El término “sostenibilidad” se ha convertido en una especie de comodín semántico: lo invocamos para todo, desde la arquitectura de las ciudades hasta la composición del champú. Sin embargo, en su sentido más profundo, sostenibilidad significa algo bastante menos glamuroso: hacer que las cosas aguanten sin romperse.

Y hay algo que se está resquebrajando: el equilibrio entre la solidaridad y la responsabilidad, entre ayudar y exigir, entre dar y sostener.

En su 4.ª Opinión sobre el Ingreso Mínimo Vital (IMV), la AIReF alerta sobre un fenómeno preocupante: el IMV reduce la probabilidad de trabajar en un 12% y el número de días trabajados en 0,6 al mes (AIReF, 2025a). ¿Qué está fallando? La ayuda, lejos de actuar como trampolín, se está convirtiendo en red sin escalera. La salida del IMV, en cambio, incrementa la probabilidad de trabajar en 2,2 puntos porcentuales. Es decir: cuando se acaban las pagas, vuelve el trabajo. Lo cual nos lleva a una pregunta incómoda: ¿estamos premiando la pasividad?

Hay personas que no pueden o no saben cómo pedir la ayuda, y otras que, una vez dentro, no salen"

Tampoco se trata de casos marginales. El 60% de los beneficiarios permanece más de tres años recibiendo la prestación. Y, aun así, el 55% de los hogares potencialmente elegibles no solicita el IMV, una cifra que sube al 72% en el caso del complemento para la infancia (CAPI). Traducido: hay personas que no pueden o no saben cómo pedir la ayuda, y otras que, una vez dentro, no salen (AIReF, 2025a). Sostenible no suena.

Todo esto ocurre en un contexto fiscal cada vez más frágil. La AIReF estima que, sin reformas, la deuda pública alcanzará el 129% del PIB en 2050 y el 181% en 2070, impulsada por el envejecimiento poblacional, el aumento del gasto en pensiones y sanidad, y una productividad que no termina de despegar (AIReF, 2025b).

El gasto en pensiones crecerá hasta el 16,1% del PIB en 2050, y el gasto sanitario aumentará en 1,4 puntos. Y no, la natalidad no vendrá al rescate: la tasa de fecundidad proyectada para 2050 es de 1,31 hijos por mujer. Demográficamente hablando, estamos estancados y envejeciendo.

¿Y mientras tanto? Las empresas —especialmente las pequeñas y medianas, muchas dirigidas por mujeres— luchan para encontrar trabajadores dispuestos a incorporarse, incluso con condiciones laborales dignas. Esta paradoja debería alarmarnos: ayudas públicas que desincentivan la actividad, tejido productivo que se vacía, sistema que se tensiona.

No se trata de eliminar ayudas, sino de rediseñarlas con inteligencia"

La solidaridad mal entendida puede ser el mayor enemigo de la sostenibilidad. No se trata de eliminar ayudas, sino de rediseñarlas con inteligencia: ligarlas a itinerarios de activación real, a la formación, al cumplimiento de reglas. Porque ayudar sin exigir es paternalismo, y eso no empodera a nadie.

Quizá haya llegado el momento de preguntarnos: 

¿Estamos construyendo un modelo de ayudas que fomenta realmente la autonomía?

¿Dónde se dibuja la frontera entre protección y dependencia?

¿Puede una sociedad sobrevivir si el esfuerzo individual se diluye en la comodidad de la prestación automática?

Y lo más difícil: ¿nos atrevemos a reconfigurar el sistema antes de que se vuelva insostenible?

Isabel Martínez Conesa 

Catedrática de la Universidad de Murcia y directora de la Cátedra de Mujer Empresaria y Directiva

Referencias:

-AIReF (2025a). 4.ª Opinión sobre el Ingreso Mínimo Vital. Julio 2025.

-AIReF (2025b). Opinión sobre la Sostenibilidad de las Administraciones Públicas a Largo Plazo: Demografía y Cambio Climático. Marzo 2025.