversa. La tradición popular contaba que las brujas podían invocar al diablo haciendo uso de un tipo especial de campanas. Las campanas protectoras debían ser correctamente bendecidas para que se puedan emplear con una finalidad benefactora.

A finales del siglo XIX tenemos noticias en el cementerio de Los Remedios de Antonio, 'el campanero', el cual se dedicaba a pasar por los pueblos y aldeas proclamando el nombre del fallecido. El campanero era remunerado por kilómetro transitado, por lo que le resultaban más provechosos los recorridos largos haciendo sonar la campana acompañada del anuncio de muerte.

Este síndrome generaba un profundo temor a ser enterrado vivo, denominado tafafobia y sabemos que por ejemplo Chopin (1.810 – 1849) obligó a su familia a que le extrajeran el corazón una vez que hubiera fallecido para evitar así la posibilidad de ser enterrado aún con sus constantes vitales intactas.

En el cementerio de Los Remedios tenemos algunos casos de ataúdes que, una vez abiertos para enterrar a más personas o para trasladarlos a otro lugar, se han visto el esqueleto movido, con los brazos hacia arriba, las parte interiores de la tapadera del ataúd roída, con uñas clavadas y restos de pelo. Es el caso de Silverio Díez enterrado en 1887.
 

Resto del soporte de una campana
  • Resto del soporte de una campana -

En sus tumbas es curioso apreciar como una estructura metálica sobresale del entorno de la zona de enterramiento y nos deja apreciar un elemento que se sitúa justo encima de la cabecera de la tumba. En este caso, que además es el primero que he documentado con estas características, apreciamos una clave de sol con funciones decorativas, pero que en la parte superior si podemos apreciar el gancho desde donde se dejaba caer la cuerda y atravesaba hasta el interior del féretro.

Hemos de tener en cuenta que se podía hacer de esta manera puesto que los ataúdes hasta el último tercio del siglo XX no estaban cerrados herméticamente y dejaban pasar el oxígeno; por lo que si se daba la circunstancia de que alguien se despertara dentro de una tumba, podía tocar la cuerda y sobrevivir el tiempo suficiente como para esperar a ser rescatado.

Para los niños y recién nacidos la estructura metálica recuerda a una cuna y desde ella, con varias campanas, salen cuatro cuerdas, dos que se ataban en las muñecas y otras dos que se ataban en los pies de los pequeños. De esta manera se aseguraban que el bebé, si se despertaba o se movía lo más mínimo, se escucharían los replicares de campanillas.

En referencia a los niños sabemos que existen varias leyendas que hablan de seres que murieron siendo niños y que su único interés es absorber la energía y los cuerpos de esos niños ya fallecidos y que no habían sido bautizados. Por este motivo se solía colocar un escapulario en la cabecera de la tumba del pequeño o una serpiente envuelta en un papel, para crear así una barrera protectora que ahuyente a los espíritus malignos que deseen comerse las almas de los pequeños.

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