Nos ubicamos en la ciudad de Murcia en la década de los años 60 del siglo pasado, cuando tuvo lugar uno de los crímenes más conocidos de esta época. En una familia muy humilde y numerosa comienzan a morir misteriosamente los hermanos, desde el menor al mayor. Al menos cuatro de ellos fallecieron y las leyendas acerca de maldiciones sobre esta familia recaían de forma constante y recurrente. Realmente era como si una epidemia estuviera acabando con todos los miembros de los Martínez Águila, sobre todo cuando las cuatro muertes se concentraron en apenas un año, entre el 4 de diciembre de 1965 y 4 de enero de 1966.
Fue un caso que se elevó a nivel nacional por el misterio que rodeaba a esas inexplicables muertes. Como muestra, periodistas como Jesús Hermida o Francisco Umbral se interesaron por este caso, llegándose a desplazar a Murcia para conocer de primera mano lo que estaba sucediendo, no sin temores a contagiarse de alguna “enfermedad de origen desconocido”.
La primera persona que fallece el 4 de diciembre de 1965 fue María del Carmen, de once meses de edad, seguida de su hermano Mariano, de dos años. Ambos, en un primer momento, fueron diagnosticados como causas mortuorias como meningitis, algo, por desgracia, muy normal en aquella época. Todas las hipótesis se caen por su propio peso cuando pocos días después muere Fuensanta, de cuatro años, con lo que el caso se eleva a las autoridades sanitarias de primer nivel y la familia es recluida en el Hospital Provincial de Murcia para su observación.
Se especuló con alguna intoxicación alimentaria o algún tóxico al que la familia fuera alérgica y con la existencia de un foco de meningitis; y se llegó a investigar entre los demás vecinos del Carril de la Farola, donde residía esta familia numerosa, en busca de otros posibles casos entre menores.
Tras los estudios, no se apreció nada significativo y, como se acercaban fechas de Navidad, se les mandó a su casa para que pasasen esas fechas tan entrañables en familia. No llegaron a ser muy entrañables, pues el 4 de enero de 1966 fallece el cuarto de los hermanos con cinco años de edad, Andres. Las alarmas saltaron por todos lados.
Como era normal, en las autopsias se les sacaban muestras para localizar algún tóxico y la sorpresa fue mayúscula cuando desde Madrid se confirma que habían sido intoxicados con un fuerte veneno. El matrimonio fue detenido de inmediato y llevado él con los hijos varones al centro psiquiátrico de El Palmar, mientras que su mujer con las niñas al Hospital San Juan de Dios, pues estaba punto de dar a luz.
Con todo, había lagunas que no llegaban a cuadrar en los hechos y se llegó a especular con la existencia de un tercer hombre que fuese quien administraba el veneno a los pequeños pero…¿Por qué? ¿Alguna represalia o venganza tal vez?

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Los informes toxicológicos concluyeron que se había administrado el veneno en los alimentos de los niños; concretamente DDT (un insecticida) y cianuro potásico mezclados con Neofil y Cruz Verde (otro insecticida). El juez ordenó prisión contra el matrimonio y sus hijos quedaron bajo la tutela de la Junta Provincial de Protección de Menores. Todos, salvo Piedad, de 12 años, que fue puesta a disposición del Tribunal Tutelar de Menores.
Y es en ella en la que hemos de prestar atención. A pesar de que en un primer momento se la consideraba como una niña fortísima, con una entereza envidiable, pues había visto morir a sus hermanos, al poco tiempo, informes médicos indicaban que la niña era una psicópata y que había sido ella la que había matado a sus hermanos porque sus padres la obligaban a cuidarlos mientras que ella sólo quería jugar con sus amigas. El silogismo al que llegó Pilar fue claro: si no había hermanos que cuidar, podría entonces jugar con las amigas.
Apreciemos entonces dos aspectos. Uno, que el veneno administrado era poco más que la combinación de varios insecticidas y los tenía al alcance en su casa; y dos, que los niños fueron muriendo del más joven (que requeriría más cuidados) al más mayor.
Con doce años Pilar sabía perfectamente que esas sustancias mataban a los insectos y que entonces podían acabar con la vida de sus hermanos, y, por consiguiente, con su trabajo diario, dándole así más tiempo libre.
A día de hoy se desconoce su paradero, más allá de que fue ingresada en centro psiquiátrico.
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