La industria española se encuentra, de nuevo, en un momento clave. Aunque los indicadores macroeconómicos de este sector puedan apuntar a una leve recuperación, lo cierto es que, según los últimos datos oficiales, el sector aún no ha alcanzado los niveles de producción que marcaban antes de la pandemia, por lo que la pregunta es: ¿Estamos haciendo lo suficiente para recuperar el pulso industrial? Los datos, como siempre suelo comentar, son fríos, tozudos, y no engañan. La industria española representa hoy alrededor del 15,7% del Valor Añadido Bruto nacional, porcentaje que cae al 12,4% si se excluye la energía. Hace apenas dos décadas, superaba el 18%. Mientras tanto, la media de la Unión Europea se sitúa por encima del 20%. Alemania, Polonia o Chequia han hecho de la industria su pilar de desarrollo, mientras que en España ha ido cediendo terreno. Y no solo en peso económico, aunque somos el quinto país de la UE en número absoluto de empresas industriales (unas 180.000), estas son, en su mayoría, microempresas con menos de 10 trabajadores. Frente a nosotros, países como Alemania o Italia presentan tejidos industriales con mayor densidad de empresas medianas y grandes, capaces de innovar, exportar y resistir crisis. Es decir, no solo tenemos menos industria proporcionalmente, sino que es más vulnerable y menos capitalizada.
En valor absoluto, España sería aproximadamente la octava economía industrial europea; en peso relativo, caemos a la decimosexta posición. Este es el punto de partida y que deberíamos mejorar. En este escenario, el informe elaborado por el COGITI, con la colaboración del Consejo General de Economistas (CGE), Barómetro Industrial 2024, presentado hace unas semanas, ofrece una visión realista desde los que día a día interactúan con este sector. La foto que nos traslada es tan valiosa como, en cierta forma, inquietante. Los profesionales encuestados, más de 2.300 en toda España, coinciden en identificar los grandes retos del momento: transición energética y tecnológica, presión fiscal, dificultades para captar talento cualificado, e incertidumbre sobre las políticas públicas. Una “tormenta perfecta”, que de no prestarle la atención que se merece amenaza con frenar el impulso necesario para una verdadera apuesta industrial.
Sin una educación técnica alineada con las necesidades del mercado, el futuro industrial será más dificil"
A pesar de ello, el informe también revela un moderado optimismo laboral. El 81% de los trabajadores por cuenta ajena de este sector considera probable mantener su empleo en los próximos meses, lo que consolida la tendencia de estabilidad que se arrastra desde 2021. Además, más de la mitad de los encuestados se muestran optimistas con respecto a la mejora de sus condiciones laborales. Sin embargo, en el colectivo de autónomos, la confianza se matiza, solo el 47% cree que la situación de su empresa será buena o muy buena, y la sombra de la incertidumbre económica planea como el principal factor que lastra la producción. A ello se suman la reducción de la demanda, la falta de personal técnico cualificado y, cómo no, los elevados costes energéticos. La cuestión energética es precisamente uno de los temas más sensibles. El 78% de los ingenieros técnicos industrials encuestados creen que debería ampliarse la vida útil de las centrales nucleares, y casi la mitad considera que su cierre provocará un aumento en el precio de la electricidad. Las respuestas evidencian una visión pragmática y crítica con una transición energética que, de no diseñarse con rigor técnico y visión industrial, puede convertirse más en un problema que en una solución.
En el terreno de la sostenibilidad, la visión es positiva. El informe muestra que los ingenieros valoran cada vez más el papel estratégico de los Informes de Sostenibilidad, aunque todavía un 51% de las empresas reconoce no tener preparación para afrontarlo. También se destaca el desconocimiento generalizado sobre la nueva normativa europea (CSRD y NEIS), lo que pone en evidencia una necesidad urgente, más formación y apoyo para que las pymes industriales no se queden rezagadas en esta nueva cultura de apoyo al desarrollo económico. El talento técnico es otro cuello de botella. Un 58% de los encuestados señala la dificultad para encontrar profesionales con la cualificación adecuada. Este desajuste entre oferta y demanda de talento, lejos de ser un problema menor, está ya afectando a la capacidad de innovación y ejecución de muchos proyectos estratégicos.
El mensaje es claro: sin una educación técnica alineada con las necesidades del mercado, el futuro industrial será más dificil. La colaboración universidad-empresa, la inversión en formación dual y la retención del talento joven deben convertirse en prioridades absolutas. En cuanto a la productividad, las recetas que los propios ingenieros proponen son sensatas y realistas, más inversión en I+D+i, mayor apoyo a la inteligencia artificial y fomento de industrias descarbonizadas. Pero para que esas soluciones echen raíces, el entorno debe acompañar. Y ahí es donde aparece una de las principals quejas, el 80% de los profesionales considera que la presión fiscal es un obstáculo significativo para el desarrollo empresarial. Los datos del barómetro son rotundos. La industria reclama un marco tributario más competitivo, incentivos concretos y menos carga burocrática. En definitiva, condiciones que no lastren a quien quiere innovar y crecer.
La Región aporta un 3,6% al total del PIB industrial español"
Y en este tablero de juego nacional, ¿cómo se posiciona la Región de Murcia? Lo cierto es que su papel es más relevante de lo que a menudo se reconoce. En términos relativos, Murcia figura entre las seis comunidades autónomas con mayor peso industrial sobre su VAB regional, superando incluso la media nacional. Aporta aproximadamente un 3,6% al total del PIB industrial español, una cifra nada despreciable si se tiene en cuenta el tamaño de su economía. Sus sectores tractores no solo destacan, sino que se consolidan, la agroindustria —líder nacional en exportación hortofrutícola transformada—, la industria conservera, el sector químico y energético ligado al polo industrial de Cartagena, y la industria del plástico y materiales intermedios, vinculada al consumo y la construcción. Estos clústeres dan forma a un ecosistema productivo que, pese a las dificultades, ha sabido resistir e incluso crecer.
Sin embargo, estas fortalezas conviven con algunas debilidades estructurales que condicionan su potencial y, por tanto, reclaman atención. La productividad por trabajador -siendo también un reto nacional- sigue por debajo de la media nacional, las inversiones en innovación son limitadas y el tamaño medio de las empresas es aún menor. A esto se suma una financiación autonómica deficiente que limita el margen de actuación regional en políticas industriales. Y no menos importante, la necesidad de sumar en la estrategia ya comentada de alinear las políticas educativas y de empleo con las demandas reales del mercado.
En definitiva, la Región de Murcia es un reflejo nítido de lo que ocurre en el conjunto del país: hay oportunidades, talento y recursos, pero también inercias que frenan el avance. Si algo deja claro el Barómetro Industrial 2024 es que el futuro de nuestra industria no se juega solo en los despachos ni en los Presupuestos asignados, sino en la capacidad de escuchar a quienes conocen el terreno. Los ingenieros técnicos industriales y economistas, estos últimos centrados en el informe de coyuntura, han hablado claro. Ahora, toca responder con decisiones a la altura del desafío.
Salvador Marín
Economista
Catedrático Universidad de Murcia
